El Barcelona traspasa sus 'urgencias' al Madrid
De club conflictivo ha pasado a tener credibilidad y a ser modelo de los dem¨¢s
El ocaso o la decandencia de un imperio siempre lleva impl¨ªcito el nacimiento de otro. No hay nada c¨ªclico, no es cuesti¨®n de los astros: se trata de saber sacar lecciones de reveses anteriores y de programar cuidadosamente el trabajo, algo que el pol¨¦mico N¨²?ez ha tardado en hacer siete a?os, despu¨¦s de haberlo sabido aplicar previamente en sus negocios.Para que el Bar?a fuera campe¨®n de Liga en 1974, tuvo que llegar a Barcelona un jugador fuera de serie que se hallaba en la cumbre de su carrera futbol¨ªstica: Johan Cruyff. ?l marc¨® la diferencia respecto a los dem¨¢s. Pero el ¨¦xito fue moment¨¢neo. Luego fall¨® el conjunto, y todo el castillo de nai pes construido por Agust¨ª Montal se vino abajo, como tambi¨¦n las apetencias del sector nacionalista de la sociedad catalana por dirigir los destinos de su club.
Entonces lleg¨® el momento para un advenedizo llamado Josep Llu¨ªs N¨²?ez. Alejado de los restringidos c¨ªrculos de la burgues¨ªa catalana y desconocido por los aficionados, buscaba una proyecci¨®n social y su sublimaci¨®n como empresario al optar por la direcci¨®n del Bar?a. Siete a?os despu¨¦s sigue siendo objeto de una cerrada pol¨¦mica, pero ahora la vive desde dentro: Pujol y los ministros se sientan en su palco, ha pasado de ser un prototipo de advenedizo a otro de integrado, le conocen todos los catalanes y le admiran o le temen -no hay punto medio- los restantes dirigentes del f¨²tbol espa?ol.
Elegido presidente en mayo de 1978 en unos pol¨¦micos comicios a la americana, N¨²?ez entr¨® en el Bar?a con una obsesi¨®n: imitar el esquema y organizaci¨®n del Real Madrid. "No me disgustar¨ªa durar tanto como Santiago Bernabeu", dijo. Siete a?os despu¨¦s, est¨¢ a punto de renovar mandato por cuatro m¨¢s en unas elecciones que no tendr¨¢n ning¨²n color.
N¨²?ez, acostumbrado a dirigir sus empresas de una forma personalista, rozando lo dictatorial, quiso hacer lo mismo en el Bar?a. Sanear la situaci¨®n financiera del club fue su primer objetivo y lo consiguio con rapidez. Pero fracas¨® en lo otro, en lo ¨²nico que en realidad le importa al socio cul¨¦: lo deportivo. Con su protagonismo, cometi¨® graves errores y se lanz¨® a una loca carrera de fichajes, encareciendo el mercado y propiciando la animadversi¨®n hacia el Bar?a.
Sin una visi¨®n clara de c¨®mo deb¨ªa llevarse un club en el aspecto deportivo, N¨²?ez fue cambiando de t¨¦cnicos como de coche, al tiem po que se quemaban jugadores. Lucien Muller, Joaqu¨ªm Rif¨¦ y Ladislao Kubala fueron tres entrenadores que cayeron en desgracia sin haber tenido tiempo para desarrollar nada. En esos momentos las crisis se resolv¨ªan llamando al veterano Helenio Herrera, cuya presencia en el vestuario provocaba la hilaridad de una plantilla resabiada y sin fe en sus directivos. S¨®lo con Udo Lattek intent¨® N¨²?ez la baza de la seriedad, pero las veleidades de Maradona provocaron el fichaje de su amigo Menotti.
Paralelamente, por su incapacidad psicol¨®gica para asimir cr¨ªticas, N¨²?ez quiso -y logr¨® en buena medida- controlar a la Prensa, moviendo para ello a terceras personas ligadas al club. Pero con eso tampoco consigui¨® la paz: nunca una prensa deportiva adicta ha sido en un momento determinado m¨¢s desestab¨ªlizadora para un club que en el caso del Barcelona. La resonancia que adquir¨ªa cada peque?o conflicto, o la distorsi¨®n que pod¨ªa crear desde esta prensa la mano de cualquier directivo, desquici¨® a jugadores y t¨¦cnicos. Encima, N¨²?ez no super¨® su complejo de madriditis, y eso desencaden¨® una guerra dial¨¦ctica con Luis de Carlos que provoc¨® hasta la intervenci¨®n del anterior presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas.
Incontrolable, visceral, vehemente, f¨¢cilmente emocionable, N¨²?ez durante sus primeros a?os de mandato lleg¨® a ganarse la antipat¨ªa de la mayor¨ªa de los aficionados y futbolistas espa?oles. Intervino con poco acierto en temas tan conflictivos como la huelga de jugadores y las transmisiones por televisi¨®n, y el Bar?a lo pag¨®.
Cuando N¨²?ez empezaba a replantear su manera de dirigir el Bar?a, cometi¨® el error de apostarlo todo en un s¨®lo hombre: Diego Armando Maradona. Su fichaje mill¨®nario fue un fracaso, como acierto fue su traspaso al N¨¢poles. El balance del jugador argentino en Barcelona no pudo ser m¨¢s pobre, y de esta deficiente pol¨ªtica deportiva -as¨ª como de la decandencia del Madrid- se aprovecharon los clubes vascos.
De todas sus estrategia, s¨®lo una le sali¨® bien a N¨²?ez: la de cercenar el poder del Madrid en la federaci¨®n. Para ello hizo un pacto antinatura con Pablo Porta, un conocido espa?olista con p¨¦sima imagen en los sectores democr¨¢ticos y catalanes que siempre han estado con el Bar?a. As¨ª, de un plumazo, desaparecieron los eternos arbitrajes descarados en contra. Ahora N¨²?ez trabaja para mantener el pacto con el sucesor de Porta, Roca.
Verano del 84
El verano del 84 fue clave en los ¨¦xitos actuales del Barcelona. Tras muchas dudas, vacilaciones y laboriosas negociaciones, fue traspasado Maradona. D¨ªas antes Menotti hab¨ªa decidido pasar al paro voluntario. Con mucho miedo, N¨²?ez se decidi¨® por un t¨¦cnico desconocido, Terry Venables, y sabiendo que pod¨ªa acab¨¢rsele el cheque en blanco que le hab¨ªan dado los barcelonistas, se comprometi¨® escrupulosamente a dejarle actuar con absoluta libertad.Venables sumi¨® su papel: se responsabilizo del fichaje de Steve Archibald, un jugador gris pero tremendamente eficaz, y apoy¨® la experiencia iniciada poco antes de devolver la confianza a los jugadores de la cantera, cerrando la puerta a los costosos fichajes del mercado espa?ol.
Con Venables los jugadores barcelonistas encontraron por primera vez un interlocutor v¨¢lido y una cabeza inteligente, con lo que acab¨® de la noche a la ma?ana la dictadura de las capillitas internas. El t¨¦cnico se convirti¨® en el verdadero manager del club, y con eso se recuper¨® la moral de combate del mejor jugador, Bernd Schuster; se consigui¨® que todos los jugadores se responsabilizaran de los resultados del equipo; se rest¨® protagonismo a los directivos, y, lo m¨¢s importante, empez¨® a dibujarse un verdadero esquema de juego hecho a la medida de la plantilla.
El Bar?a de ahora es un equipo serio, disciplinado, sin fisuras. Los directivos deben solicitar permiso para entrar en el vestuario, convertido en un verdadero santuario deportivo. Ninguna mano negra introduce modificaciones en la pizarra de las alineaciones.
Adem¨¢s, Venables no trabaja solo. Su equipo de colaboradores le facilita hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle sobre el rival de turno. No hay precipitaci¨®n y s¨ª una aut¨¦ntica programaci¨®n para el objetivo de ganar la Liga. La forma de trabajar de Venables hecho que desaparecieran como por encanto las entrevistas a directivos en las p¨¢ginas de los diarios. Todos se muerden la lengua, incluido el presidente, que tiene en n¨®mina a un asesor de imagen que le recomienda mantenerse en un estricto segundo plano en todo lo que no sea la representaci¨®n institucional de la entidad.
El Bar?a ahora se asemeja m¨¢s que nunca a un club serio, en el que se trabaja a ritmo de producci¨®n japon¨¦s. Ya no tiene la peste deportiva, que quiz¨¢ se ha trasladado de ciudad. Si sabe mantener ese camino, con su potencialidad econ¨®mica tiene muchos triunfos al alcance de la mano.
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