El precio de un ni?o
La mitad de los beb¨¦s adoptados se legitima al margen de la ley
Las disposiciones legales para la adopci¨®n de ni?os en Espa?a facilitan que ¨¦sta se curse dentro del mercado negro. La fuerte demanda de reci¨¦n nacidos y la complejidad legal que los adoptantes deben superar hasta conseguir un adoptado conducen a que muchos matrimonios sorteen esta v¨ªa u opten por otras menos complicadas y m¨¢s r¨¢pidas: la del confesonario o la de la simple compraventa, a trav¨¦s de m¨¦dicos c¨®mplices e intermediarios sin escr¨²pulos.
?ngeles Vidales y Victoria Mendoza, t¨ªa abuela de la ni?a nacida en la cl¨ªnica de Santa Cristina de Madrid, lo hicieron muy mal. Su ignorancia, su falta de conocimiento del mundo y su incredulidad religiosa les han conducido a la c¨¢rcel.Ni ?ngeles, ni Victoria, ni Mari Loles -la madre que la trajo al mundo- saben c¨®mo se hacen estas cosas para que todo salga por lo legal, sin que nadie se entere, sin que les denuncien ante un juzgado, sin que la Prensa se eche encima como una marabunta y sin que vayan a parar a la c¨¢rcel.
Si hubieran sido creyentes y asistentes a la misa dominical, por lo menos, se habr¨ªan enterado, por el p¨¢rroco de la iglesia que frecuentan, c¨®mo funciona el sistema de adopci¨®n. Es el que utiliza la mayor¨ªa de los matrimonios sin hijos que ans¨ªan adoptar uno ajeno. El procedimiento es muy sencillo. El matrimonio entabla contacto con el p¨¢rroco o el capell¨¢n de la orden religiosa que regenta la iglesia a la que pertenecen como feligreses y le expresa su prop¨®sito. El p¨¢rroco recoge su deseo y le conf¨ªa la posibilidad de satisfacerles, dado que se trata de un matrimonio de fiar, discreto, con recursos econ¨®micos suficientes para mantener y educar a un ni?o y de una moralidad intachable. Lo ¨²nico que les recomienda es un poco de paciencia.
El plazo de espera suele oscilar entre los seis meses y el a?o, aunque ¨²ltimamente se ha estirado algo m¨¢s, a causa del control que ejercen algunas instituciones del Estado. Mientras tanto, el sacerdote o religioso traslada la petici¨®n a una religiosa amiga -asistente social- que asiste a las embarazadas solteras en una residencia regentada por hermanas de su orden o en la cl¨ªnica donde dan a luz.
A partir de ah¨ª, el proceso se simplifica. Muchas de las embarazadas acogidas en residencias especiales no desean tener a su hijos, y si tienen dudas, se les convence para que as¨ª sea. Su r¨¦gimen libertino de vida no les capacita para ser madres responsables. En su caso, lo m¨¢s adecuado es que entreguen sus hijos a un matrimonio que se haga cargo de ¨¦l con todas las consecuencias y con las m¨¢ximas garant¨ªas para su futura formaci¨®n cristiana.
De esta manera, cuando se produce el alumbramiento, la madre no ve a su hijo. Se recupera f¨ªsicamente y sale de la cl¨ªnica como entr¨®: con las manos vacias y un vientre menos pronunciado. Entre tanto, el matrimonio adoptante es avisado sigilosamente para que se presente en la cl¨ªnica, donde se le entrega el beb¨¦ sin ninguna clase de filiaci¨®n, como si hubiera ca¨ªdo del cielo.
A continuaci¨®n, la religiosa le conduce hasta la residencia donde se hosped¨® la embarazada. All¨ª se le pone en evidencia lo que ha costado su mantenimiento, as¨ª como los gastos de las atenciones sanitarias en la maternidad: ?200.000,400.000 pesetas? A esto hay que a?adir la voluntad y los gastos del abogado que tramitar¨¢ el asunto ante el registro, como si el ni?o hubiera nacido de las entra?as del matrimonio.
En estas condiciones, nadie probar¨¢ jam¨¢s que ese ni?o no es hijo leg¨ªtimo y biol¨®gico de la pareja que lo ha registrado como tal,
aunque no haya intervenido para nada en su concepci¨®n. Ni sus padres adoptivos, ni la monja y el sacerdote que han actuado como intermediarios, ni el abogado que les ha asesorado dir¨¢n jam¨¢s la verdad de lo sucedido, c¨®mo cada uno de ellos ha intervenido en un encadenado de actuaciones completamente al margen de la ley.
Estas operaciones perfectas se rompen cuando alg¨²n eslab¨®n quiebra el pacto de silencio. Son los casos cuyas rupturas parecen truenos, de lacerantes y crueles que parecen. Por ejemplo, el del matrimonio levantino -la regi¨®n que m¨¢s adopciones demanda- que devolv¨ªa a la antigua Inclusa de la Diputaci¨®n de Madrid un ni?o de nueve meses que padec¨ªa politraumatismo cerebral cong¨¦nito. Estos modestos labradores de secano hab¨ªan adoptado, por el procedimiento descrito, a este ni?o cuando apenas hab¨ªa cumplido los tres meses. Pese a su inexperiencia, la pareja observaba que con el paso del tiempo el ni?o apenas registraba progreso alguno. Con el ni?o a cuestas, de cl¨ªnica en cl¨ªnica, los labradores acabaron con un diagn¨®stico de incurable en sus manos y su escasa fortuna en n¨²meros rojos, arruinados. "Venimos a devolverlo; no podemos m¨¢s", es todo lo que dijeron a la puerta de la Inclusa.
Un beb¨¦ en el frigor¨ªfico
Fue un caso excepcional. Los m¨¢s frecuentes son los contrarios, los de aquellos ni?os que una vez adoptados son reclamados por sus aut¨¦nticas madres o porque alguien no ha satisfecho el precio convenido por efectuar la operaci¨®n. Una madre de Cieza (Murcia) present¨® denuncia porque las 500.000 pesetas que le hab¨ªan abonado por vender al hijo que hab¨ªa engendrado resultaron ser s¨®lo un guarismo en un cheque sin fondos."Cualquier maternidad es un centro potencial para ser tentado por los cazadores de reci¨¦n nacidos", dice la responsable de un centro oficial de adopci¨®n. Pero s¨®lo en casos excepcionales se ha logrado probar que han cazado. En Zaragoza, la madre Asunci¨®n Vivas fue condenada por la Audiencia a cuatro meses de arresto mayor por el delito de sustracci¨®n de menores. La hermana de la Caridad Mar¨ªa G¨®mez Valbuena, asistente social de la cl¨ªnica Santa Cristina de Madrid -donde se efectu¨® el secuestro de la hija de Mari Loles-, se vio envuelta en tres denuncias presentadas por otras tantas madres, quienes la acusaban de haberle arrebatado a sus hijos para entregarles en adopci¨®n. Ninguno de los tres casos pudo ser probado, pero los hechos eran tan veros¨ªmiles que provocaron el traslado de la religiosa.
Otro tanto sucedi¨® con Pura, una religiosa encargada de dirigir una residencia de madres solteras en Carabanchel. Muchos matrimonios felizmente padres adoptivos de criaturas nacidas en la cl¨ªnica del Rosario, de la calle de Vel¨¢zquez, en Madrid, y entregadas por la religiosa podr¨ªan dar fe de su intervenci¨®n. Muchos de ellos se sienten tan agradecidos por sus nuevos hijos que por nada del mundo denunciar¨ªan la ilegalidad de su adopci¨®n. Sin que haya mediado denuncia p¨²blica alguna, el papel de sor Pura debi¨® de alcanzar tal volumen de actividad que tanto los directivos del Consejo Superior de Menores como la Diputaci¨®n de Madrid, bajo control socialista, mediaron para apartar a la orden de sor Pura de la direcci¨®n del centro de Carabanchel y encomend¨¢rsela, bajo control, a la orden de las oblatas.
A esta decisi¨®n contribuyeron numerosas denuncias de madres solteras que acusaban a sor Pura de coaccionarlas para que se decidieran a entregar a sus futuros hijos. "A unas les dec¨ªan que ten¨ªan la pelvis estrecha y que su hijo iba a salir malformado, y a otras, que, por sus condiciones morales o econ¨®micas, no eran dignas de sostener a un hijo como Dios manda".
Medio mill¨®n
En las cl¨ªnicas de San Ram¨®n (Madrid) y Benisalem (Mallorca), dirigidas, respectivamente, por el doctor Vela y la comadrona Margarita Campins, llegaron a m¨¦todos m¨¢s sofisticados. En ambas maternidades ten¨ªan en dep¨®sito un beb¨¦ muerto congelado, que en algunos casos mostraban como suyo a la madre que acababa de dar a luz. Mientras el beb¨¦ muerto era reintegrado a su dep¨®sito refrigerado para seguir supliendo nuevos nacimientos, el aut¨¦ntico, vivo, era vendido por 200.000 o 500.000 pesetas. El doctor Vela fue denunciado y acusado, adem¨¢s, de negligencia por la muerte de una madre y su hijo en el momento del parto. Cinco a?os despu¨¦s, los cargos contra Vela han sido archivados, y su caso, sobrese¨ªdo por la Audiencia de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.