La frontera de Ias barcazas
La muerte de Juan Flores no ha interrumpido el intenso intercambio que mantiene Ayamonte con Portugal
Ni la desproporcionada acci¨®n del cabo de guardi?as Nunes, que dio fin a la vida de Juan Flores, ni la incapacidad de los respectivos Gobiernos para llegar a un nuevo acuerdo pesquero han conseguido distanciar a Ayamonte y Vila Real de Santo Antonio, dos ciudades gemelas que viven apoy¨¢ndose respectivamente. Situadas a ambos lados de la desembocadura del Guadiana, ambas tienen en el comercio fronterizo su base econ¨®mica. Aunque no existe puente internacional, unas barcazas capaces de portar veh¨ªculos atraviesan una v otra vez. incansablemente el Guadiana, trasladando hasta cuatro millones de personas de un lado a otro a lo largo del a?o, y, junto a ellas, una enorme cantidad de mercanc¨ªas. S¨®lo la cigala tiene el paso estrictamente prohibido.
El puente internacional que una Ayamonte y Vila Real de Santo Antonio no es todav¨ªa m¨¢s que un proyecto. Su construcci¨®n correr¨¢ a cargo de Portugal, a cambio de que Espa?a mejore sensiblemente el paso por Tuy, entre Galicia y la zona norte de Portugal. De momento, unas m¨¢quinas sondean el fondo del r¨ªo en busca del lugar id¨®neo para instalar los pilotes sobre los que se asiente el puente, que se supone que cruzar¨¢ dos kil¨®metros r¨ªo arriba de las localidades, enfrentadas pr¨¢cticamente en la misma desembocadura. Pero mientras eso llega, las barcazas cruzan una y otra vez, enlazan las dos ciudades y son el punto de paso entre Andaluc¨ªa y el Algarve. El puente m¨¢s pr¨®ximo a la desembocadura es el de Rosal de la Frontera, a¨²n en la provincia de Huelva, pero con malas carreteras de acceso por Espa?a, y peores a¨²n en Portugal.Hasta hace dos a?os, los pescadores de Ayamonte, de Lepe, de Isla Cristina, de Cartaya o de Huelva pod¨ªan pescar en aguas portuguesas. Pero ya van dos a?os sin acuerdo. A los portugueses no les interesa. Los bancos espa?oles est¨¢n muy agotados, por exceso de flota y por las t¨¦cnicas aplicadas, y los portugueses quieren preservar los suyos. Han fichado a numerosos patronos espa?oles, han incrementado su flota y han aumentado su capacidad de pesca. La entrada de los barcos espa?oles en sus aguas es para ellos una amenaza. Mientras los armadores espa?oles exigen de nuestro Gobierno que presione en las negociaciones con las armas que posee (la electricidad, que vendemos a Portugal, es, a juicio de los armadores, el argumento m¨¢s contundente), sus colegas portugueses consiguen de su Gobierno que siga sin renovar el acuerdo.
As¨ª las cosas, la flota espa?ola se va deteriorando en los puertos, o bien se aventura a pescar sin licencia, confiando en la suerte para burlar la vigilancia y haciendo frente a las multas cuando se produce la captura. Por este sistema los incidentes son frecuentes y a pocos les va bien. En realidad, a casi ninguno. Hay quien, como el presidente de los armadores de Isla Cristina, tiene que renunciar a recuperar el barco, retenido en un puerto portugu¨¦s, porque la multa que se le ha impuesto, tras sucesivas reincidencias, es superior al precio del propio barco. En realidad la asociaci¨®n de armadores de Isla Cristina est¨¢ pr¨¢cticamente disuelta, por falta de actividad por falta de fondos, por todo. Hace tiempo que nadie descuelga el tel¨¦fono cuando se telefonea all¨ª.
As¨ª las cosas, es normal que este largo tramo de costa que se extiende desde Huelva hasta la desembocadura del Guadiana se vuelque en la econom¨ªa fronteriza, que es como decir en el comercio y en el contrabando. Excepto Lepe, estas poblaciones han vivido tradicionalmente de espaldas al campo, cara al mar. Aunque ahora existe un fuerte lanzamiento de la fresa extratemprana, que ofrece excelente futuro, y de los naranjos, la econom¨ªa agr¨ªcola tiene escasa importancia. El turismo est¨¢ desarrollado irregularmente, desde luego mucho menos que en el Algarve, a pesar de las excelentes playas de la zona. El mosquito, que tiene aqu¨ª un reducto que se niega a abandonar, ahuyenta a no pocos visitantes. El Algarve, con sus precios m¨¢s baratos que los de Espa?a, est¨¢ a un paso, y su desarrollo tur¨ªstico, extraordinario en los ¨²ltimos a?os, ha hecho el resto.
Seg¨²n estimaci¨®n de Jos¨¦ Ceada, alcalde de Ayamonte, a lo largo del a?o pasan la frontera unos cuatro millones de personas, de los que las tres cuartas partes lo hacen en la ¨¦poca de vacaciones. Eso provoca no pocas molestias en Ayamonte, cuya poblaci¨®n no alcanza los 20.000 habitantes y que no tiene infraestructura para hacer frente a los problemas de tr¨¢fico, sanidad o limpieza que provoca esta fenomenal avalancha.
'Hacer la carrera'
No es ese tipo de paso el interesante para Ayamonte, sino el continuo durante todos los meses del a?o. Ciudades de similar tama?o y eminentemente comerciales, Ayamonte y Vila Real viven de venderse respectivamente lo que en cada caso es m¨¢s barato en el pa¨ªs vecino que en el propio. Los portugueses vienen a Ayamonte en busca de juguetes, de fruta, de carne, de escobas, de cubos y de art¨ªculos deportivos, y los espa?oles buscan en Vila Real s¨¢banas, colchas, alfombras, cer¨¢mica y unos feos veladores y relojes de mesa de estilo muy recargado.
Aparte, claro, existe el tr¨¢fico de importaci¨®n-exportaci¨®n a gran escala. Un tr¨¢fico en el que Espa?a es muy deficitaria en esta frontera, que cruzan furgonetas vac¨ªas para regresar con almejas, gambas, rape, mero, cangrejo y besugo o lubina congelados.
Pero el tr¨¢fico menudo es el que proporciona un interesante medio de vida a ambas ciudades. De momento, les permite multiplicar mucho su actividad comercial. Existe tolerancia para pasar mercanc¨ªas, siempre que no se exceda de una cantidad de 5.000 pesetas si se viene a Espa?a o 3.500 si se va a Portugal, y eso da lugar a la creaci¨®n de una extra?a clase profesional, compuesta en su gran mayor¨ªa por mujeres de cierta edad conocidas con un nombre equ¨ªvoco: las que hacen la carrera. Van siempre muy
La frontera de las barcazas
deprisa, cruzan en la barcaza (el precio es de 50 pesetas), compran en la ciudad vecina, regresan y distribuyen en el otro pa¨ªs lo que han comprado, que una vez pasado el Guadiana aumenta inmediatamente de valor. Van y vienen afanosamente y suelen pedir la colaboraci¨®n desinteresada de los que pasan sin carga. Si usted atraviesa el Guadiana en direcci¨®n a Portugal, no debe extra?arse de que una viejecilla le pida que pase por ella un buen mont¨®n de pl¨¢tanos o un gran paquete de juguetes. Recabando colaboradores an¨®nimos, las que hacen la carrera consiguen incrementar la cantidad de material que pasan y hacen as¨ª m¨¢s rentables sus afanosas jornadas de trabajo.Otra original y modesta versi¨®n del negocio de importaci¨®n-exportaci¨®n es la de personas venidas de fuera de Ayamonte, a veces desde muy lejos, Almer¨ªa o Murcia en ocasiones. Llegan los fines de semana, tras pasar toda la noche del viernes en autocar. Pasan el r¨ªo y compran s¨¢banas, colchas o cer¨¢mica por valor de 10.000 o 15.000 pesetas. Procuran despistar en la aduana, pagan lo menos que pueden gracias a la acumulaci¨®n que se produce en la misma (la aduana espa?ola est¨¢ servida por tres personas, que hacen el mismo trabajo que siete en la portuguesa) y obtienen unas modestas ganancias en ese fin de semana.
El cambio del escudo es otra fuente de ingresos en Ayamonte. Los bancos no siempre tienen escudos y puede ser m¨¢s f¨¢cil cambiar a quien ofrece el cambio junto a los muelles. Los portugueses o los espa?oles que van o vienen suelen tener prisa, y el cambio negro no es tan desfavorable.
Y el contrabando
Aparte de todo ello, existe una actividad decididamente contrabandista. En realidad, en toda zona fronteriza existe una arraigada tradici¨®n contrabandista. Aqu¨ª no pod¨ªa ser menos, y especialmente con una crisis que afecta a otras profesiones y con la flota amarrada y los marineros en tierra.
El contrabando a mayor escala se produce m¨¢s en Isla Cristina y Punta Umbr¨ªa que en Ayamonte. La Guardia Civil se ve con problemas para controlarlo, porque entre las desembocaduras del Guadiana y del Guadalquivir se extiende pr¨¢cticamente una largu¨ªsima y ¨²nica playa, desembarcable por cualquier punto. Adem¨¢s, no pocas veces se han descubierto irregularidades en el propio cuerpo, que han dado lugar no hace mucho a la sustituci¨®n de varios miembros de la guarnici¨®n, a cuyo frente acaba de llegar no hace mucho un teniente nuevo, joven y con instrucciones de atajar esta actividad, cuyos promotores son conocidos pero nunca apresados.
El de Isla Cristina es un contrabando de altura. Un barco madre de gran tonelaje para en alta mar, aunque no muy lejos de la costa, y barcos peque?os recogen la carga y la transportan hasta la playa. Desde all¨ª se reparte por un amplio arco de Andaluc¨ªa occidental, o va a¨²n m¨¢s lejos. Es un contrabando de tabaco rubio, de v¨ªdeos, de transistores.
En Ayamonte el contrabando es m¨¢s modesto, pero existe. Est¨¢n los barcos o las motoras que cruzan en busca de pescado, que burlan la aduana y obtienen as¨ª ganancias por su diferencia de precio respecto al importado legalmente. Como este ¨²ltimo suele dirigirse a Sevilla o Madrid, el que pasa de contrabando suele quedarse m¨¢s bien en la zona, mezclado con el que ha podido ser pescado legalmente en las aguas espa?olas.
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