Nuestras labores
Uno de estos d¨ªas estuve leyendo en el diario EL PA?S un art¨ªculo de Vicente Verd¨² en el que se quejaba de, tanto ¨¦l como Paco Basterra, estaban pasando por un duro trance all¨¢ por Estados Unidos. Contaba el se?or Verd¨² que la mujer de su amigo Paco, despu¨¦s de buscar en m¨¢s de 40 escuelas plaza para su ni?a de dos a?os, le dieron en una guarder¨ªa ciertas esperanzas. La peque?a, junto con otros candidatos m¨¢s, deber¨ªa, sin embargo, pasar antes un examen ante un psic¨®logo que, de manera Pasa a la p¨¢gina 14 Viene de la p¨¢gina 13 importante, valorar¨ªa su condici¨®n de potty-trained. Es decir, que supiera atender a sus necesidades fisiol¨®gicas de evacuaci¨®n por s¨ª sola. De otro modo, la instituci¨®n podr¨ªa considerar negativamente el tiempo suplementario que la ni?a les hiciera perder.Otra de las cosas que contaba el se?or Verd¨² era lo que le aconteci¨® a ¨¦l mismo cuando fue a recoger la ropa de la lavander¨ªa y se encontr¨® con una notita donde se le comunicaba que la direcci¨®n del establecimiento se decidi¨® a escribirle porque, econ¨®micamente, no pod¨ªa soportar el tiempo que les hac¨ªa perder oblig¨¢ndoles a poner del derecho sus camisetas.
Llegando aqu¨ª yo me puse a pensar en la distinta valoraci¨®n que tomaba un trabajo si se hac¨ªa dentro o fuera de la casa. Por supuesto, estoy hablando de valoraci¨®n econ¨®mica. Pens¨¦ en los millones de mujeres, que no s¨®lo cuidamos a los ni?os, sino tambi¨¦n a los grandes, de los viejos, impedidos, subnormales y de todo cuanto ser viene a este mundo y no se puede valer por s¨ª mismo. Y que no s¨®lo ponemos a los ni?os a hacer pis y las camisetas del derecho, sino que cocinamos, fregamos, planchamos, hacemos de enfermeras, ense?antes, economistas, burras de carga, objetos de placer, reposo del guerrero y un largo etc¨¦tera. Y todo este esfuerzo tan ligado al deber y al amor, que corre el riesgo de no ser, ni tan siquiera, reconocido como lo que es: trabajo. Trabajo gratuito, que la sociedad tiene camuflado sin pagar. ?Y luego nos dicen que la esclavitud acab¨® hace siglos...!
Pues bien, todo este esfuerzo que hace posible que el mundo se mueva -pues no s¨®lo mantenemos en forma la fuerza de trabajo, sino que, adem¨¢s, la producimos- no es tenido en cuenta por los ilustres economistas, que s¨®lo se ocupan de la gran econom¨ªa, exterior a los hogares, pasando por alto esta otra econom¨ªa familiar que va pareja a ella y que la sostiene. Nuestro trabajo es, por todo ello, tan necesario que una huelga general llevada a cabo por nosotras, las mujeres, producir¨ªa un derrumbamiento inmediato de toda esa gran econom¨ªa.
Por el contrario, y como premio a toda esta entrega, las mujeres amas de la casa, no s¨®lo no recibimos un jornal, unas vacaciones, una baja por enfermedad, sino que tan siquiera tenemos ganado, al igual que los hombres, el derecho a la jubilaci¨®n.- Margot Chamorro.
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