El coraz¨®n del deportista tambi¨¦n es vulnerable / y 2
Milc¨ªades, despu¨¦s de derrotar a los persas en la llanura de Marathon y obligarles a embarcar de nuevo, sinti¨® la urgente necesidad de hacer llegar un mensaje a Atenas, no fuera a rendirse injustificadamente. El corredor que lleg¨® hasta Atenas comunic¨® la buena nueva, se colaps¨® y muri¨®.Nada sabemos de la causa de la muerte del soldado Fil¨ªpides, salvo que era "un corredor entrenado". De modo que el primer maratoniano ya falleci¨® de muerte repentina.
En el Instituto del Coraz¨®n, del Pulm¨®n y de la Sangre, en EE UU, estudiaron 29 casos de atletas bien entrenados, altamente motivados, competitivos, que fallecieron de muerte s¨²bita durante o inmediatamente despu¨¦s del ejercicio f¨ªsico fuerte y de edades comprendidas entre 13 y 30 a?os. (Maron y cols., 1980). Se encontr¨® una causa cardiaca seria en 28 de 29 atletas (97%) y al menos,en 22 (76%) fue la causa directa de muerte.
La causa m¨¢s com¨²n de muerte fue la miocardicipat¨ªa hipertr¨®fica, una enfermedad que se caracteriza por hipertrofia cardiaca y muerte s¨²bita. Precisamente cuando habl¨¢bamos en el p¨¢rrafo anterior de algunos problemas en la identificaci¨®n del coraz¨®n del atleta nos refer¨ªamos a este grupo.
Hay atletas que, evidentemente, por azar, pueden ser portadores de miocardiopat¨ªa hipertr¨®fica y estar en riesgo de muerte s¨²bita. Los dem¨¢s atletas muertos ten¨ªan otras enfeirmedades cardiovasculares, con lo enfermedad coronaria, rotura de aorta, origen an¨®malo de una arteria coronaria y s¨®lo un coraz¨®n era por completo normal.
De esta serie se puede deducir que la muerte s¨²bita de los atletas se debe en la mayor¨ªa de los casos a una anomal¨ªa estructural cardiaca. Otro problema es, si es posible determinar qu¨¦ atletas tienen anomal¨ªas cardiacas y est¨¢n, por tanto, en riesgo de muerte s¨²bita.
Si se analizan series de muerte s¨²bita en atletas mayores de 40 a?os el espectro cambia radicalmente. El mismo equipo de Bethesda estudi¨® una serie de casos de corredores de ini¨¢s de 40 a?os que fallecieron de muerte s¨²bita mientras corr¨ªan, y todos ten¨ªan enfermedad coronaria (cardiopat¨ªa isqu¨¦mica) severa (Waller y Roberts, 1980).
Northcote (19841) ha estudiado tambi¨¦n en el Reino Unido 30 casos de sujetos que murieron mientras practicaban un deporte muy violento, el squash. Todos los pacientes ten¨ªan alguna enfermedad cardiaca subyacente y la primera causa era tambi¨¦n enfermedad coronaria severa (23 casos).
Estos estudios y otros muchos permiten contestar adecuadamente la pregunta n¨²mero 2: la muerte s¨²bita del atleta se debe a una cardiopat¨ªa subyacente. En los j¨®venes, la causa m¨¢s corriente es la miocardiopat¨ªa hipertr¨®fica (hipertrofia cardiaca idiop¨¢tica), y en los adultos, la enfermedad coronaria severa.
El atleta no es inmune
James Fixx hab¨ªa tenido un infarto de miocardio y ten¨ªa angina de esfuerzo al correr. El corredor franc¨¦s de la pasada marat¨®n de Nueva York tambi¨¦n hab¨ªa tenido un infarto de miocardio cuatro a?os antes, y de Jack Kelly a¨²n no disponemos de ning¨²n dato, pero probablemente tendr¨ªa enfermedad coronaria.
3. ?El ejercicio f¨ªsico previene o retrasa la enfermedad cardiovascular?
Hasta 1978 exist¨ªa el mito cardiol¨®gico de que los corredores de marat¨®n eran inmun?s a la enfermedad coronar¨ªa. Este mito fue totalmente destruido en 1979, cuando Noakes y col. publicaron los primeros cuatro casos de autopsia demostrando una enfermedad coronar¨ªa severa en corredores de marat¨®n (dos muertos atropellados mientras corr¨ªan). Desde entonces, y como ya hemos visto, esta experiencia se ha multiplicado. Ahora bien, el ejercicio f¨ªsico, aunque no inmunice, ?previene contra la enfermedad ateroesclerosa? ?sta es la cuesti¨®n fundamental.
La primera evidencia estad¨ªstica de que el ejercicio previene la, aparici¨®n de enfermedad coronaria procede de Morris, que en 1966 demostr¨® que los cobradores de autobuses de dos pisos ingleses tienen menos incidencia de enfermedad coronar¨ªa que los conductores, dos grupos socioecon¨®micamente similares, pero uno con gran actividad f¨ªsica (cobradores) y otro sedentario (conductores).
En otro trabajo posterior (Morris, 1980), estudiando 17.944 empleados, demostr¨® que la incidencia de enfermedad coronaria era menos de la mitad (40%) en los que hac¨ªan ejercicios vigorosos que en sus colegas sedentarios.
Experimentalmente, hay tambi¨¦n muchas pruebas del beneficio del ejercicio para proteger de la enfermedad coronaria. En los mandriles, por ejemplo, que desarrollan ateroesclerosis coronaria con dietas ricas en colesterina, las lesiones coronarias regresan cuando se les somete a un entrenamiento f¨ªsico diario durante 6-8 horas.
Otra fuente de evidencia proviene del estiadio de la muerte s¨²bita.
Peter Schwartz, en Mil¨¢n (1984), ha demostrado que los perros entrenados con ejercicio f¨ªsico diario son resistentes a la muerte s¨²bita provocada por isquemia mioc¨¢rdica vascular y que esta resistencia se desvanece tras la interrupci¨®n del entrenamiento. En un estudio en Seatle (Washington) se han analizado 1.250 casos de parada cardiaca y su relaci¨®n con el ejercicio. Las conclusiones a las que se llegan son las siguientes (Siscovick y cols., 1984): las personas entrenadas en ejercicios vigorosos habituales tienen menor riesgo de un ataque cardiaco fatal; pero el ejercicio f¨ªsico vigoroso puede precipitar un ataque cardiaco fatal, tanto en el entrenado como en el desentrenado, aunque en ¨¦ste con m¨¢s facilidad. El individuo entrenado en ejercicio vigoroso tiene un riesgo de 40% menos de muerte s¨²bita, tanto durante el ejercicio como en reposo.
Protege y provoca
En resumen, pues, el ejercicio f¨ªsico vigoroso protege y provoca la muerte s¨²bita.
El riesgo de muerte repentina en el ejercicio f¨ªsico vigoroso aumenta especialmente en el hombre con poca actividad f¨ªsica habitual. Por ejemplo, ocurre en el 1 por 10.000 de las pruebas de esfuerzo m¨¢ximo con ECG y en el 0,55 por 10.000 en los que hacen ejercicio en Washington. A pesar de este peligro del ejercicio a corto plazo, el riesgo total de los entrenados en ejercicio vigoroso es inferior (en 40%) a la de los sujetos menos activos.
O, dicho de otra manera, el riesgo a corto plazo del ejercicio vigoroso est¨¢ compensado por el beneficio a largo plazo de la actividad f¨ªsica. Estamos, pues, en el momento actual en condiciones de explicar la aparente contradicci¨®n con que empez¨¢bamos este art¨ªculo. No hay que olvidar, sin embargo, que los beneficios indudables del ejercicio f¨ªsico y del estar en forma no garantizan la protecci¨®n contra la muerte asociada al ejercicio. Y ello es particularmente importante en los pacientes que tienen s¨ªntomas o han tenido manifestaciones de enfermedad coronar¨ªa.
En Estados Unidos, la reducci¨®n en mortalidad del 30% en enfermedades coronar¨ªas en los ¨²ltimos 10 a?os se asocia con la reducci¨®n del consumo de cigarrillos, control de la hipertensi¨®n, disminuci¨®n de las grasas en la alimentaci¨®n y del colesterol en sangre y aumento de la actividad f¨ªsica.
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