Avisos a los que se manifiesten contra el cierre de v¨ªas f¨¦rreas
Oigo que unas cuantas gentes andan, en medio de la conformidad general, disponi¨¦ndose a no consentir en esa combinaci¨®n de tiran¨ªa tecnocr¨¢tica y memez corriente que ha venido a dar en la idea de suprimir kil¨®metros de ferrocarril con el motivo declarado de falta de rentabilidad.Acaso pueda, por mi parte, presumir de una cierta veteran¨ªa en esta lucha por el progreso en contra de las ideas que, por reproducci¨®n maquinal, est¨¢n condenando a muerte las promesas que el progreso nos tra¨ªa: por ejemplo, la revista V¨ªa Libre me dio el a?o pasado unas p¨¢ginas para apuntar algo sobre los enga?os dominantes acerca del ferrocarril; y todav¨ªa la pasada primavera estaba sobre un podio en la estaci¨®n de Chamart¨ªn pronunciando el preg¨®n de las fiestas del tren que por entonces se organizaron. Y como resulta que, pese a la buena voluntad de algunos hombres de la Renfe que a aquello me invitaban, la respuesta recibida al preg¨®n susodicho y a la tertulia montada el d¨ªa antes con personas de la Administraci¨®n en fastuoso vag¨®n parado ha sido, en este caso, hacer casi exactamente aquello contra lo que all¨ª se razonaba y seguir destrozando el ferrocarril desde arriba por inerte cesi¨®n a lo que los tiempos mandan, y como, por otra parte, por cierto, no habiendo recibido de la Renfe en la ocasi¨®n otra cosa que la honrosa invitaci¨®n para ello, estoy de paso libre de haber contribuido ni con una peseta al desastre econ¨®mico que los gastos de administraci¨®n le acarrean, al parecer, a la compa?¨ªa, pues en fin, ya ven, puede que todo ello me deje en lugar propio y con ciertos ¨¢nimos para intentar prevenir a los que estos d¨ªas y estos a?os se levanten contra la pol¨ªtica de cierres y rentabilidades sobre algunos enga?os que pueden hacer menos eficaces sus protestas.
Y no s¨¦, la verdad, si estas manifestaciones pueden servir para algo; pero se trata al menos de voces que vienen de abajo, de la gente (incluidos en ella muchos empleados de la Renfe), y con ello basta para que se intente prestar alguna ayuda; desde luego, apenas hay motivo tan pintiparado (s¨®lo la concentraci¨®n escolar con sus autobusadas diarias de ni?os se le puede comparar en estupidez y ferocidad) para que la gente se levante contra el posicionamiento memocr¨¢tico de la Administraci¨®n (eso del posicionamiento se lo he o¨ªdo en un taxi a un locutor esta ma?ana, y me ha dejado prendado), contra las instancias que all¨¢ en lo alto se dedican (sin que sus propios funcionarios, claro, se den mucha cuenta de ello) a la destrucci¨®n de los pueblos y de la posible vida de las gentes en nombre del dinero sublime y de lo que el tiempo mande.
Vayan, pues, estos avisos, para lo que sirvan.
1. No picar nunca en el cebo de hacer una defensa rom¨¢ntica y sentimental del ferrocarril: por el contrario, se trata de hacer una y otra vez ver lo evidente: que el tren y el camino de hierro son el invento verdaderamente pr¨¢ctico y apropiado para resolver cualesquiera problemas de tr¨¢fico de personas o de mercanc¨ªas, por campos o por ciudades: comparar incansablemente una red de metros y tranv¨ªas con el potaje de tr¨¢fico automovil¨ªstico de las urbes (demostrando que no depende de medidas de organizaci¨®n ni del mejor alcalde, sino que es inherente a la idea misma del autom¨®vil); comparar asimismo una hilera de camionazos por las pistas siniestras de la noche con... ?un tren de mercanc¨ªas! Ver y hacer ver a cualquier prop¨®sito que la elecci¨®n del autom¨®vil y la autopista no tiene tras de s¨ª nada de pr¨¢ctico, como no sean los enormes intereses que se han formado en tomo a la gasolina; pero eso no es pr¨¢ctico: no es m¨¢s que dinero de los que creen en ¨¦l, y cuando se cede a esos intereses, h¨¢gase que se haga al menos descaradamente, y no queriendo presentar la cosa como progreso y utilidad para los usuarios.
Nota a I. Sobre todo, re¨ªrse de los que os hablen todav¨ªa de lo personal del autom¨®vil y de su ventaja para la libertad individual: despu¨¦s de sacarles la lista de las esclavitudes de cualquier propietario de coche en Madrid mismo, recordarles sencillamente, en contra de la ilusa proclamaci¨®n de la propaganda (incluida las ilusiones de los que declaran gusto y pasi¨®n por el volante: ya se sabe con qu¨¦ facilidad se crean los gustos y pasiones personales) algunas evidencias que se callan: que el autom¨®vil lo que hace es convertir a todos (quitando los pocos potentados y ministros que tengan ch¨®fer) en ch¨®feres y mec¨¢nicos, esto es, reducirlos a la servidumbre: el tren nos hace a todos libres y se?ores.
II. No caer en la trampa, cuando se venga a discusi¨®n, de comparar la carretera y sus medios de transporte con el ferrocarril tal como est¨¢ ah¨ª: no dejar olvidar ni por un momento que es precisamente el desarrollo, realmente injustificado, del autom¨®vil, la gasolina y la autopista lo que ha impedido el desarrollo, natural y f¨¢cil, del ferrocarril en casi lo que va de siglo: impedido que se siguiera haciendo la doble v¨ªa en las l¨ªneas que lo requirieran, que se siguieran las l¨ªneas electrificando, que se multiplicaran las l¨ªneas secundarias y de v¨ªa estrecha..., en fin, todo lo que est¨¢ en germen en el invento del ferrocarril, mientras que se le obligaba al ferrocarril, por medio de una Administraci¨®n cegata, a competir con el auto y el avi¨®n por donde no deb¨ªa, por la emulaci¨®n servil de las torpes ventajas del avi¨®n y el auto (la velocidad, por ejemplo, ?vive Dios!, con la falta que les hace andar a 300 por hora a los que se dedican a hacer lo que est¨¢ hecho), en vez de competir por el desarrollo de sus ventajas propias, imposibles para el transporte a¨¦reo ni la carretera. Es con eso, con lo que el tren es en s¨ª, no con lo que se le tiene reducido a ser, con lo que debe hacerse la comparaci¨®n, y a ver entonces lo que resulta.
Nota a II. Esto se aplica directamente a la cuesti¨®n de las rentabilidades: se calcula la rentabilidad de l¨ªneas atendidas a lo mejor con un par de TER diarios de dos vagones y que la gente ha acabado, a fuerza de desidia y mal servicio, por abandonar, en vez de tirar por el camino que a cualquiera le parecer¨ªa el indicado, mejorar los servicios a toda costa, hasta lograr hacerlos de verdad competitivos (que lo que es poblaci¨®n de posibles usuarios no falta todav¨ªa a lo largo de las l¨ªneas declaradas no rentables, pese al proceso de desertizaci¨®n de los pueblos entre las urbes que al capital tecnocr¨¢tico promueve), o sea, un caso eximio de tomar el r¨¢bano por las hojas. Pero as¨ª es como se escribe la historia seguramente.
III. Recordar que la Renfe ha sido tradicionalmente deficitaria, y si contaba con el apoyo del Gobierno era precisamente porque no se la consideraba una empresa cuya vida debiera depender de su ganancia, sino una instituci¨®n beneficiosa para las poblaciones: se segu¨ªa sabiendo que desde su invento el ferrocarril no s¨®lo acud¨ªa a enlazar centros populosos, con los que la ganancia de la l¨ªnea estuviera de antemano asegurada, sino que era ¨¦l el que llevaba vida a los pueblos por donde pasaba, y que gracias precisamente a la v¨ªa y a su estaci¨®n pod¨ªan llegar tambi¨¦n un d¨ªa hasta a ser rentables. ?De d¨®nde
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Avisos a los que se manifiesten contra el cierre de v¨ªas f¨¦rreas
Viene de la p¨¢gina 9diablos quiere ahora volv¨¦rsenos del rev¨¦s la cosa y justificar el cierre de v¨ªas y abandono de estaciones por razones econ¨®micas, como si se estuviera juzgando a una empresa dedicada a su propio lucro? ?Cu¨¢nto le rentan al Estado las carreteras y autopistas no entregadas a la administraci¨®n privada, y en las que se consume tan gran parte de nuestros impuestos?
Nota a III. Por cierto, que un Gobierno socialista deb¨ªa sentirse especialmente sonrojado (pero ?se sonrojan los Gobiernos?) de hacer suya semejante tergiversaci¨®n y tomar como serio y realista el c¨¢lculo de rentabilidades de la Renfe seg¨²n los m¨®dulos que la empresa privada impone; y m¨¢s sonrojado a¨²n, si cabe, de sacar todav¨ªa como justificaci¨®n del cierre la atenci¨®n a la exigencia de los tiempos y que con medidas como ¨¦sa nos est¨¢n preparando para el siglo XXI: el siglo XXI, que es una idea casi decimon¨®nica.
IV. Cuando os saquen el d¨¦ficit de la Renfe y os presenten esas medidas de cierre como medio de sanear sus cuentas, pedir lo primero que os saquen las cuentas de los gastos de administraci¨®n de ese organismo (todos aquellos, quiero decir, que no consistan en compra y reparaci¨®n de material m¨®vil, pago de personal de v¨ªas y estaciones, aumento y mantenimiento de ra¨ªles, terraplenes y edificios..., ya me entienden), y con ayuda de los hombres de bien que hay todav¨ªa dentro de la Renfe misma, calcular cu¨¢l es el tanto que a la poca rentabilidad de las l¨ªneas suprimidas les corresponde dentro de ese entrevisto pi¨¦lago de despilfarros. Y, por ejemplo, exigir que se os haga una cuenta fiel de lo que ha costado, en horas de altos funcionarios (que son horas caras) dedicados a elaborar el plan, en trabajo de oficina y de ordenadores (que a lo mejor estaban all¨ª porque se las hab¨ªa comprado, caras, y no ten¨ªan cosa mejor que hacer) empleado en calcular las rentabilidades de cada tramo de las l¨ªneas, en reuniones y tr¨¢mites y papeleo para instrumentar, como ellos dicen, los acomodos de material y personal que el plan trae consigo..., en fin, lo que se ha gastado tan s¨®lo en este plan de supresi¨®n de l¨ªneas por baja rentabilidad; y contar a ver si acaso con ese gasto no habr¨ªa bastado para cubrir las faltas de rendimiento de esas l¨ªneas durante un a?ito o un par de ellos, en tanto que se iba viendo a ver qu¨¦ se pod¨ªa hacer para mejorarlas.
Ap¨¦ndice a IV. Y preguntar, al paso, c¨®mo es que las explotaciones que la Renfe tiene cedidas a empresas privadas, Wagons Lits, Talgo, etc¨¦tera, se arreglan en cambio para ser rentables.
V. Recordar, en fin, que el ferrocarril s¨®lo se defiende atacando a lo que lo tiene reducido a su miseria, a la que estos golpes desde arriba (empresa y Gobierno de consumo) quieren darle el golpe de gracia: atacando al autom¨®vil y la autopista de primeras, al avi¨®n en segundo t¨¦rmino; y por tanto, rechazar todo prop¨®sito de componendas, el tren para lo suyo, el auto para lo suyo, cuando se sabe que el auto est¨¢ haciendo muy mal lo que puede hacer muy bien el tren. Sospechar incluso (?por qu¨¦ no?: ?ad¨®nde no puede llegar la estupidez cuando manda?) si no ser¨¢ que, despu¨¦s de haber cedido el transporte de mercanc¨ªas, para el que era el ferrocarril el medio propio, a las empresas de camiones, medio incomparablemente m¨¢s torpe y atrasado, despu¨¦s de haber conseguido la gasolina levantar los ra¨ªles de tranv¨ªas por las ciudades, para llegar al caos en que hoy est¨¢n sumidas, despu¨¦s de haber servilmente desarrollado vagones para cochecitos, para que pueda usted viajar con su auto a cuestas, ahora tambi¨¦n est¨¢ pensando la Renfe (la Renfe -digo: que sus funcionarios no tienen por qu¨¦ darse mucha cuenta del asunto-) en organizar ella y aumentar sus servicios por carretera, a ver si, abandonando tambi¨¦n ella la v¨ªa f¨¦rrea, llega a ser la Renfe tan rentable como las empresas de autobuses. Y frente a tales manejos de la ceguera, que siempre cabe: sospechar, mantener firme el principio, claro y material, del invento que lleva en sus entra?as el progreso: que el camino de hierro y la ristra de vagones son cosas que no se pueden sustituir con nada; y que ninguna reducci¨®n de las cosas materiales a las cuentas en abstracto sirva para daros el cambiazo y haceros creer que es lo mismo una fila de autos que un tren, que es lo mismo un mazacote de cemento y brea hundi¨¦ndose por esas tierras, tan torpe como costoso, que el ingenio ligero, relativamente barato y duradero a la par, de los ra¨ªles y traviesas sobre el lecho de guijarro.
VI. Y cuando fallen los argumentos y se venga a aquello de "Quiz¨¢ tengas raz¨®n, pero las cosas son as¨ª, y no puede darse marcha atr¨¢s, etc¨¦tera", no dejar que os enga?en con su imaginer¨ªa del tiempo esos tristes que, convencidos en sus tristes corazones de que aqu¨ª no hay que hacer m¨¢s que lo que est¨¢ hecho, andan a cada paso queriendo deducir del "es as¨ª", "por tanto, tiene que ser as¨ª". Frente a ellos, recordad que toda esta vuelta atr¨¢s o equivocaci¨®n del progreso, en que se inscriben medidas desgraciados como ¨¦sta, est¨¢ sencillamente promovida por triste servicio a los intereses de las explotaciones ligadas con el auto y la gasolina, desde el triste operario de gasolinera en descampado a los directivos de multinacionales, a los altos ejecutivos de los ministerios y a los jeques ¨¢rabes: una explotaci¨®n, por cierto, que ya va haci¨¦ndose visible a los ojos de cualquiera que no tiene trazas de poder aguantar ni otros 50 a?os. Claro que los hombres de empresa metidos en esos intereses se dir¨¢n para s¨ª (sin tampoco dec¨ªrselo muy claro) "Y a m¨ª, ?qu¨¦?: yo dentro de 50 a?os no voy a estar vivo, y el hijo ya invertir¨¢ en otra cosa lo que ahora le exprimamos todav¨ªa a la gasolina"; y a¨²n puede que haya ministros por esas tecnocracias de Dios que por lo bajo piensen que no s¨®lo no van a vivir 50 a?os para ver la cat¨¢strofe del auto, sino que ni siquiera van a durar en el poder lo bastante para que la falacia de sus c¨¢lculos estalle.
Ep¨ªlogo. Pero en cambio, vosotros, gentes de por ac¨¢ abajo que vay¨¢is a manifestaros contra este cierre de ferrocarriles de vuestros pueblos por c¨¢culos de rentabilidad, vosotros no est¨¢is vendidos a tales intereses ni ten¨¦is por qu¨¦ echar cuentas con el futuro: ni siquiera hace falta que pens¨¦is en vuestros nietos, quienes est¨¢is luchando por devolverles el ferrocarril y las v¨ªas razonables del progreso: porque es que lo que vale para siempre es lo que vale ahora mismo: en contra del dinero abstracto y la mentira impuesta como realidad, est¨¢is luchando sencillamente por el placer (el alegre tren frente a la tristeza del embotellamiento urbano y la autopista por los desiertos), y a diferencia de lo que os prediquen los nuevos curas de almas de las tecnocracias, al hacer por el com¨²n placer de ahora mismo, est¨¢is haciendo por la raz¨®n com¨²n de siempre.
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