Un alegato en favor de la complejidad
Tuvieron que coincidir al menos dos cosas para inducir a Estados Unidos a salir de la Unesco. Por una parte, est¨¢ la cr¨ªtica de la gesti¨®n presupuestaria y el giro pol¨ªtico de la organizaci¨®n mundial. Pero, por otra parte, existe ah¨ª una disposici¨®n por principio a desprenderse de v¨ªnculos internacionales y retirarse dentro de las cuatro paredes de casa. Pi¨¦nsese en la ruptura con el sistema monetario mundial en 1971 por parte del presidente Nixon y el ministro de Finanzas Connally con la justificaci¨®n de que Estados Unidos tiene tanto derecho como cualquier otro pa¨ªs a pensar primero en sus propios intereses.Por lo dem¨¢s, tampoco en Estados Unidos se acaba la vuelta hacia dentro con la racionalizaci¨®n de lo internacional. Ya desde hace alg¨²n tiempo se da tanta importancia a los lazos ¨¦tnicos como a la americanidad com¨²n. A¨²n pudiera ocurrir que el efecto m¨¢s duradero del aspirante a la presidencia Jesse Jackson resultase ser el haber acentuado de nuevo la conciencia de grupo de los negros y haber detenido as¨ª la asimilaci¨®n de los mismos.
Al mismo tiempo, el nuevo federalismo del presidente Reagan, es decir, la descentralizaci¨®n de las funciones del Estado, sorprendentemente ha demostrado no ser una ficci¨®n. En el sistema fiscal, en la administraci¨®n del Estado social y en otros ¨¢mbitos de la actividad p¨²blica ha habido en los cuatro ¨²ltimos a?os una retirada del Estado central a favor de los distintos Estados, e incluso de los municipios.
La vuelta hacia dentro, la revalorizaci¨®n de espacios m¨¢s peque?os no es en modo alguno un fen¨®meno americano. En la peque?a Europa ha adoptado formas a¨²n m¨¢s pronunciadas. Desde la escasa participaci¨®n en las elecciones europeas (y el gran n¨²mero de votos a partidos no europeos o antieuropeos), pasando por el programa franc¨¦s de descentralizaci¨®n de Defferre), hasta el elogio de las unidades abarcables, de las peque?as redes sociales, en muchos programas pol¨ªticos se distingue un hilo conductor que casi caracteriza el tema de estos a?os: small is beuatiful, o el regreso a la dimensi¨®n humana, por citar el libro de Fritz Schumacher.
A esta altura de los tiempos ya era hora para un cambio as¨ª. En todas las sociedades desarrolladas hemos estado demasiado tiempo aplaudiendo la idea de que las grandes creaciones son tambi¨¦n m¨¢s eficientes y m¨¢s racionales. Algunos monumentos de esta creencia, que alcanz¨® su punto culminante en los a?os sesenta, seguir¨¢n estropeando mucho tiempo nuestro panorama social. Entre ellos se encuentra la reforma territorial, a la que han sucumbido tantos nombres de ciudades y aldeas y tantas posibilidades de control democr¨¢tico. El Gran Hospital de Aquisgr¨¢n es un s¨ªmbolo especialmente convincente y visible de la creencia en las economies of scale, en la racionalidad de lo gigantesco. Esto, por cierto, es v¨¢lido tambi¨¦n, de otra manera, para la pol¨ªtica agraria europea, que nunca ha respetado las peculiaridades clim¨¢ticas, legales y culturales de las regiones.
As¨ª pues, es comprensible que hoy en d¨ªa se hayan invertido los t¨¦rminos: tanta descentralizaci¨®n como sea posible. Quien tiene que exponer razones no es quien aprueba muchos centros peque?os, sino quien quiere desplazar las decisiones a lugares lejanos y unidades grandes. Pero la inversi¨®n de la obligaci¨®n de presentar pruebas no puede significar que ahora todo tenga que estar descentralizado. Hay grandes temas en los que no resulta dif¨ªcil citar motivos para la actuaci¨®n estatal y, sobre todo, internacional. Quiz¨¢ sean incluso los temas elementales de nuestra existencia:
- El Estado de Derecho y el ordenamiento legal no pueden descentralizarse. Cierto que se puede hablar de las instancias de los tribunales y de la responsabilidad municipal de la polic¨ªa, pero por lo dem¨¢s, la descentralizaci¨®n del derecho y el orden no tardar¨ªa en conducir a la arbitrariedad y a las medidas defensivas y de autoprotecci¨®n de los ciudadanos (de la cual ya hay demasiado de todos modos).
- El mantenimiento de la situaci¨®n de bienestar exige condiciones marco y tambi¨¦n unidades de producci¨®n, cuya descentralizaci¨®n tropieza con estrechos l¨ªmites. Es cierto que tambi¨¦n en las grandes empresas ha pasado de moda cualquier centralismo superfluo, y las condiciones marco deber¨ªan ser preferentemente las del mercado, es decir, las reglas de juego para tomar decisiones aut¨®nomas. Pero la fiabilidad en el terreno monetario, la claridad del mercado mundial y tambi¨¦n las unidades econ¨®micas trasnacionales son condici¨®n necesaria del bienestar y la previsi¨®n social.
- La seguridad no se puede garantizar por medio de la descentralizaci¨®n, ni siquiera si se admiten teor¨ªas como la de Heinz Afheldt, seg¨²n la cual los soldados deben ser formados para la resistencia en peque?as unidades (partisanos). Sea cual sea la doctrina de defensa adecuada, en la era nuclear su validez debe ser mundial.
- Fritz Schumacher ha recomendado la "dimensi¨®n humana" precisamente tambi¨¦n para la pol¨ªtica de desarrollo ("tecnolog¨ªas intermedias" o "adaptadas") y por buenas razones. Tambi¨¦n una pol¨ªtica de desarrollo que no se limite a la transferencia de recursos requiere, no obstante, normas y organizaciones trasnacionales.
Con otras palabras: necesitamos organizaciones internacionales, necesitamos empresas trasnacionales, necesitamos la posibilidad de llegar mucho m¨¢s all¨¢ de las fronteras de lo abarcable por cada uno, para mantener un mundo -o quiz¨¢ crearlo primero- en que merezca la pena vivir.
Esto suena casi demasiado obvio para llevarlo al papel. Pero, como es sabido, lo que es razonable no siempre es real. La vuelta hacia dentro, que puede observarse de lejos, no es s¨®lo una reacci¨®n reflexiva al gigantismo de ayer. Es tambi¨¦n un cambio emotivo con sus propias pretensiones absolutas. De repente no s¨®lo todo lo peque?o se considera bello, sino que tambi¨¦n todo lo grande se considera feo y condenable. Cunde una nueva ingenuidad. A veces es s¨®lo conmovedora, pero a veces tambi¨¦n es agresiva. De ambas cosas ofrece ejemplos el movimiento pacifista, aunque, de forma diplom¨¢ticamente oculta, tambi¨¦n los Estados.
Los efectos de esta nueva ingenuidad son siempre adversos: o bien refuerza la tendencia ya existente de privar a las decisiones importantes de toda transparencia y control. Las manifestaciones continuas fomentan el car¨¢cter secreto de las operaciones militares. Probablemente el movimiento antinuclear m¨¢s bien ha
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Un alegato en favor de la complejidad
Viene de la p¨¢gina 9aumentado, tanto en el terreno civil como en el defensivo, el poder de los casi desconocidos expertos. Algo similar es v¨¢lido para las empresas trasnacionales que se han visto sometidas al tiroteo. As¨ª, lo necesario se convierte en una especie de c¨¢bala en la que se precipitan las simples emociones de los descentralizadores. Lo que ya no tiene lugar es el proceso, desde luego no f¨¢cil, del debate abierto e informado de las decisiones.O la nueva ingenuidad tiene un efecto sencillamente destructivo. En el nombre (abusivamente usado), sea de la naci¨®n sea de la democracia, se da la espalda a las inc¨®modas pero tan necesarias decisiones alejadas, incluso si esto supone que entonces ya no se toman en absoluto. As¨ª, Estados Unidos se convierte en destructor del sistema que ¨¦l mismo ha creado despu¨¦s de 1944 por intereses bien entendidos. As¨ª permiten los pa¨ªses europeos la decadencia lenta pero segura de la Comunidad Europea, sin la cual est¨¢n, sin embargo, perdidos. As¨ª se permiten numerosas econom¨ªas desarrolladas el costoso lujo del proteccionismo. As¨ª adoptan tambi¨¦n nuevos movimientos pol¨ªticos una postura de "despu¨¦s de m¨ª, el diluvio", cuyo consecuencia, si salieran victoriosos, ser¨ªa la indefensi¨®n y el empobrecimiento.
Por decirlo con una f¨®rmula: tanta descentralizaci¨®n como sea posible, tanta centralizaci¨®n como sea necesaria. Y hay que a?adir, no obstante, que ambas partes de la f¨®rmula deben tomarse en serio. Para cada ¨¢mbito de decisi¨®n hay un espacio pol¨ªtico adecuado. Para la pol¨ªtica monetaria, es el mundo; cualquier espacio menor, incluso el de los ecus, es siempre una soluci¨®n sustitutoria y de emergencia. Por el contrario, para la mayor¨ªa de los aspectos de pol¨ªtica exterior, el espacio id¨®neo es Europa. Para la ley y el orden sigue si¨¦ndolo, en general, el Estado nacional; para la pol¨ªtica agraria, la regi¨®n; para numerosas cuestiones de calidad de vida, el municipio; para la atenci¨®n social, las peque?as redes sociales, y para el bienestar econ¨®mico, empresas de los m¨¢s diversos tama?os, con su propia dial¨¦ctica de centralizaci¨®n y descentralizaci¨®n.
Incluso en un sentido m¨¢s estricto, el buen consejo sobre lo que hay que hacer no es muy caro. Se acumulan informes sobre la uni¨®n europea, propuestas para la reforma del sistema monetario mundial, planes para la pol¨ªtica de desarrollo, ideas para la reforma fiscal. No se trata en modo alguno de que no sepamos bastante sobre los espacios pol¨ªticos adecuados y sobre lo que hay que hacer en ellos. Lo que falta es m¨¢s bien otra cosa. En la Comunidad Econ¨®mica Europea, pero tambi¨¦n en el Fondo Monetario Internacional, en el GATT y en lugares parecidos, a este algo suele llam¨¢rsele voluntad pol¨ªtica. S¨®lo si los Estados miembros aportasen la suficiente voluntad pol¨ªtica de hacer lo correcto...
Lo que es necesario es, concretamente, un comportamiento antic¨ªclico. Despu¨¦s de la coyuntura de lo gigantesco, hoy vivimos la coyuntura de lo diminuto, o al menos el rechazo de todo lo grande y lejano. Ambas cosas eran y, sobre todo son, demasiado simples. Ahora bien, todas las grandes coyunturas son en cierto modo sencillas., La mayor parte de las veces se sube o se baja. Hoy d¨ªa a ello se a?ade una nueva predilecci¨®n por lo sencillo. Portavoces colectivos, diapositivas y botones han sustituido muchos debates y declaraciones. La gente tiene que proponerse ininterrumpidamente, en lugar de escuchar, reflexionar y dar razones de su postura. Puede que esto sea comprensible a la vista de la jerga de los expertos y las evasivas de los poderosos. No obstante, no basta.
?ste es un alegato sobre todo a favor de la complejidad. Sencillamente sucede que nuestro bienestar, nuestra seguridad y nuestra libertad descansan sobre una dif¨ªcil combinaci¨®n de elementos peque?os y grandes, nacionales e internacionales, descentralizados y centralizados. En lugar de avergonzarnos de ella deber¨ªamos estar dispuestos a convertir esta dif¨ªcil combinaci¨®n en tema de debate p¨²blico. En lugar de refugiarnos en una sensibler¨ªa simple, deber¨ªamos hablar tranquilamente de los espacios de decisi¨®n adecuados. En lugar de tirarnos mutuamente a la cabeza palabras t¨®picas, deber¨ªamos volver a aprender las virtudes de la argumentaci¨®n. Si no, pronto nos volveremos a ver en esa minor¨ªa de edad culposa de la que nuestros antepasados salieron hace ya casi 200 a?os.
ha sido comisario europeo y parlamentario de la RFA.
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