Declaraci¨®n de Nueva Delhi
Los jefes de Estado o de Gobierno de seis pa¨ªses de cuatro continentes -tres no alineados, uno neutral y uno de la Alianza Atl¨¢ntica- pidieron el pasado lunes a las grandes potencias que respeten el espacio exterior como "una frontera de paz" y cesen la carrera de armas nucleares. Miguel de la Madrid (M¨¦xico), Ra¨²l Alfons¨ªn (Argentina), Rajiv Gandhi (India), Julius Nyerere (Tanzania), Olof Palme (Suecia) y Andreas Papandreu (Grecia) pidieron, en un esfuerzo por equilibrar el poder de las superpotencias, la supresi¨®n de todo ensayo de nuevo armamento at¨®mico y la prohibici¨®n del desarrollo, producci¨®n y despliegue de las armas especiales.
Hace 40 a?os, cuando estall¨® la bomba at¨®mica sobre Hiroshima y Nagasaki, la raza humana comprendi¨® que pod¨ªa destruirse a s¨ª misma y el horror vino a morar entre nosotros (...). Durante las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, naciones y seres humanos han ido perdiendo de forma casi imperceptible el control determinante sobre su vida y sobre su muerte. Un reducido y distante grupo de personas y de m¨¢quinas son quienes deciden nuestro destino. Cada d¨ªa que vivimos es un d¨ªa de gracia, como si la humanidad estuviera prisionera en una celda de Ia muerte a la espera del momento imprevisible de su ejecuci¨®n (...).Nos hallamos en esta situaci¨®n porque los Estados que poseen el arma nuclear han venido aplicando doctrinas militares de tipo tradicional en un mundo en el que las nuevas armas han vuelto anacr¨®nicas aquellas ideas. ?Qu¨¦ sentido tiene hablar de superioridad o equilibrio nuclear cuando cada bando tiene armamento suficiente para destruir una docena de veces el planeta? Si en el futuro se aplican las antiguas doctrinas, el holocausto acabar¨¢ por ser inevitable (...).
Como consecuencia de recientes estudios atmosf¨¦ricos y biol¨®gicos se ha llegado a la conclusi¨®n de que, adem¨¢s de la explosi¨®n, el calor y la radiaci¨®n, la guerra nuclear, incluso a escala limitada, desencadenar¨ªa un invierno at¨®mico de ¨¢rticas proporciones que convertir¨ªa la tierra en una masa sombr¨ªa y helada que pondr¨ªa en peligro la existencia de todas las naciones, incluso de las m¨¢s alejadas del teatro nuclear. Ello nos hace pensar que es todav¨ªa m¨¢s urgente llevar a cabo una acci¨®n preventiva para prohibir para siempre el uso de las armas nucleares y la posibilidad de una guerra at¨®mica. En nuestra declaraci¨®n conjunta de 22 de mayo de 1984 ped¨ªamos a los Estados que poseyeran el arma nuclear que pusieran fin a la carrera de armamentos. Nos sentimos alentados por el eco mundial a nuestro llamamiento (...). Los Estados que poseen el arma nuclear tienen una especial responsabilidad a causa del peligro inherente a una carrera de armamentos. Les exhortamos a que se nos unan en la b¨²squeda de un nuevo rumbo. Damos la bienvenida al acuerdo alcanzado en Ginebra el 8 de enero de 1985, entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos, para negociar "un conjunto de temas que se refieren a las armas nucleares y espaciales -tanto de largo como de medio alcance-, junto con todo aqueillo que competa a la relaci¨®n entre las mismas". Le damos la m¨¢xima importancia al objetivo declarado de estas negociaciones: impedir que se desencadene una carrera de armamentos en el espacio y dar conclusi¨®n a la misma en la tierra, para lograr la eliminaci¨®n de las armas nucleares en todo el mundo. Esperamos que las dos superpotencias den cumplimiento dentro de la buena fe a este compromiso (...).
Reiteramos nuestro llamamiento para una suspensi¨®n total de las pruebas nucleares, su producci¨®n y su despliegue, as¨ª como de sus sistemas de lanzamiento. Semejante medida facilitar¨ªa en gran manera las negociaciones. Dos medidas espec¨ªficas requerir¨ªan especial atenci¨®n: la evitaci¨®n de la carrera nuclear en el espacio exterior y un tratado general de prohibici¨®n de, pruebas nucleares.
El espacio exterior debe servir para el beneficio de toda la humanidad y no como campo de batalla del futuro. Por esta raz¨®n, hacemos un llamamiento para la prohibici¨®n del desarrollo, prueba y despliegue de toda clase de armas nucleares en el espacio. Una carrera de esas caracter¨ªsticas ser¨ªa enormemente costosa y tendr¨ªa graves efectos desestabilizadores. Tambi¨¦n pondr¨ªa en peligro una serie de acuerdos sobre limitaci¨®n de armamentos y desarme.
Exhortamos, adem¨¢s, a los Estados con armamento nuclear a que cesen inmediatamente en las pruebas de esas armas y a que concluyan en breve un tratado prohibiendo ese tipo de pruebas (...). Estamos convencidos de que todas estas medidas, en la forma en que fuera necesario, pueden ir acompa?adas de adecuados y equitativos controles de comprobaci¨®n (...). Al mismo tiempo, es urgentemente necesario transferir esos preciosos recursos que se derrochan en gastos militares al desarrollo social y econ¨®mico (...).
El futuro de todos los pueblos est¨¢ en peligro. Como representantes de Estados que no poseen armas nucleares, no cesaremos de expresar nuestra leg¨ªtima preocupaci¨®n y hacer o¨ªr nuestras demandas
Exhortamos a los pueblos, Parlamentos y Gobiernos de todo el mundo a que den un fuerte apoyo a este llamamiento (...).
Mace 40 a?os, en Hiroshima, en Nagasaki, en San Francisco, el horror de la guerra nuclear se vio combatido por el de la esperanza de la paz. Quisi¨¦ramos que este a?o de 1985 fuera el a?o en el que la esperanza empezara a prevalecer sobre el terror. Nos permitimos esperar que para el 24 de octubre pr¨®ximo, cuadrag¨¦simo aniversario de la creaci¨®n de las Naciones Unidas, podamos ver c¨®mo se toman las primeras medidas concretas para conjurar esta amenaza a la supervivencia de toda la humanidad.
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