Batalha, el monasterio portugu¨¦s
Recuerdo majestuoso de la inesperada victoria sobre los castellanos
Se levant¨® como resultado de una generosa, desesperada promesa de un pretendiente al trono portugu¨¦s. Eran aquellos tiempos en que las guerras decid¨ªan las fronteras, y el n¨²mero de ca?ones, el nombre del vencedor. Esa fue la raz¨®n de que don Jo?o, gran maestre de la orden de Avis, ante la aplastante superioridad de las tropas castellanas, prometiera, en el caso de una milagrosa victoria, levantar el m¨¢s hermoso y rico monumento que en el mundo existiera. Y as¨ª, gracias al sorprendente resultado de la contienda, surgi¨® Batalha.Se puso la primera piedra del monasterio junto a los mismos campos de Aljubarrota, que fueran escenario del hist¨®rico encuentro, tan s¨®lo tres a?os m¨¢s tarde de esa fecha (el 14 de agosto de 1385) que nuestros libros escolares registran como derrota. En bell¨ªsima piedra que el tiempo ha ido dorando, siguiendo las normas de un g¨®tico que se fue haciendo asombrosamente flam¨ªgero; con indudables influencias inglesas y marcando al mismo tiempo la diferencia a trav¨¦s de ese estilo exclusivamente portugu¨¦s que es el manuelino, el monasterio entero, iglesia, claustros, capillas y sala capitular, no tiene desperdicio.
Su exterior aparece como una mole compacta de oro cuajada de pin¨¢culos, arcos arbotantes, balaustradas y ventanas apuntadas. Su interior se diversifica y evidencia las distintas ¨¦pocas y modos. La iglesia es ampl¨ªa, sencill¨ªsima, de tres naves. A su derecha se abre la llamada capilla del Fundador, de planta cuadrada, que guarda las tumbas del rey Jo?o I, su mujer y sus hijos, incluida la del c¨¦lebre infante Enrique el Navegante. Al fondo, y detr¨¢s del coro, la rotonda de las Capillas Inacabadas, a la que se accede a trav¨¦s de un porche asombrosamente decorado a la manera exuberante manuelina. A la izquierda, la sala capitular, con la b¨®veda sin ning¨²n apoyo central, que se pone como ejemplo de la m¨¢xima audacia arquitect¨®nica de la ¨¦poca. Siguen los claustros. El primero, el real, es una explosi¨®n del manuetino, invadido por lotos, laureles y pi?as que se mezclan con los s¨ªmbolos del poder¨ªo portugu¨¦s en ?arcadas y columnillas. A continuaci¨®n, el claustro de Alfonso V marca el contrapunto de la sobriedad dentro del g¨®tico y pone fin al monasterio.
C?MO IR
El monasterio de Batalha se encuentra a algo m¨¢s de 100 kil¨®metros al norte de Lisboa, por la carretera que se dirige a Leiria y, m¨¢s all¨¢, a Coimbra. Alrededores: a 27 kil¨®metros, y ya junto al oc¨¦ano, Nazar¨¦, uno de los m¨¢s fotografiados puertos de pescadores portugueses; a 20 kil¨®metros, la milagrosa F¨¢tima, y un poco iri¨¢s alejado, hacia el interior, Tomar, la que fuera sede de la orden de Cristo, la continuadora de los templarlos, obra m¨¢x¨ªma del manuelino. Y en direcci¨®n al Sur, Alcoba?a, ciudad surgida en torno a un espl¨¦ndido monasterio cisterciense.
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