Los mineros brit¨¢nicos volver¨¢n ma?ana a los pozos
La huelga minera brit¨¢nica, el conflicto laboral m¨¢s largo en la historia de las relaciones industriales del Reino Unido, ha terminado. Una conferencia especial de delegados de las 19 cuencas mineras del pa¨ªs, reunida en Londres, acord¨® ayer, en una dram¨¢tica y apretada votaci¨®n, la vuelta al trabajo "sin condiciones" a partir de ma?ana, martes. El resultado de la votaci¨®n, 98 a favor del abandono de la huelga por 91 en contra, demuestra la virulencia de los sentimientos entre los representantes de la base, que ha convertido esta huelga en el conflicto laboral m¨¢s violento desde finales de la II Guerra Mundial.
, Hasta el ¨²ltimo momento, el presidente del sindicato nacional minero (NUM), Arthur Scargill, el l¨ªder m¨¢s radical del sindicalismo brit¨¢nico, trat¨® de persuadir a los delegados de la necesidad de mantener la huelga.El ¨²ltimo cartucho fue la espinosa cuesti¨®n de una amnist¨ªa para los 700 huelguistas despedidos por la Empresa Nacional del Carb¨®n (NCB) por delitos cometidos durante la huelga y relacionados principalmente con la violencia de los piquetes en sus enfrentamientos con la polic¨ªa o en ataques a las instalaciones de la empresa.
La empresa del carb¨®n se ha negado a readmitir a los obreros despedidos e incluso a considerar el tema de una amnist¨ªa general. Su posici¨®n es que cada caso ser¨¢ estudiado individualmente. Los representantes de las zonas m¨¢s militantes, como Yorkshire, Gales del Sur, Kent y Escocia, defendieron tenazmente la prolongaci¨®n de la huelga hasta que, por lo menos, se consiguiera la readmisi¨®n de los despedidos, La conferencia aprob¨® una moci¨®n, despu¨¦s de acordar la vuelta al trabajo "sin condiciones", por la que se establece un fondo especial destinado a pagar los salarios de los obreros despedidos, al tiempo que insta a la ejecutiva del sindicato para que contin¨²en las conversaciones con la empresa con el fin de conseguir su readmisi¨®n.
El punto de vista de los delegados de las zonas m¨¢s militantes es que "se ha perdido una batalla, pero no la guerra". "Se trata de un repliegue", manifest¨® un delegado, "pero la lucha para conservar nuestros puestos de trabajo y mantener vivas a nuestras comunidades contin¨²a". Incluso Scargill declaraba el viernes que, aunque se acordara la vuelta al trabajo, "la guerra de guerrillas" seguir¨¢ en los pozos.
El sentimiento de muchos mineros de Gales del Sur, la zona que m¨¢s s¨®lidamente ha apoyado la huelga ante la ausencia de otros puestos de trabajo alternativos, queda expresado por la afirmaci¨®n de sus representantes en el sentido de que es mejor volver al trabajo sin haber alcanzado un acuerdo, lo que significa que las espadas est¨¢n en alto, que firmar un acuerdo humillante para los mineros.
Sin embargo, a pesar de estas declaraciones y estos sentimientos, la opini¨®n general en el Reino Unido es que la National Union of Mineworkers (el sindicato minero) y, concretamente, su ejecutiva han sufrido una derrota sin precedentes en los anales del sindicalismo brit¨¢nico, que puede tener una influencia decisiva para el futuro del movimiento sindical e, indirectamente, para el del Partido Laborista. Por primera vez, ¨¦l sindicato nacional minero, anta?o la fuerza sindical m¨¢s poderosa del pa¨ªs, cuyas huelgas de 1972 y 1974 provocaron la ca¨ªda del Gobierno conservador de Edward Heath, ha sido incapaz de imponer sus condiciones en primer lugar a la empresa y, en ¨²ltima instancia, a la Administraci¨®n de Margaret Thatcher.
La huelga ha abierto igualmente una brecha en el hasta ahora s¨®lido Trades Union Congress, el m¨¢ximo organismo de los sindicatos brit¨¢nicos, cuyos intentos de mediaci¨®n se han estrellado repetidamente ante la intransigencia de los dos m¨¢ximos protagonistas de la disputa Arthur Scargill y Margaret Thatcher.
La mayor¨ªa de los sindicatos, preocupados con asegurar al m¨¢ximo empleo a sus afiliados en un pa¨ªs donde el paro acaba de sobrepasarla barrera del 14%, se han limitado a prestar "un apoyo moral" a los huelguistas que no ha estado acompa?ado por medidas pr¨¢cticas. S¨®lo los sindicatos de maquinistas de ferrocarril y de la Marina mercante han acudido con paros intermitentes en apoyo de los mineros, mientras que el carb¨®n se trasladaba en cantidades masivas por carretera y los trabajadores de las plantas de energ¨ªa segu¨ªan descargando el combustible.
En opini¨®n de los observadores, Scargill, que a la salida de la conferencia de delegados manifest¨® que la lucha continuaba, cometi¨® dos errores de bulto en la convocatoria de la huelga en marzo de 1984. El primero fue negarse a convocar una votaci¨®n a escala nacional entre los afiliados a su sindicato sobre la conveniencia de declarar la huelga. El segundo, subestimar las reservas de carb¨®n en manos del Gobierno.
La negativa a convocar una votaci¨®n sobre la huelga se tradujo en el hecho de que varias cuencas mineras, entre ellas Nottinghamshire, la segunda en importancia del pa¨ªs, se negaron a secundar el conflicto y adoptaron una actitud de desaf¨ªo antela ejecutiva hasta el punto de que sus representantes se negaron ayer a asistir a la conferencia especial convocada en Londres alegando que era "inconstitucional".
El precio pagado por Thatcher
Sin embargo, no s¨®lo Scargill y el sindicato salen desgastados del conflicto. El precio pagado por el Gobierno ha sido igualmente alto. La huelga ha costado a Gran Breta?a una cantidad que oscila entre los 600.000 millones y el bill¨®n de pesetas, seg¨²n la fuente que haga el c¨¢lculo. Y las encuestas de opini¨®n demuestran que el p¨²blico brit¨¢nico no est¨¢ satisfecho de la forma que el Gobierno ha llevado el conflicto.
Los ¨²ltimos sondeos sit¨²an a conservadores y laboristas en el mismo nivel de aceptaci¨®n popular, y uno de ellos da a los laboristas una ventaja de dos puntos sobre los conservadores, una baja para estos ¨²ltimos de nueve puntos en un a170. Igualmente, esas encuestas revelan que, para un 70% de la poblaci¨®n, la pol¨ªtica del actual Gobierno conservador propicia la divisi¨®n y no la concordia nacional.
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