La f¨¢bula del empleo
Una vez hubo un empleo. La noticia corri¨® como un reguero de p¨®lvora, y los aspirantes (el 20% de la poblaci¨®n, o sea, s¨®lo un mill¨®n y medio de personas) hicieron cola desde dos d¨ªas antes, de la siguiente manera: el abuelito, al mediod¨ªa, que es cuando m¨¢s calienta el sol; la madre, al atardecer, para cambiar chismes con los vecinos de tanda; el t¨ªo soltero -exento de las penosas responsabilidades conyugales-, en la madrugada, hora en que los verdaderos aspirantes ocuparon su sitio ordenadamente en la calzada, repasando los tests de inteligencia y los cuestionarios de idoneidad, que un vendedor ambulante (miembro de la econom¨ªa sumergida) hab¨ªa vendido al contado y a veces, tocado por la piedad, en c¨®modas cuotas mensuales. La cola se extend¨ªa a lo largo de la avenida principal, cruzaba un puente, atravesaba varios sem¨¢foros, bordeaba una comisar¨ªa, circunvalaba dos autopistas y un estadio, terminaba en la periferia, que es a donde van a terminar todas las cosas, por acumulaci¨®n inmoderada (los autom¨®viles viejos, la chatarra y los pobres). La integraban hombres y mujeres j¨®venes, m¨¢s algunos de ambos sexos, como permisivamente toleraba la demanda. El Gobierno, generoso (de derecha, centro o izquierda; la diferencia no es notable, a¨²n m¨¢s: no se sabe si existe alguna diferencia, ni siquiera a efectos de protocolo) hab¨ªa decidido colaborar con la magn¨¢nima empresa que ofrec¨ªa un empleo y reparti¨® bocadillos de mortadela a las diez de la ma?ana (el jam¨®n, como todo el mundo sabe, hab¨ªa aumentado de precio, hasta aquel delicadamente elaborado en base a patatas) y una naranjada, cedida por Iberia, que no produjo acidez de est¨®mago -como mal¨¦volamente coinent¨® la oposici¨®n-, salvo a un reducido n¨²mero de aspirantes hipersensibles, que de todos modos habr¨ªan contra¨ªdo una ¨²lcera por cualquier otro motivo (buscando una cabina telef¨®nica sana, esperando el puente a¨¦reo, mirando Un, dos, tres... o descendiendo la cuesta de enero).Aunque la demanda no especificaba m¨¢s que unos pocos requisitos (dominar tres lenguas, adem¨¢s de la propia, conocer dos c¨®digos de cibern¨¦tica, cuatro lenguajes de ordenadora, cerrar un balance, asentar los cr¨¦ditos, barrer, zurcir y coser), los aspirantes repasaban los tests m¨¢s en boga, aquellos llenos de preguntas interesantes, tales como de qu¨¦ color es el fondo del sello n¨²mero 502 de Inglaterra, cu¨¢l es el per¨ªodo de reproducci¨®n de la ballena azul, cu¨¢nto tarda en desagotarse una piscina que tiene dos tuber¨ªas de entrada y cinco de salida pero s¨®lo funciona la de la izquierda, y las 10 diferencias fundamentales entre el pasodoble y el tango. En los ratos libres hac¨ªan otros ejercicios requeridos para el empleo: saltar a la cuerda, ajustarse el cintur¨®n y mantener la boca cerrada ante el jefe. Periodistas y fot¨®grafos (fijos o a destajo) se congregaron ante la cola para destacar la noticia del d¨ªa. Tambi¨¦n algunos perros perdidos.
Cuando el seleccionador de la empresa lleg¨® (un poco tarde, porque el metro hab¨ªa sufrido un desperfecto en una estaci¨®n intermedia: un parado se arroj¨® a las v¨ªas en un acto de desconsideraci¨®n hacia quienes deb¨ªan fichar en el trabajo) fue aclamado por la multitud, y ¨¦l salud¨® con la mano en alto (era psic¨®logo, pero su fantas¨ªa favorita consist¨ªa en tener balc¨®n y multitud propia, como Franco, Hitler y Per¨®n).
Las pruebas duraron hasta las doce de la noche.
Una rigurosa consulta entre el psic¨®logo seleccionador, el gerente de la empresa y el representante del Gobierno encargado de la subvenci¨®n estatal consigui¨® dividir a los numerosos aspirantes en dos grupos: los demasiado id¨®neos y los poco id¨®neos. Los primeros no eran convenientes para la empresa: sab¨ªan demasiado. Eran sospechosos. ?Por qu¨¦ un hombre o una mujer que sabe demasiado quiere un empleo? En cuanto al segundo grupo, los poco id¨®neos ser¨ªan una carga para la empresa, que perder¨ªa mucho tiempo y dinero prepar¨¢ndolos para el cargo.
Fue entonces cuando el psic¨®logo tuvo una idea. Declar¨® desierta la convocatoria y encarg¨® un nuevo ordenador. Uno con medio mill¨®n de programas. Y para que el representante del Gobierno quedara satisfecho asegur¨® que los repuestos del ordenador ser¨ªan de fabricaci¨®n nacional.
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