Afganist¨¢n, la mayor operaci¨®n de la CIA desde Vietnam
250 millones de d¨®lares puestos a disposici¨®n de la Agencia para financiar la lucha de la guerrilla contra los sovi¨¦ticos
Los 250 millones de d¨®lares destinados por Estados Unidos a impulsar la lucha de los insurgentes afganos suponen m¨¢s del 80% de los gastos anuales que efect¨²a la CIA en operaciones encubiertas, seg¨²n fuentes bien informadas. Se espera adem¨¢s que otros tres pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo y de Asia colaboren con 200 millones de d¨®lares (unos 36.000 millones de pesetas). Con esta cantidad, la ayuda anual a los insurgentes afganos se acerca a los 500 millones de d¨®lares (90.000 millones de pesetas).La operaci¨®n afgana, alimentada b¨¢sicamente por el representante dem¨®crata por Texas Charles Wilson, y la forma en que ha ido creciendo es tema de acalorada pol¨¦mica en el seno de la Administraci¨®n, la CIA y el Congreso. Algunos funcionarios, que desean permanecer en el anonimato, dijeron que el programa ha crecido demasiado y con demasiada rapidez. Se corr¨ªa el peligro de que se les fuera de las manos y de que provocara una escalada de operaciones militares sovi¨¦ticas en Afganist¨¢n.
Otros implicados consultados, entre los que se cuentan Wilson y los defensores del programa en el Congreso, afirmaron que el Gobierno norteamericano no est¨¢ haciendo suficiente, que los suministros militares que se emplean son de baja calidad y que a los insurgentes no se les proporciona suficiente material y municiones. Algunos se han expresado a favor de dotarles de nuevos misiles norteamericanos tierra-aire, aunque, seg¨²n nuestras fuentes, tal propuesta fue vetada por la CIA.
Especial objeto de pol¨¦mica han sido los satisfactorios esfuerzos de Wilson para conseguir dinero para la CIA, a fin de que ¨¦sta proporcione artiller¨ªa pesada antia¨¦rea a los rebeldes afganos, decisi¨®n que algunos responsables de la Administraci¨®n consideran como una escalada en potencia.
Se espera que, para finales de este a?o, el programa norteamericano, que proporciona armas, munici¨®n, ropa, material m¨¦dico y dinero para la compra de alimentos, sustente a un ej¨¦rcito de 200.000 a 300.000 hombres, con dedicaci¨®n plena o parcial, que se enfrentan 110.000 soldados sovi¨¦ticos.
"Es un programa que est¨¢ a punto de explotar", seg¨²n un funcionario de los servicios de inteligencia norteamericanos. "Es una zona del mundo en la que existen grandes tensiones... Se est¨¢n encendiendo las luces de aviso y el foco de atenci¨®n internacional se est¨¢ desplazando desde Am¨¦rica Central a esta regi¨®n".
En una zona en la que hay cientos de casos documentados de violaciones de los derechos humanos por parte del Ej¨¦rcito invasor sovi¨¦tico, el Gobierno norteamericano ha confirmado ahora informes de que los insurgentes, a los que ayuda la CIA, drogaron, torturaron y obligaron a un n¨²mero de entre 50 y 200 prisioneros sovi¨¦ticos a vivir en jaulas como animales. Fuentes del Congreso dijeron que es posible que los insurgentes est¨¦n asesinando a oficiales militares y personal civil sovi¨¦tico. Los funcionarios de los servicios de inteligencia norteamericanos afirman que ni pueden ni controlan las operaciones de los combatientes de la resistencia y que no conocen ning¨²n caso de asesinato.
El gran aumento de los fondos comenz¨® en el oto?o de 1983, con una enmienda secreta del representante dem¨®crata por Texas Charles Wilson al proyecto de ley de presupuestos para la defensa, que recanalizaba 40 millones de d¨®lares (unos 7.000 millones de pesetas) del Departamento de Defensa hacia la CIA para su uso en las operaciones en Afganist¨¢n.
Parte de este dinero era para un nuevo ca?¨®n antia¨¦reo pesado, de fabricaci¨®n extranjera. Otros 50 millones de d¨®lares, destinados a m¨¢s material y armas, cambiaron de destino por iniciativa de Wilson el pasado mes de julio. Posteriormente, el Senado, a petici¨®n del representante republicano por Wyoming Malcolm Wallop, presidente del subcomit¨¦ de presupuestos del Comit¨¦ de Inteligencia de la C¨¢mara Alta, se puso a la cabeza, aumentando la ayuda anual hasta el nivel actual de 250 millones de d¨®lares para el presente a?o fiscal de 1985.
A trav¨¦s de entrevistas mantenidas con m¨¢s de 20 funcionarios de la Administraci¨®n norteamericana al corriente del programa de ayuda encubierta a Afganist¨¢n, queda claro que a lo largo de los ¨²ltimos 18 meses, mientras la atenci¨®n p¨²blica sobre las actividades de la CIA estaba centrada en Nicaragua, el Congreso abri¨® el grifo de los d¨®lares a este otro programa, mucho menos visible. En contraste, el Congreso cort¨® el a?o pasado los fondos para los opositores al Gobierno nicarag¨¹ense, mucho m¨¢s reducido -una d¨¦cima parte del afgano-, 24 millones de d¨®lares, y que sustentaba a 15.000 contras que combat¨ªan al r¨¦gimen sandinista.
Oposici¨®n inicial
Algunos miembros de la Administraci¨®n norteamericana y de la CIA se opusieron en un principio a los grandes aumentos de la operaci¨®n afgana, y no estaban seguros de que la l¨ªnea de abastecimiento, que atraviesa por una zona secreta del vecino Pakist¨¢n, pudiera absorber el aumento de dinero. Pero los funcionarios dijeron que, tras a?os de enfrentamientos con el Congreso por la guerra secreta en Nicaragua, la CIA acept¨® la propuesta y abri¨® los brazos a todo apoyo a las operaciones encubiertas dirigidas a derribar a los sov¨ª¨¦ticos en Afganist¨¢n.
"Era una oportunidad inesperada", opina un miembro del Comit¨¦ de Inteligencia del Congreso. "Hab¨ªan tenido que hacer frente a una gran oposici¨®n a las operaciones encubiertas en Am¨¦rica Central y, de repente, llega el Congreso ayud¨¢ndoles y d¨¢ndoles dinero, poni¨¦ndoselo delante de sus ojos, y naturalmente dijeron: ?Qui¨¦nes somos nosotros para decir no?"
El aumento del programa afgano proporcion¨® al Congreso la oportunidad de demostrar que no es indiferente ante el comunismo y
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el expansionismo sovi¨¦tico. "En los ¨²ltimos dos a?os", dijo un alto funcionario del Gobierno, "a medida que las operaciones en Nicaragua se iban convirtiendo en la mala guerra, las de Afganist¨¢n se convert¨ªan en la buena guerra".La decisi¨®n de dotar a los insurgentes afganos de un nuevo ca?¨®n antia¨¦reo para ser empleado contra los helic¨®pteros de combate sovi¨¦ticos ha sido especialmente pol¨¦mica. Un miembro de los servicios de inteligencia dijo: "Cuando empiece a utilizarse este arma, y si se empieza a derribar helic¨®pteros con regularidad, tendremos problemas... Un arma como ¨¦sta podr¨ªa obligar a los sovi¨¦ticos a volverse m¨¢s indiscriminados en su empleo de la fuerza, a bombardear con mucha mayor fuerza. Podr¨ªa cambiar la relaci¨®n de fuerzas de manera radical".
Miembros de los servicios de inteligencia citan la participaci¨®n del representante Wilson en la cuesti¨®n del nuevo ca?¨®n antia¨¦reo como un ejemplo de lo que la CIA denomina el microcontrol de sus operaciones desde el Capitolio. Wilson confirma su papel en nombre de la resistencia afgana, pero rechaza hablar de n¨²meros respecto a sus esfuerzos legislativos.
El parlamentario tejano afirm¨® en una entrevista que el nuevo ca?¨®n, con proyectiles explosivos "significa que no regresar¨¢n a Kabul m¨¢s helic¨®pteros sovi¨¦ticos con agujeros. Caer¨¢n a tierra".
Wilson lleg¨® a preparar un programa de cr¨ªa de mulas para que la resistencia pudiera transportar el nuevo ca?¨®n, las municiones y otros materiales por las monta?as de Afganist¨¢n.
El repentino aumento de la ayuda, por medio de v¨ªas de abastecimiento establecidas tras la invasi¨®n sovi¨¦tica en diciembre de 1979, ha creado asimismo enormes problemas de control. Seg¨²n algunos informes, s¨®lo un 20% de las armas y suministros llega a la resistencia afgana, debido a que el material debe atravesar una larga y complicada ruta. Seg¨²n la CIA, sin embargo, el 80% llega a manos de los combatientes.
Prisioneros sovi¨¦ticos
Informes del Gobierno norteamericano y de los servicios de inteligencia muestran tambi¨¦n algunos casos de violaciones de los derechos humanos por parte de los insurgentes afganos. Una fuente bien informada afirm¨® recientemente: "Hay 70 prisioneros sovi¨¦ticos que llevan una vida de un horror indescriptible". Varios funcionarios del Gobierno dijeron que Estados Unidos tendr¨ªa que solucionar este problema.
Seg¨²n dos versiones, los combatientes afganos han solicitado material para llevar a cabo asesinatos y han pedido informaci¨®n sobre la localizaci¨®n de generales y funcionarios civiles sovi¨¦ticos de alto rango. Pero no existe por el momento ning¨²n caso probado de asesinato. La CIA tiene prohibido, por una orden del Ejecutivo, apoyar todo intento de asesinato, directa o indirectamente.
En opini¨®n de una fuente informativa, la resistencia "no va a hacer el menor caso de una orden del Ejecutivo norteamericano y va a pedir armamento para francotiradores; y, si lo pide, lo va a conseguir".
Funcionarios de la CIA afirmaron que no tienen ninguna forma de impedir a un miembro de una tribu o a un dirigente de la resistencia al otro lado del mundo llevar a cabo acciones de este tipo. "No controlamos las operaciones, las financiamos".
El ca?¨®n que todo lo puede
En una reciente entrevista, el ex representante dem¨®crata por Maryland Clarence Long declar¨® que los insurgentes le hab¨ªan dicho, durante una visita realizada a los campamentos de refugiados afganos en Pakist¨¢n, en el verano de 1983, que "quer¨ªan algo que derribase helic¨®pteros". Long a?adi¨® que el presidente paquistan¨ª, Zia W Haq, se hab¨ªa mostrado de acuerdo en que los rebeldes afganos tuvieran armamento antia¨¦reo de buena calidad.En aquella ¨¦poca, los combatientes afganos dispon¨ªan ¨²nicamente de ametralladoras con las que alcanzaban y da?aban a los helic¨®pteros sovi¨¦ticos, pero no ten¨ªan la capacidad de fuego necesaria para derribarlos. Adem¨¢s, los misiles S-A7, disparados desde el hombro y que buscan los focos de calor, una de las armas adquiridas c¨®mo parte del programa encubierto, hab¨ªan resultado ser poco seguros.
Long dijo que Zia hab¨ªa sugerido un nuevo ca?¨®n, dando su nombre. "Si era de fabricaci¨®n norteamericana, los sovi¨¦ticos pensar¨ªan que proven¨ªa de Pakist¨¢n, y eso no le gustaba (a Zia). Sugiri¨® comprar unos de fabricaci¨®n extranjera. Estaba totalmente dispuesto a arriesgarse si no se le pod¨ªa implicar a ¨¦l", dijo Long.
El representante dem¨®crata por Texas Charles Wilson, que ha viajado a la regi¨®n en cinco ocasiones, dijo por su parte: "En todas las ocasiones los guerrilleros dec¨ªan que las balas rebotaban en los helic¨®pteros de ataque sovi¨¦ticos y que necesitaban proyectiles explosivos que perforasen el blindaje".
La artiller¨ªa debe llegar al campo de batalla en Afganist¨¢n dentro de unos meses, dijeron las fuentes, y se enviar¨¢n m¨¢s si resulta satisfactoria.
El coste de cada ca?¨®n, adem¨¢s del transporte y de los primeros env¨ªos de municiones, se calcula en torno al mill¨®n de d¨®lares. Puesto que son armas de disparo r¨¢pido y los proyectiles perforadores que emplean son caros, algunos c¨¢lculos sugieren que habr¨¢ que invertir millones de d¨®lares para abastecer de municiones a los afganos. Miembros del Comit¨¦ de Inteligencia del Senado han expresado sus preocupaciones no s¨®lo econ¨®micas, sino tambi¨¦n por el impacto global que puede tener este arma en Afganist¨¢n.
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