El protestantismo, alternativa a la Espa?a poscat¨®lica
Estamos viviendo en la Espa?a poscat¨®lica. Tras cerca de 350 a?os de Inquisici¨®n y m¨¢s de 500 de intolerancia religiosa, el resultado es desolador. El esp¨ªritu de nuestro tiempo ha resquebrajado el viejo y monol¨ªtico edificio que desde los Reyes Cat¨®licos han tratado de establecer en Espa?a los gobernantes y la Iglesia Romana. La historia nos cuenta que el objetivo al que aspiraban lo han conseguido. Unos escasos 25 a?os de libertad religiosa son el testimonio de lo dicho. Quiz¨¢s por ello, precisamente, resulta a¨²n m¨¢s descorazonador para propios y extra?os que nuestro pa¨ªs aparezca en algunas recientes encuestas como uno de los m¨¢s incr¨¦dulos del mundo occidental. Desde el punto de vista protestante cabe rese?ar que a ninguno de nosotros nos ha sorprendido el resultado. Cuando acallamos por la fuerza o por la intransigencia -que es solamente una variante de lo mismo- a quienes tienen otra manera de entender la vida, terminamos obteniendo este resultado y adem¨¢s nos quedamos casi solos.Espa?a no solamente quem¨® en las hogueras a la pr¨¢ctica totalidad de los seguidores de Lutero, all¨¢ por el siglo XVI, sino que consigui¨® imponer a todos sus habitantes un esp¨ªritu de la intolerancia religiosa. La religi¨®n se defini¨® como un sentimiento. Por eso ?durante demasiados a?os la religi¨®n ha levantado aqu¨ª arrebatamientos y odios por un igual, lo que explica per¨ªodos importantes de nuestra historia y nos explica tambi¨¦n el rechazo que ha encontrado el mensaje evang¨¦lico durante los ¨²ltimos 100 a?os. Y es que aqu¨ª se ha vivido y se sigue viviendo la religi¨®n como sentimiento en lugar de vivirla como vivencia.
Sin embargo, con el correr de los tiempos el monolitismo ya no es una respuesta v¨¢lida para la gente de hoy. Por eso, seguramente, se ha pasado de la religi¨®n como sentimiento a la experiencia -que no lo es- de la religi¨®n como formalismo social. Esa y no otra es la explicaci¨®n a que mientras un 80% de la poblaci¨®n espa?ola se declara cat¨®lico romano, solamente un 59% acepta que Dios es el creador del mundo. Un dato todav¨ªa m¨¢s esclarecedor es que de los 37 millones de habitantes solamente 9 millones (seg¨²n datos facilitados por los propios obispos romanos) son clasificables como cat¨®licos practicantes. Quiz¨¢s por ese vac¨ªo religioso, ¨²ltimamente ha aparecido entre nosotros el fen¨®meno de las sectas, que autopretenden ser una respuesta social a determinados problemas.
Analiz¨¢ndolo sociol¨®gicamente, la fe cat¨®lica que se vive en Espa?a podemos describirla como una dicotom¨ªa. Nos sorprende que a los pocos d¨ªas de haber ganado las elecciones un gobierno socialista las calles se llenaran para recibir al Papa. Nadie duda de que muchos de los que votaron socialista fueron, con el mismo entusiasmo, a ver a Su Santidad, y la raz¨®n nos cuenta la coherencia (te ese comportamiento: se puede ser de izquierdas y cat¨®lico. Lo que es de m¨¢s dif¨ªcil explicaci¨®n es que entre esos miles de personas figuraban muchos de los que las encuestas clasifican y definen como "el 50% de la poblaci¨®n que no cree en la infalibilidad papal", quiz¨¢ porque el catolicismo romano tiene entre nosotros mucho de formalismo.
Ese formalismo nos hace caer en errores. Si no lo tuvi¨¦ramos, nos dar¨ªamos perfecta cuenta de que al lado de los 9 millones de practicantes hay 28 que no lo son, y nuestra preocupaci¨®n se centra en todo ese segmento de la poblaci¨®n espa?ola que afirmando creer en Dios (un 87% lo dice) no saben en qu¨¦ dios que creen. Por eso, en la Espa?a postcat¨®lica el protestantismo o los evang¨¦licos (no evangelistas, por favor) aparecen como una alternativa a vivir la fe. Tal vez para el resto de Europa la idea protestante sea un mensaje viejo, pero aqu¨ª se presenta como algo nuevo y atrayente, y el cat¨®lico nominal puede ver en nosotros la alternativa a la religi¨®n-sentimento y a la religi¨®n-formalismo. La gente joven, frente al d¨¦bil impulso cat¨®lico-romano, no se ha de plantear la disyuntiva entre las sectas y el vac¨ªo. Estamos nosotros.
100 a?os escondidos
En nuestros poco m¨¢s de 100 a?os de historia, los protestantes espa?oles hemos estado escondidos. Unas veces porque nos persegu¨ªan y otras porque para conseguir que no nos persiguieran ten¨ªamos que vivir encerrados en nuestras cuatro paredes. Y a eso nos conden¨® el r¨¦gimen anterior. Se hicieron esfuerzos para tratar de explicar nuestra fe en un clima social predispuesto a no escucharnos, y algunos de nosotros incluso nos opusimos a la llamada Ley de Libertad Religiosa por entender que no ten¨ªa sentido la libertad religiosa sin democracia. Luego la predemocracia pill¨® desprevenidas a nuestras iglesias, y el pecado social de los evang¨¦licos espa?oles ha sido no haber contado a nuestros conciudadanos lo que ha sufrido nuestro pueblo en el devenir de la historia. Tal vez ahora, por no haberlo hecho, cosechamos una buena parte de la indiferencia de nuestra sociedad y de los medios de comunicaci¨®n.
Lo cierto es que en Espa?a la religi¨®n, en general, ocupa un lugar secundario en la vida de los espa?oles. Por ello, cuando aparece lo religioso en los medios de comunicaci¨®n es porque ha estallado la anormalidad, lo que casi siempre va unido a situaciones no constructivas.
El talante de las relaciones que ha mantenido la Iglesia Romana ha contribuido a la existencia de un monocorde discurso que sin duda ha inducido a la apat¨ªa de la gente frente a ese mismo discurso. Conozco lo suficiente a las iglesias evang¨¦licas como para no atreverme a asegurar que hoy por hoy representemos realmente una alternativa social v¨¢lida. Sin embargo me atrevo a pensar, en una reflexi¨®n ejercida a t¨ªtulo personal, que el protestantismo (los evang¨¦licos) tenemos el terreno preparado. Y nuestro capital hist¨®rico consiste en ser capaces de demostrar la ausencia de divorcio entre nuestro mensaje y nuestra cotidianeidad.
A la sociedad espa?ola, que aparece como la m¨¢s incr¨¦dula de Europa, y que acepta, sin pesta?ear que la Iglesia Romana reciba una subvenci¨®n de 12.000 millones anuales para pagar sueldos (nosotros no recibimos absolutamente nada), le conviene un poco de aire fresco.
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