La acci¨®n social de las fundaciones
De un tiempo a esta parte, hablar de la acci¨®n de la fundaciones y de la idea de la fundaci¨®n en abstracto, como instituci¨®n social privada al servicio del bien p¨²blico, est¨¢ de moda. Y no me refiero, naturalmente, a los nombres de algunas fundaciones alemanas, cuya s¨²bita notoriedad entre nosotros no es m¨¢s que una an¨¦cdota, sino a la atenci¨®n general que las fundaci¨®n est¨¢n mereciendo, debido a sus actividades y a la aparici¨®n de nuevas fundaciones, que contin¨²an demostrando la vigencia de la idea b¨¢sica de fundaci¨®n, recogida y salvaguardada en la Constituci¨®n espa?ola. Consecuencia de este reconocido prestigio y de la ejemplar trayectoria de la instituci¨®n es el inter¨¦s con que los medios informativos juzgan, en general, su labor en los variados campos de la cultura, la investigaci¨®n cient¨ªfica, la ense?anza, la asistencia social y la preocupaci¨®n pol¨ªtica. Pero no es, s¨®lo ese proyecto de servicio p¨²blico el que suscita un inter¨¦s generalizado, sino la creencia latente de que las fundaciones pueden jugar un importante papel, gestor, estimulador y ejemplificador, para ayudar a salir de la crisis actual de la sociedad, que para muchos es fundamentalmente la crisis de algunos de los principios del llamado Estado de bienestar, que se ha desarrollado en los pa¨ªses de Occidente de forma paralela a los grandes logros de la sociedad industrial.Este cambio de actitud no puede menos de congratularnos a los que venimos insistiendo en la fe cundidad y en la oportunidad hist¨®rica y, por supuesto, social de esas instituciones. Es bueno que se empiecen a revisar ciertos viejos clich¨¦s sobre la sociedad y su real funcionamiento y sobre el Estado y sus problemas y posibilidades, lo que inevitablemente lleva a re plantear a una luz nueva el papel de unas instituciones que est¨¢n a caballo entre, la iniciativa privada y el bien social. Pero esta revisi¨®n, estos cambios de actitud no bastan por s¨ª solos, y necesitan, complementarse con un an¨¢lisis realista y riguroso de estas cuestiones que nos ayude a conocer nuestra verdadera situaci¨®n y los problemas que subyacen en metros pro yectos de convivencia social. Es decir, hay que reconocer que la aportaci¨®n de las fundaciones, no s¨®lo en Espa?a, sino en todo el mundo occidental, a la soluci¨®n de los problemas sociales, que dir¨ªa mos de su competencia (aunque ¨¦sta fluct¨²e con el tiempo y sus l¨ªmites sean, felizmente, siempre provisionales), es muy limitada, incluso en Estados Unidos, donde, como es sabido, el llamado tercer sector, al que pertenecen las fundaciones y otras instituciones no lucrativas, juega un papel social realmente importante e influyente. Recordemos que el porcentaje de los presupuestos de las fundaciones americanas sobre el PIB, seg¨²n Boulding, es tan s¨®lo del 0,2%. Pero, como tambi¨¦n dice este economista, para resaltar el papel ejemplificador que pueden jugar las fundaciones, hay que tener en cuenta que todos los presupuestos de todos los organismos de las Naciones Unidas no llegan a los desembolsos anuales de la Fundaci¨®n Ford y, sin embargo, su influencia, por as¨ª decir, moral es enorme, y el nombre de las Naciones Unidas es una cita permanente de los medios de comunicaci¨®n social y de nuestras conversaciones diarias. Se puede decir igualmente que el impacto cualitativo de las fundaciones es muy superior a sus proporciones cuantitativas; pero as¨ª y todo la acci¨®n de estas instituciones es todav¨ªa muy reducida.
Solidaridad social
Y hay que reconocer que esa zona de la generosidad y de. la solidaridad social en que nacen las fundaciones no es f¨¢cil de ampliar de la noche a la ma?ana, debido a nuestras circunstancias hist¨®ricas. Porque una gran parte de lo que denominamos bienestar, social ha ido pasando a ser competencia del Estado, el cual ha monopolizado pr¨¢cticamente la acci¨®n social, con su necesaria y complementaria acci¨®n recaudatoria. Y este hecho que, desde muchos puntos de vista, ha de ser valorado muy positivamente, ha contribuido igualmente a extender la idea de que, cubierta por el Estado la acci¨®n solidaria global y cubierta la acci¨®n solidaria individual a trav¨¦s de la contribuci¨®n fiscal de cada uno de los ciudadanos, nada queda por hacer. Esto, naturalmente, ha supuesto el retraimiento de muchas posibles y fecundas acciones de solidaridad que, junto con otros factores, han conducido al callej¨®n sin salida en el que sin duda, nos encontramos. Porque si el Estado, de acuerdo con las tendencias que apuntan en el horizonte econ¨®mico y social, se viera impelido a replantear los l¨ªmites y las formas de su intervenci¨®n en la vida social y esta limitaci¨®n no fuera acompa?ada de una reacci¨®n social subsidiaria en el ¨¢mbito de la sociedad, se producir¨ªa una evidente regresi¨®n social, con la inevitable consecuencia de una p¨¦rdida de legitimidad del sistema pol¨ªtico y social.
Y creo que nuestra alarma est¨¢ justificada, porque dicha reacci¨®n social, ya lo hemos visto, no es f¨¢cil de promover, ya que una cosa es hablar de la necesaria espontaneidad social, de la capacidad individual de solidaridad y de la existencia de sentimientos altruistas y otra cosa es conseguir la creaci¨®n del clima y de las iniciativas que auspicien y generalicen la expresi¨®n real y operativa de estos proyectos de solidaridad.
Este c¨ªrculo vicioso s¨®lo se podr¨¢ romper s¨ª el Estado da un paso adelante para replantear los l¨ªmites de su acci¨®n social, en un esp¨ªritu de confianza hacia la sociedad y de est¨ªmulo hacia su participaci¨®n directa, y no a trav¨¦s del propio Estado, en la resoluci¨®n de los problemas sociales. Hay que recordar en este sentido que si bien es verdad que en el terreno de los principios y de las declaraciones oficiales la situaci¨®n ha cambiado de forma importante y no es infrecuente o¨ªr hoy d¨ªa apelaciones y llamadas desde el Estado para un mayor protagonismo de la sociedad en campos como la cultura, la educaci¨®n, la investigaci¨®n cient¨ªfica y la atenci¨®n social, la realidad es que en el terreno de los hechos -y llamamos aqu¨ª terreno de los hechos, por ejemplo, al terreno fiscal- la situaci¨®n no s¨®lo no ha mejorado, sino que incluso se puede decir que ha empeorado. Sirva como confirmaci¨®n muy reciente de este hecho la desaparici¨®n en los Presupuestos Generales del Estado de 1985 de las deducciones por donaciones a entidades sin fin de lucro, norma que se establece tras el reciente sometimiento de estas entidades al impuesto de sociedades y la negaci¨®n del derecho a devoluci¨®n de las retenciones de impuestos a cuenta en determinadas circunstancias, con lo que se exige a las fundaciones una cuota m¨ªnima, que ni siquiera est¨¢n obligadas a satisfacer las empresas mercantiles.
Y esto es un mal s¨ªntoma, ya que si la buena voluntad oficial no se concreta en las medidas pertinentes, la vida de las fundaciones no podr¨¢ experimentar el deseado fortalecimiento y la deseada expansi¨®n para enfrentarse junto al Estado con los retos sociales del momento presente. Porque no se trata, como dec¨ªa recientemente Jos¨¦ Beneyto en EL PAIS, de que se haya llegado al grado cero de lo social, sino del cumplimiento de los fines sociales por otros medios. Y las fundaciones, por su cercan¨ªa social y sus posibilidades pr¨¢cticas, podr¨ªan ser uno de esos medios si la sociedad logra salir de su aton¨ªa y el Estado lo permite y lo alienta. Tanto a la sociedad como al Estado les interesa que sea as¨ª, porque los problemas se acumulan y cada vez es m¨¢s dif¨ªcil vislumbrar su soluci¨®n si las cosas siguen como est¨¢n.
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