Intimidad en el pabell¨®n
Salir a un escenario pr¨¢cticamente desnudo, con el ¨²nico adorno de unas luces sobrias y m¨ªnimas, cantar canciones largas, de ritmo reposado, que cuentan historias apasionantes en un idioma que el p¨²blico desconoce, sin hacer ni el menor gesto espectacular, vestido con un sencillo traje oscuro, acompa?ado por cinco m¨²sicos que en ning¨²n momento juegan al virtuosismo. Conseguir que cerca de 5.000 personas permanezcan durante m¨¢s de dos horas y media pegadas a su asiento, atentas hasta la inmovilidad, aplaudiendo las canciones desde el momento que reconocen las primeras notas, requiere, cuando menos, poseer un peque?o secreto.Un peque?o secreto que, no obstante su peque?ez, es sumamente dif¨ªcil de aprender. Aunque contando con el mito a favor, el secreto es dif¨ªcil. Es el m¨ªnimo secreto del arte y la comunicaci¨®n. Algo que Leonard Cohen viene demostrando que posee desde hace casi 20 a?os.
Leonard Cohen
Pabell¨®n de Deportes del Real Madrid. Madrid, 16 de febrero.
Sobriedad
En esa sobriedad del escenario, en unas canciones de hipn¨®tico ritmo interior, de fascinantes melod¨ªas que ejercen sobre el oyente el sutil efecto de un encantador de serpientes, en el acompa?amiento de un grupo de m¨²sicos de ajustada exactitud e imaginativa creatividad, que no dan una sola nota de m¨¢s que rompa el clima del recital, est¨¢ el secreto de convertir un pabell¨®n de deportes inc¨®modo e inadecuado en una c¨¢lida e ¨ªntima habitaci¨®n en la que las canciones suenan individualmente para cada uno de los espectadores, arrastr¨¢ndoles tras unas enso?aciones y vivencias dif¨ªcilmente catalogables pero de impalpable profundidad.
Estilo definido
Leonard Cohen lo cant¨® casi todo, desde Who by fire hasta Halleluyah, desde Bird on the wire hasta If it be your will, desde Suzanne hasta Dance me to the end on love. Canciones viejas y nuevas con la continuidad de un estilo perfectamente definido y un acompa?amiento country and western que cumple con creces el infantil sue?o del canadiense de tocar como en Nashville.
Ronald Getman con su guitarra el¨¦ctrica y stil guitar, J. Crowder al bajo, Richard Crooks sac¨¢ndole a la bater¨ªa insospechadas matizaciones, Michel Alan Watkins tambi¨¦n con guitarra el¨¦ctrica y J. Thomas haciendo sonar teclados y piano y cantando con gusto, fuerza y sensibilidad compon¨ªan un grupo que muestra lo que puede hacer la profesionalidad y las buenas vibraciones. Fueron el grupo ideal para un recital por encima de las modas y del tiempo.
De todas formas, la magia del ambiente se interrumpi¨® durante unos breves segundos. Hubo un momento de ligero mosqueo, cuando Cohen interpretaba Sisters of merey y una buena parte del p¨²blico inici¨® una inoportuna protesta dirigida a los que permanec¨ªan de pie sin dejar ver lo que ocurr¨ªa en el escenario. El cantante interpret¨® lo que suced¨ªa delante de ¨¦l como disgusto ante uno de sus temas m¨¢s hermosos." ?Qu¨¦ pasa ... ?" pregunt¨® Cohen interrumpiendo el tema que interpretaba. El recital volvi¨® pronto a sus cauces, aunque la canci¨®n qued¨® inconclusa.
Cuando Leonard Cohen se retir¨® definitivamente a los camerinos estaba cansado y parec¨ªa satisfecho. Hab¨ªa actuado durante dos horas largas y cada canci¨®n hab¨ªa sido recibida y despedida con aplausos. El p¨²blico -alrededor de 5.000 personas llenaban el pabell¨®n del Real Madrid- probablemente hubiera seguido un buen rato pegado al asiento. Los humos, falta de ventilaci¨®n y algunas otras incomodidades se hubieran perdonado.
A las 20.30, una hora antes del momento previsto para iniciarse el recital, subi¨® a escena Nick Hamilton, un cantante ingl¨¦s que acaba de editar su primer disco en Espa?a (Suitcase man, Picas 528501). Muchos nos quedamos sin verlo por no ser puntuales.
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