La guerra que no acaba
EL VIAJE que acaban de realizar a Bagdad el rey Hussein de Jordania y el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, ha sido una demostraci¨®n de solidaridad con Irak y a la vez una ocasi¨®n para exigir el fin de las hostilidades. Las relaciones diplom¨¢ticas entre El Cairo y Bagdad estaban interrumpidas desde el inicio de la pol¨ªtica de Camp David; ello realza el significado del gesto de Mubarak. En realidad, Egipto est¨¢ ocupando cada vez m¨¢s un lugar de mayor importancia y actividad en el conjunto del mundo ¨¢rabe. Al mismo tiempo, este viaje refleja una actitud mucho m¨¢s general, en numerosos pa¨ªses ¨¢rabes y en el mundo, ante el recrudecimiento de la guerra entre Ir¨¢n e Irak. Los seis pa¨ªses de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga han decidido realizar una nueva gesti¨®n en favor de la paz. El presidente de Gambia, Jawara -presidente a la vez de la Conferencia Isl¨¢mica-, ha iniciado una acci¨®n diplom¨¢tica en el mismo sentido. Al mismo tiempo, el Gobierno de Teher¨¢n acaba de recibir la visita de un delegado especial del jefe del Gobierno de la India, Rajiv Gandhi, que ocupa en estos momentos la presidencia del Movimiento de Pa¨ªses No Alineados. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, despu¨¦s de negociaciones dif¨ªciles para preparar un texto com¨²n, ha aprobado un llamamiento en favor del cese de los bombardeos de las poblaciones civiles y asimismo por una suspensi¨®n de las hostilidades.Estas gestiones diversas expresan indiscutiblemente un sentimiento casi un¨¢nime en el mundo: el deseo de que se ponga fin a una matanza espantosa que dura desde hace cuatro a?os y medio, casi tanto como la II Guerra Mundial. Esta guerra ha significado cientos de miles de muertos en ambos lados, ciudades bombardeadas, sufrimientos indescriptibles de las poblaciones civiles, decenas de miles de prisioneros condenados a condiciones absolutamente inhumanas... Y todo eso ?para qu¨¦? Irak inici¨® la guerra para ocupar territorios controvert¨ªdos, creyendo que podr¨ªa aprovecharse de la presunta debilidad del r¨¦gimen del ayatollah Jomeini; pero este utiliz¨® precisamente la guerra para elevar la unidad y el fanatismo del pueblo en torno a su poder. Actualmente es Ir¨¢n el que se niega de modo intransigente a negociar el cese de las hostilidades y proclama la eliminaci¨®n de Sadam Husein de la presidencia de Irak como su objetivo de guerra. Pero en realidad las cosas no van por ese camino: en el viaje del rey Hussein y de Mubarak, en. las actitudes de la mayor parte de los pa¨ªses ¨¢rabes, a la vez que se pide la paz, se afirma la solidaridad con la causa de Irak. Ello responde no s¨®lo a causas internacionales: el fundamentalismo isl¨¢mico, impulsado por el ayatollah Jomeini, es considerado por muchos Estados ¨¢rabes como una amenaza creciente para su estabilidad. Por ello, si bien desean: la paz, est¨¢n dispuestos a impedir un triunfo iran¨ª, que dar¨ªa al fundamentalismo est¨ªmulos poderosos.
En realidad, la guerra se est¨¢ prolongando mientras carece de toda raz¨®n de ser, suponiendo que en alg¨²n momento tuviese alguna. Ninguno de los contendientes puede pensar racionalmente que est¨¢ en condiciones de lograr el objetivo que le llev¨® a tomar las armas. En el terreno militar, no se percibe ning¨²n desequilibrio radical susceptible de provocar una nueva situaci¨®n. Ir¨¢n tiene una superioridad indiscutible en efectivos, pero su idea de lograr con ello ofensivas arrolladoras, no se materializa; el ¨²ltimo intento, en torno a la carretera Basora-Bagdad, as¨ª lo ha confirmado. Irak tiene superioridad en armamento, pero tampoco dispone de elementos para lograr una ventaja militar efectiva. En esas condiciones, la guerra est¨¢ evolucionando hacia formas cada vez m¨¢s crueles y destructivas: el bombardeo de las ciudades. Las v¨ªctimas principales de esta forma de guerra son las poblaciones civiles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.