El PDP, ante su segundo congreso
El Partido Dem¨®crata Popular celebra estos d¨ªas su segundo congreso nacional. La convocatoria de este congreso se produce en un momento en que se observan amplias maniobras en todas las fuerzas pol¨ªticas del arco parlamentario con vistas a posicionarse ante las pr¨®ximas elecciones. Puede sorprender, en este contexto, y cuando tanto se habla de estrategia, de operaciones, de coaliciones o de pactos, que el PDP dedique el tiempo central de su congreso a discutir y aprobar su programa b¨¢sico antes que a la discusi¨®n de una ponencia de estrategia pol¨ªtica.
Con el congreso del PDP se trata de dejar constancia de c¨®mo entendemos que deben afrontarse las grandes l¨ªneas de esa pol¨ªtica alternativa que proponemos para Espa?a, capaz de abrir las puertas de un futuro distinto de aquel al que la inercia nos conduce. De ah¨ª el lema del congreso: "Otra pol¨ªtica, otro futuro". De ah¨ª tambi¨¦n que pueda afirmarse que el PDP saldr¨¢ de su segundo congreso con un programa b¨¢sico al que habr¨¢ de guardar fidelidad en cualquier operaci¨®n pol¨ªtica en la que comprometa su esfuerzo o su palabra.Esa preocupaci¨®n esencial no impedir¨¢ que el partido se pronuncie sobre aspectos instrumentales de la pol¨ªtica, en definitiva sobre "estrategia". En tal sentido se dice que est¨¢ en marcha una operaci¨®n para articular la gran derecha, y se espera el pronunciamiento de nuestro congreso. Vaya por delante mi convicci¨®n de que si tal operaci¨®n existe, poco podemos decir los hombres y mujeres del PDP respecto de la misma, excepto, quiz¨¢, saludarla con el positivo afecto con que se recibe cualquier renovaci¨®n o fortalecimiento del aliado o del amigo. Para nosotros la cuesti¨®n central sigue siendo articular una propuesta pol¨ªtica capaz de atraer, junto a los votos de esa derecha en renovaci¨®n, al electorado centrista, a esas extensas capas medias de la poblaci¨®n que viven con preocupaci¨®n el presente y contemplan con escepticismo y aun con desesperanza su inmediato futuro.
Algunos l¨ªderes pol¨ªticos han calificado este planteamiento como "obsesi¨®n por el pacto". A, mi entender, s¨ª a alguna obsesi¨®n responde este an¨¢lisis es a la obsesi¨®n por la realidad. La ley Electoral espa?ola prima fuertemente a las opciones mayoritarias al tiempo que castiga a las minoritarias. Es un hecho que a la polarizaci¨®n del voto de izquierdas producido en tomo al PSOE no puede responderse desde la dispersi¨®n y la multiplicidad de alternativas. Es un hecho, asimismo, que desde la confrontac¨ª¨®n permanente de liderazgos no se genera el clima necesario para aglutinar voluntades mayoritarias.
S¨ª cabe alegar de contrario una cierta obsesi¨®n en quienes se resisten a un pacto que muchos entendemos necesario. Es la obsesi¨®n por la soledad. Parece como s¨ª en el pensamiento de ciertos l¨ªderes se concibiera al votante centrista incapaz de aceptar una propuesta electoral que no venga de una fuerza pura e incontaminadamente centrista. La realidad proporciona evidencias de que ese es un planteamiento equivocado. Por v¨ªa positiva, buena parte de ese electorado vot¨® al PSOE en 1982 en la esperanza de un cambio que no ha dado los frutos esperados; por v¨ªa negativa ese mismo electorado dej¨® de votar en la misma fecha a UCD o al CDS.
Pienso que de muchos reformistas y centristas de la hora actual podr¨ªa decirse con justicia, de persistir en su soledad, lo contrario que del Tercer Estado se dir¨ªa antes de la Revoluci¨®n Francesa: "Hoy todo, ma?ana nada". Desafortunadamente, la comprobaci¨®n del aserto comportar¨ªa que todos, quienes mantienen su obsesi¨®n por la soledad y quienes profesamos obsesi¨®n por el realismo, habr¨ªamos aceptado una estrategia que s¨®lo puede traducirse en un fracaso electoral. No es catastrofismo decir que una segunda victoria electoral del PSOE pudiera tener consecuenc¨ªas graves para Espa?a, ni se hace tal afirmaci¨®n a humo de pajas. Se trata de un juicio de valor consiguiente a un riguroso y sereno an¨¢lisis respecto a los ejes de la pol¨ªtica socialista.
Entiendo que en la ra¨ªz de la estrategia del Gobierno socialista est¨¢ la consideraci¨®n de que 10 millones de votos en 1982 suponen como renta casi cierta la prolongaci¨®n del mandato en una segunda legislatura. Por ello se ha dise?ado lo que puede calificarse como estrategia, de doble legislatura.
Se trata de establecer en esta primera etapa instrumentos de control social desde el poder, y a tal labor se dedican los ministros de Educaci¨®n, Justicia, Presidencia o Sanidad. M¨¢s tarde se tratar¨¢, con la utilizaci¨®n de tales instrumentos, de transformar la hegemon¨ªa pol¨ªti ca en hegemon¨ªa social.
De ah¨ª a proclamar la irreversibilidad de las conquistas socialistas no hay m¨¢s que un paso, y ello debe mover a preocupaci¨®n a quienes estamos lejos del ideal colectivista y a quienes hacemos del hombre, y no del Estado, el eje y el norte de nuestra vida pol¨ªtica. Los hombres y mujeres del PDP, por fidelidad a los principios que defendemos, tenemos la obstinada preocupaci¨®n de formular una propuesta alternativa. En ese contexto, y con los condicionamientos impuestos por la realidad, debemos afrontar la cuesti¨®n del liderazgo. Muchos entendemos que la controversia abierta en torno a la direcci¨®n de la coalici¨®n que nos parece necesaria es alimentada artificiosamente desde sectores ajenos al centro y la derecha. Divide y vencer¨¢s es una vieja y sabia m¨¢xima con plena vigencia actual.
Una cosa s¨ª puede afirmarse desde el PDP, partido que, como se sabe, ha renunciado a proponer candidato propio a la presidencia del Gobierno. No es ¨¦tico plantear batallas de desgaste a determinados l¨ªderes sin ofrecer al tiempo alternativas. Con eso perdemos todos. Tenemos plena consciencia de que aunar voluntades y asociar esfuerzos presenta dificultades importantes; precisamente por ello, tal vez no sea ocioso recordar aqu¨ª que la pol¨ªtica ha sido definida con acierto como el arte de hacer posible lo necesario.
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