El h¨¦roe de toda la vida
Alto, desgarbado, bondadoso, honrado, aparentemente dubitativo, pero de convicciones muy arraigadas, h¨¦roe a su pesar... Las descripciones que se han hecho de James Stewart insisten siempre en la vertiente humana del personaje cinematogr¨¢fico, al tiempo que nos recuerdan su condici¨®n de arquitecto y de oficial del ej¨¦rcito. El oscar honor¨ªfico que se ha concedido ahora, y que viene a sumarse al que ya ten¨ªa por Historias de Filadefia, es un reconocimiento a su condici¨®n de mito perfecto del viejo Hollywood, de un cine que contaba con grandes estrellas y actores que, siendo formidables, nunca dejaban de ser ellos mismos.La influencia del Actor's Studio y la l¨®gica renovaci¨®n de las t¨¦cnicas del espect¨¢culo hacen que hoy los actores de otras ¨¦pocas sean extra?as presencias en las pel¨ªculas modernas, condenados a parodiarse a s¨ª mismos o a camuflarse bajo maquillajes espectaculares.
Las ficciones de hoy, con su carga de verosimilitud surgida de la perfecci¨®n fotogr¨¢fica o de efectos especiales, s¨®lo pueden estar pobladas por hombres m¨¢s o menos anodinos, prosaicos, o por robots.
James Stewart ten¨ªa la altura de los mitos, aunque, como Gary Cooper, era tambi¨¦n el pap¨¢ so?ado de una generaci¨®n.
La Academia de Hollywood no ha querido que con Stewart sucediese lo mismo que con Henry Fonda, que fue homenajeado a las puertas de la muerte; pero lo cierto es que el protagonista de las mejores comedias de Capra est¨¢ a punto de cumplir los 77 a?os. Su personaje fue evolucionando con el tiempo, adapt¨¢ndose, m¨¢s que a las caracter¨ªsticas de la ¨¦poca, a las de su edad, abandonando el papel de gal¨¢n para concentrarse en el de cabeza de familia. S¨®lo Hitchcock se sirvi¨® de ¨¦l de manera realmente distinta.
En La ventana indiscreta y V¨¦rtigo, una corriente subterr¨¢nea recorr¨ªa la ficci¨®n surgida precisamente de ese tono dubitativo consustancial en James Stewart. Pero aqu¨ª ya no dudaba de sus propias fuerzas, de su capacidad para enamorarlas o de que realmente alguien pudiera ser malvado. En esos dos t¨ªtulos de Hitchcock la duda alcanzaba al propio protagonista: en un caso, voyeur impenitente y misterioso renunciador a los encantos de Grace Kelly; en el otro filme, el intachable Stewart se descubr¨ªa como un necr¨®filo capaz de sonrojar con su malicia a los que Almod¨®var est¨¢ inventando para su pr¨®ximo filme.
Redimido de la duda
Despu¨¦s del par¨¦ntesis hitchcockiano, que suced¨ªa a las f¨¢bulas c¨ªvico-patri¨®ticas de Capra y al hombre primigenio de Anthony Mann en sus grandes westerns, John Ford le redimir¨¢ de la duda sobre la intachabilidad del personaje fabricada por el mago del suspense. Es el momento de los westems crepusculares, de la reflexi¨®n, de los h¨¦roes cansados que piensan en abandonar la escena a manos de gente ambiciosa y desprovista de romanticismo y sentido de la epopeya. Desde entonces James Stewart ha dejado de ser una preSenc¨ªa real en el cine, aun cuando haya intervenido en pel¨ªculas o aparezca como presentador en montajes de antiguos t¨ªtulos. Su imagen qued¨® fijada para siempre.
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