Un 'western' magistral
Para encontrar, fuera de la historia de la m¨²sica, una obra de arte cuyas leyes de elaboraci¨®n alcancen la precisi¨®n de un tiempo de cuarteto o de sinfon¨ªa hay que acudir a ciertos filmes. Uno de ellos es Winchester 73, realizado por Anthony Mann en 1950. Es un filme de perfecci¨®n comparable -desde los c¨¢nones de las leyes de la armon¨ªa- a la de Centauros del desierto, de Ford; Sed de mal, de Welles; El intendente Shanso, de Mizoguchi, o la de la hora inicial -¨²nica parte que no destroz¨® la pezu?a de Stalin- de Octubre, de Eisenstein, por citar s¨®lo unas muestras que nos orienten.?Es posible o¨ªr de verdad un movimiento de cualquiera de os ¨²ltimos cuartetos de Beethoven sin haber absorbido sus primeros acordes, de los que el resto es una, al mismo tiempo misteriosa y matem¨¢tica, deducci¨®n? La pregunta lleva su respuesta dentro: no es posible amputar el arranque de una fluencia tan cerrada sobre s¨ª misma. Lo mismo ocurre con Winchester 73: sin ver de verdad, sin guardar bajo la retina sus dos primeras secuencias -el encuentro casual de dos hermanos que se odian a muerte y su lucha por ganar un concurso de tiro-, el resto del filme pierde su impulso inicial de crecimiento y la tensi¨®n acumulada por estas en¨¦rgicas secuencias extrav¨ªa sus rutas y acaba por desorientar al espectador.
Winchester 73 es un western fronterizo y tr¨¢gico. El cine del Oeste, que surgi¨® de una ambici¨®n ¨¦pica -el asentamiento de emigrantes en territorios del oeste del Misisip¨ª-, fue desvi¨¢ndose de la epopeya hacia ficciones de corte tr¨¢gico y el ing¨¦nuo optimismo nacionalista de los primeros westerns dej¨® poco a poco paso a una visi¨®n negra y pesimista de la aventura del expansionismo. Un d¨ªa sin fecha, la legendaria frontera m¨®vil se detuvo, la violencia del empuje hacia el exterior -materia del westem ¨¦pico- se repleg¨® sobre s¨ª misma y, en los confines de los ¨²ltimos territorios usurpados, surgi¨® el espacio fronterizo como brutal escenario de una dolorosa y amarga tragedia.
Winchester 73 discurre sobre ese espacio mitol¨®gico en el que los pioneros, una vez detenido el impulso expansioni-sta y fijada la frontera, deambulan sin rumbo de poblado en poblado -el mito del forastero-, se expolian los unos a los otros -el mito del foragido- y se matan -el mito del pistolero-. En este territorio de desolaci¨®n, adem¨¢s del caballo -el mito del centauro-, las armas de fuego adquieren tambi¨¦n valor m¨ªtico. La m¨¢s apreciada era el rifle Winchester y, sobre todo, el modelo de 1873. Sobre el sangriento itinerario de una de estas legendarias carabinas se vertebra el gui¨®n de Borden Chase, un modelo de relato itinerante, con zonas distendidas que rompen s¨²bitamente secos estallidos de violencia. En Winchester 73 se api?an, como pu?etazos en una pelea, todos estos mitos.
Pocos directores de cine han dominado como Mann la arfitm¨ªa -placidez rota por una erupci¨®n violenta- consustancial al western itinerante. Sus obras de los a?os 50 -El hombre de Laramie, Horizontes lejanos- fueron en este sentido alardes estil¨ªsticos y tuvieron como preludio a Winchester 73, que es el m¨¢s arriesgado y, al mismo tiempo, el m¨¢s perfecto de sus filmes del Oeste. En ¨¦l Mann da rienda suelta a un relato de originales resonancias b¨ªblicas, cainitas. El asesinato del padre desencadena una persecuci¨®n a muerte entre dos hermanos, James Stewart y Stephen McNally. El filme, hilado cobre la cabalgada de Stewart y su sombra, su otro yo apacible, que interpreta, Millard Mitchell, abarca los ¨²ltimos episodios de esta persecuci¨®n y adquiere una intensidad pasmosa en secuencias como las citadas, la del traficante de arnias -por el gran John McIntire-, las del villano Dan Duryea. y la prostituta -Shelley Winters- y la escalada de acontecimientos hacia el ajuste de cuentas final, que es una. secuencia de noble ret¨®rica, un duelo a tiros y a voces entre Ste,Nart y McNally. En una escena de esta escalada -el ataque indio- se da la curiosa coincidencia de que en ella hicieron su bautismo cinematogrt¨¢fico dos futuros astros: Tony Curtis y Rock Hudson.
Winchester 73 se emite hoy a las 16.05 por la primera cadena.
Tierno, larguirucho, reaccionario
A James Stewart, general jubilado del ej¨¦rcito norteamericano y viejo actor de los que no se jubilan, le van a dar su segundo oscar por ninguna pel¨ªcula, sino por todas las que hizo, que son 70. El primero lo obtuvo por Philadelphia Story, una memorable comedia de George Cukor. No fue ¨¦sta su mejor interpretaci¨®n. George Cukor era capaz de sacar partido de cualquier actor, pero el tierno, tembloroso, larguirucho y reaccionario James Stewart les iba como anillo al dedo a otros directores y con ellos dio todo lo que, como actor, Stewart llevaba dentro, que es mucho.Trabaj¨® admirablemente con Frank Capra en Caballero sin espada y Qu¨¦ bello es vivir. Por su trabajo en ambos filmes fue candidato -y ganador casi cantado- para llevarse la famosa estatuilla a su casa y, con evidente injusticia, no se la dieron. Con Frank Capra, Jarnes Stewart siempre estuvo eminente, gan¨® algo de prestigio y much¨ªsima popularidad, pero ning¨²n premio para el recuerdo.
Trabaj¨® con muchos de los m¨¢s grandes directores de Holllywood, como Ernst Lubitsch, William A. WeIlman, Henry Hathaway y John Ford, que le convirti¨® ni m¨¢s ni menos que en El hombre que mat¨® a Liberty Valance, pero su verdadera talla -o tallas- de actor, no m¨¢s baja que su estatura f¨ªsica -no hubo nunca puerta de amigo por la que pudiera entrar sin hacer una reverencia-, la dio con Alfred Hitchcoch y Anthony Mann. Con Hitchcock actu¨® en La soga, V¨¦rtigo, La ventana indiscreta y El hombre que sab¨ªa demasiado y compuso un personaje de imprecisos contornos ps¨ªquicos, pero dotado de misterio y de secreta atracci¨®n por el misterio. El tierno larguirucho de Vinegar Hill, Pennsylvania, 1908, de la mano del sarc¨¢stico gordo ingl¨¦s, vibr¨® e hizo vibrar a medio mundo con la composici¨®n de un hombre com¨²n metido en barullos nada comunes, que superaban en muchos palmos su estatura de chopo humano. Nadie como Hitchcock, salvo el Capra de las dos pel¨ªculas citadas, hizo salir a flote el temblor oculto en el desgarrado desgarbo del actor.
Anthony Mann es probablemente quien extrajo los trabajos m¨¢s completos de Stewart porque supo darle ocasi¨®n de mostrar que sus posibilidades y registros pod¨ªan ser un complejo entrarnado no solo de ternura, temblor, misterio y desgarbo, sino tambi¨¦n de contenci¨®n de una secreta violencia, que a veces estalla incontenible. Sus interpretaciones en Winchester 73, El hombre de Laramie y Horizontes lejanos tienen una rara densidad: todo James Ste-wart est¨¢ en ellas, desde el gigante ani?ado de El s¨¦ptimo cielo, de Frank Borzage, hasta el esquinado picapleitos de Anatom¨ªa de un asesinato, de Otto Preminger, pasando por su aspecto de solitario magn¨¦tico de la que dio justa medida su recreaci¨®n de Lindberg en un filme que, aparte de su interpretaci¨®n, m¨¢s vale olvidar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.