La ambici¨®n secreta del eslab¨®n perdido
Asesor especial del presidente Mitterrand, Debray es el eslab¨®n perdido del intelectual comprometido, seg¨²n el paradigma acu?ado en la rive gauche duran te los primeros a?os treinta, cuando Par¨ªs era la capital intelectual del antifascismo. Malraux sirvi¨® de modelo para el retrato, y algo de malrauxiano hab¨ªa en aquel joven Debray que se fue a Bolivia a hacerle una fotograf¨ªa a la revoluci¨®n o a que el Che le regalara el quehacer de un guerrillero. A¨²n no se sabe.La c¨¢rcel y la responsabilidad de ser el pen¨²ltimo mohicano de una raza nacional de intelectuales m¨ªticos modificaron la imagen inicial de muchacho de buena familia, disfrazado de vencido guerrillero, y su talento supo estar a la altura de necesarios cambios de look, de lenguaje o de funci¨®n. Premio F¨¦mina por La neige br?le, racionalizador del socialismo posible y tal vez in¨²til o de la adaptaci¨®n del intelectual a la servidumbre de un poder hist¨®ricamente bien intencionado, ?acaso el t¨ªtulo de su primer libro de ¨¦xito, Revoluci¨®n en la revoluci¨®n, no era el anuncio de la posrevoluci¨®n?
Malraux, Camus, Merleau-Ponty o Sartre vivieron tiempos m¨¢s agradecidos, m¨¢s dispuestos a dar por supuestas la honestidad y la pureza cong¨¦nitas del intelectual comprometido con la utop¨ªa. Debray ha tenido que v¨¦rselas con tiempos m¨¢s c¨ªnicos, en los que siguen aplazadas causas fundamentales de emancipaci¨®n, perfectamente delimitadas y formuladas desde los a?os veinte. Feroces tiempos en los que hay que reconocer que Kissinger ha sido m¨¢s determinante en la formaci¨®n de la conciencia hist¨®rica dominante en Occidente que toda la polim¨®rfica tradici¨®n de la conciencia intelectual cr¨ªtica. Malraux a¨²n pudo posar para un retrato ¨¦pico, Debray posa en la fotograf¨ªa colectiva de un socialismo posibilista, condenado a enviar a la toma de posesi¨®n del presidente de Nicaragua una delegaci¨®n emblem¨¢ticamente vergonzante. Pero si examinamos esa fotograf¨ªa colectiva con detenimiento, comprobaremos que Debray conserva ciertos rastros del viejo continente de los condottieri rojos, y no es casualidad que comparta con Alfonso Guerra el cartel de una conferencia sobre Participaci¨®n o compromisos. Tambi¨¦n Guerra retiene un continente jacobino y conspiratorio de personaje de Camus antes de la guerra de Argelia. Debray y Guerra anuncian la permanencia en el mercado de la posibilidad de revoluci¨®n sin revoluci¨®n, y la avalan con la servidumbre del intelectual que no conf¨ªa en la habilidad de los pol¨ªticos para reorientar est¨¦ticamente las desorientaciones ¨¦ticas.
La nueva derecha odia a Debray precisamente por su condici¨®n de culto, compromisario de la posrevoluci¨®n, y en cambio, la vieja izquierda lo distingue como una oveja rosa extra?amente nacida de la antigua estirpe roja. A Mitterrand le ha sido muy ¨²til. Le ha permitido sentar a la mesa del poder a uno de los pocos profetas desarmados que a¨²n se tienen en pie. Al margen de consideraciones y utilizaciones pol¨ªticamente interesadas, Regis Debray ha conseguido ser un excelente escritor, que es la secreta ambici¨®n de todos los intelectuales comprometidos que en el mundo han sido: pasar a la historia mediante la seducci¨®n del lenguaje.
Babelia
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