Alfonso Guerra y Regis Debray quieren ser considerados ciudadanos normales
Ambos defendieron al intelectual que trabaja por sus ideas desde el poder
En el di¨¢logo sobre El intelectual y el poder, sostenido anoche en el Instituto Franc¨¦s de Madrid con el intelectual franc¨¦s Regis Debray, el vicepresidente Alfonso Guerra asegur¨® que "ejerzo de ciudadano normal, a veces mal comprendido, pero lo intento". Guerra se identificaba as¨ª con el derecho reclamado por Debray, en su d¨ªa colaborador con la guerrilla en Suram¨¦rica y ahora ayudante del presidente Fran?ois Mitterrand, de no ser catalogado como "un intelectual de izquierda". Ambos rechazaron la cl¨¢sica consideraci¨®n del intelectual como "bueno", y del pol¨ªtico como "malo", distinci¨®n maniquea planteada desde una larga presentaci¨®n por el moderador, Ram¨®n Luis Acu?a.
Debray dijo no definirse como un intelectual de izquierda, pues en Europa esto puede significar un hombre que habla por los dem¨¢s, no paga las consecuencias de lo que escribe, olvida que las palabras pueden matar y a menudo no conoce de lo que habla. "Reclamo el derecho de ser un ciudadano corriente, sin privilegios", dijo. El autor de El poder intelectual en Francia (1979) explic¨® que los intelectuales suelen quejarse de no tener poder, pero lo tienen. El riesgo del intelectual es querer complacer a la opini¨®n p¨²blica. El llamado cuarto poder lo es de tal modo que puede llevar al intelectual a una postura dom¨¦stica. Es necesario, adem¨¢s, revisar la idea de que el poder, como el sexo para la moral victoriana, es una suerte de actividad vergonzosa que se ejerce por la noche y a oscuras.Para Alfonso Guerra -que, seg¨²n ha declarado en otras ocasiones, tom¨® conciencia pol¨ªtica cuando vio los obst¨¢culos del franquismo a la cultura-, en Espa?a se ha consagrado el t¨®pico de condenar al intelectual que trabaja con el poder -como si perdiera independencia, lo que rechaz¨®-, y no se piensa en la mayor¨ªa de intelectuales que trabajan para otros poderes, no tan oficiales.
Listos y torpes
Ironiz¨® Guerra sobre la hipocres¨ªa de la sociedad, que en Espa?a ha atribuido a la izquierda el papel de "rejos, pero listos", y a la derecha, el de "buenos, pero torpes". Ello hizo posible que durante la dictadura se construyeran grandes mitos intelectuales. Antes, explic¨®, bastaba que el artista levantara el pu?o. Ahora es necesario que lo levante por lo menos con est¨¦tica. En otro momento aludi¨® al posmodernismo como s¨ªntoma de narcisisimo esteticista.
Seg¨²n Debray, el ¨²ltimo gran debate de los intelectuales en Francia ha sido "sobre ellos mismos": el llamado "silencio de los intelectuales", cuya causa, sugiri¨®, se deber¨ªa a la ausencia de razones para movilizarse contra el poder. En el coloquio posterior, una asistente propuso como raz¨®n un cambio de la lucha por la colectividad a la aventura individual.
El papel del poder -es decir del Estado- es, para Debray, el de procurar los medios para que "los intelectuales puedan ser inteligentes". Guerra advirti¨® sobre la posible seducci¨®n, por el poder, de los intelectuales, como ocurri¨® en el Reino Unido, donde los Angry young men (los j¨®venes airados) fueron seducidos por "los c¨®cteles de palacio". Por lo dem¨¢s. Guerra se mostr¨® esc¨¦ptico sobre la rentabilidad del intento. Frente a cierto escepticismo de Debray sobre el debate, Guerra consider¨® que hay una tarea com¨²n a pol¨ªticos e intelectuales, que es la liberaci¨®n del hombre de la miseria. Debray reconoci¨® tener dificultades para reconciliar en ¨¦l al pol¨ªtico y al intelectual. Guerra, no: "Si acepto que soy un pol¨ªtico, lo que dudo, y si acepto que soy un intelectual, lo que dudo todav¨ªa m¨¢s, la convivencia entre ambos me es f¨¢cil".
Babelia
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