Mitos y realidad de la defensa estrat¨¦gica
La Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) adoptada por Estados Unidos constituye un atractivo blanco para humoristas gr¨¢ficos, caricaturistas y polemistas. Precisamente porque se trata de un programa de investigaci¨®n, que se mueve en los l¨ªmites mismos de lo conocido, sus detractores pueden suponerle a esa investigaci¨®n aquellos resultados que creen mejor convienen a sus argumentos en contra de ella.Una cosa es especular sobre los resultados de la investigaci¨®n en este campo, y otra tergiversar los objetivos e intenci¨®n del programa de la SDI con el fin de atacarlo. Algunos de los que critican la SDI, los propagandistas sovi¨¦ticos en particular, han traspasado el ¨¢mbito de la especulaci¨®n leg¨ªtima hasta incurrir en el del mito. Si desmontamos esos mitos, podremos liberar al debate de mixtificaciones.
El mito n¨²mero uno es que Estados Unidos est¨¢ alimentando una nueva carrera de armamentos en el espacio exterior. La realidad es que la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue la primera que fabric¨® y prob¨®, en 1957, proyectiles bal¨ªsticos intercontinentales (ICMB), que tienen una trayectoria por el espacio exterior antes de alcanzar su blanco. Durante los a?os sesenta prosigui¨® con la experimentaci¨®n de un sistema de bombardeo del que formaban parte cabezas nucleares en ¨®rbita, y que fue el ¨²nico sistema de ese tipo que haya existido. La Uni¨®n Sovi¨¦tica tiene desplegado desde hace bastante tiempo el ¨²nico sistema antisat¨¦lite en funcionamiento que hay en el mundo. Y ha mantenido el monopolio de ese dispositivo antisat¨¦lite durante m¨¢s de 10 a?os. En el campo de la defensa estrat¨¦gica, es la Uni¨®n Sovi¨¦tica -y s¨®lo ella- la que est¨¢ desplegando actualmente un dispositivo antimisiles bal¨ªsticos que cuenta con 100 misiles interceptores desplegados alrededor de Mosc¨², sistema que se basa en la detonaci¨®n de grandes cargas nucleares en el espacio. Por a?adidura, los sovi¨¦ticos han desarrollado durante a?os un intenso programa de investigaci¨®n sobre las tecnolog¨ªas m¨¢s avanzadas, llamadas ex¨®ticas, como los laser y los haces de part¨ªculas, las mismas que ahora, junto con otras, se investigan en Estados Unidos. ?Qui¨¦n, pues, es culpable de militarizar el espacio exterior?
El elemento b¨¦lico
El mito n¨²mero dos es que Estados Unidos est¨¢ desbaratando una filosof¨ªa ya convenida de destrucci¨®n mutua asegurada, sobre la cual se alega que descansa la estabilidad estrat¨¦gica. La realidad es que la Uni¨®n Sovi¨¦tica nunca acept¨® esa filosof¨ªa. La estrategia militar sovi¨¦tica siempre ha acentuado el elemento b¨¦lico antes que el disuasorio, y los dirigentes sovi¨¦ticos han pensado desde hace mucho en la defensa estrat¨¦gica como componente clave de dicha estrategia. En una reveladora conversaci¨®n mantenida en 1967 con el presidente Johnson en la cumbre de Glasboro, el primer ministro Kosiguin sostuvo que los sistemas defensivos ten¨ªan car¨¢cter estabilizador e hizo patente que ning¨²n dirigente sovi¨¦tico abandonar¨ªa nunca proyectos que encerrasen la posibilidad de proteger al pueblo sovi¨¦tico. "El sistema antimisiles no es un arma de agresi¨®n, de ataque", dijo; "es un sistema defensivo".
La importancia que atribuye la URSS a la defensa en su doctrina estrat¨¦gica se expresa en sus programas militares. El gasto de la URSS en armas defensivas iguala aproximadamente al gasto en armas ofensivas. La atenci¨®n prestada a la defensa a¨¦rea ha sido importante en todo momento: la URSS cuenta con m¨¢s de 2.000 aviones interceptores (mientras que Estados Unidos cuenta con m¨¢s o menos 300), m¨¢s de 6.000 radar de alerta lejana (contra 116 Estados Unidos) y unos 10.000 lanzadores de misiles tierra-aire (Estados Unidos no tiene ninguno). Su programa de defensa civil, concebido para la protecci¨®n de la elite pol¨ªtico-militar e industrial, es un programa de gran envergadura. Adem¨¢s, los sovi¨¦ticos est¨¢n mejorando el sistema ABM de Mosc¨² y han emprendido otras actividades que hacen sospechar si no estar¨¢n pensado en el despliegue de un sistema ABM que cubra todo su territorio nacional.
Un tercer mito es el que pretende que unos dispositivos defensivos perfeccionados contra misiles bal¨ªsticos crear¨ªan una escisi¨®n entre Estados Unidos y sus aliados y dejar¨ªan a Europa vulnerable a la intimidaci¨®n sovi¨¦tica. Esto resulta especialmente ir¨®nico cuando se tienen en cuenta los extraordinarios esfuerzos desplegados para llevar adelante la doble decisi¨®n adoptada en 1979 por la OTAN sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio, que estaba expresamente dirigida a reforzar la conexi¨®n entre las fuerzas estrat¨¦gicas norteamericanas y la defensa de Europa Occidental. La realidad es que las tecnolog¨ªas actualmente en investigaci¨®n en el marco de la SDI son aplicables tanto a la defensa de Europa como a la de Am¨¦rica del Norte. En efecto, Europa es en ciertos sentidos m¨¢s f¨¢cil de defender: los misiles de corto alcance vuelan con mayor lentitud que los intercontinentales, y su intercepci¨®n podr¨ªa resultar m¨¢s f¨¢cil.
Control de armamentos
Un cuarto mito es el de que la SDI va a hacer m¨¢s dif¨ªcil el control de armamentos. La realidad es que el programa de la SDI ha cumplido ya el importante papel de contribuir al regreso de la URSS a la mesa de negociaci¨®n sobre armas estrat¨¦gicas e intermedias. La realidad es tambi¨¦n que la SDI es un programa puramente de investigaci¨®n, por completo compatible con el tratado ABM, y adem¨¢s, Estados Unidos ya se ha comprometido a tratar con la URSS, como el tratado requiere, sobre cualquier avance que trascienda el ¨¢mbito de la investigaci¨®n. Efectivamente, Estados Unidos est¨¢ dispuesto ya, incluso al tiempo que persigue la reducci¨®n de las armas nucleares ofensivas, a iniciar conversaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica sobre los modos en que las mejoras de las tecnolog¨ªas empleadas en la defensa pueden contribuir a nuestra mutua seguridad.
La realidad es que -y esto es lo m¨¢s importante- la falta de cumplimiento por la URSS de los acuerdos vigentes en materia de control de armas es lo que complica la tarea del dicho control. El expediente de incumplimientos de la URSS, al que extra?amente se ha prestado poca atenci¨®n en Europa, resulta inquietante. El radar de disposici¨®n en fases que se est¨¢ construyendo en Krasnoiarsk -en neta violaci¨®n del tratado ABM- es s¨®lo un ejemplo. En la medida en que el cumplimiento de los tratados resulta capital para el control de armamentos, una de las prioridades norteamericanas en Ginebra ser¨¢ la de contrarrestar la erosi¨®n sufrida por el tratado ABM, lo cual es una primera medida necesaria para el establecimiento de un nuevo estado de confianza en nuestras relaciones bilaterales en materia de control de armamentos.
Si son muchos los mitos tejidos en torno al programa de la SDI, tal vez la distorsi¨®n m¨¢s estrepitosa es la que consiste en insinuar que Estados Unidos ha abandonado la disuasi¨®n en favor de una teor¨ªa nueva y no contrastada. Nada puede haber m¨¢s lejos de la verdad. La disuasi¨®n ha garantizado la seguridad occidental durante 40 a?os, y sigue siendo el ¨²nico medio digno de confianza y capaz de sustentar esa seguridad en el futuro que podemos prever. Y, sin duda, los programas de modernizaci¨®n emprendidos por la Administraci¨®n Reagan y el s¨®lido respaldo de la Alianza Atl¨¢ntica a los despliegues de armas nucleares intermedias aportan una demostraci¨®n concreta de esta convicci¨®n. Las insinuaciones que se hacen en el sentido de que la disuasi¨®n nuclear es una estrategia inviable o inmoral para el mantenimiento de la paz pasan por alto lo fundamental: que la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica es un programa orientado a la investigaci¨®n a largo plazo de medios que profundizan la disuasi¨®n, en la cual el presidente Reagan sigue empe?ado.
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