La Bienal de Par¨ªs emprende el camino de la renovaci¨®n
Tras un cuarto de siglo de existencia, cambia de sitio y adopta una nueva actitud ante el arte
La 13? edici¨®n de la Bienal de Par¨ªs, abierta el pasado 21 de marzo en la capital francesa, supone el primer paso para la total renovaci¨®n de este encuentro de las artes tras m¨¢s de un cuarto de siglo de existencia. Por de pronto, ya no se llamar¨¢, como anta?o, la Bienal de los J¨®venes Artistas, pues ha renunciado a ese tradicional requisito de convocar tan s¨®lo a los creadores de menos de 35 a?os, pero, adem¨¢s, ha modificado sustancialmente su planteamiento y su organizaci¨®n, e incluso ha variado su lugar de celebraci¨®n.
La Bienal de Par¨ªs ha sido trasladada a La Villette, en el parque del Museo de las Ciencias y de las T¨¦cnicas. Merece destacarse el aprovechamiento del antiguo Matadero, un edificio de estructura met¨¢lica, construido en 1867, por Jules de M¨¦rinold, disc¨ªpulo de Baltard, que ahora ha sido remoldeado por los arquitectos Reichen y Robert, de manera que sirva como espacio polivalente, capaz de albergar grandes muestras, conciertos y todo tipo de espect¨¢culos de masas. Desde este punto de vista, como conservaci¨®n, remodelaci¨®n y nueva definici¨®n de uso de una notable edificaci¨®n de arquitectura industrial en hierro del siglo pasado, la intervenci¨®n puede calificarse de ejemplar, m¨¢xime cuando se compara con la herida todav¨ªa reciente de la destrucci¨®n de Les Halles.Mas, sin desestimar la importancia del tratamiento dado al actual continente de la Bienal, no se puede ignorar el protagonismo que hoy nos hace fijarnos, sobre todo, en el contenido; esto es, en la nueva Bienal y su significaci¨®n pol¨¦mica. Centrados, pues, en esta cuesti¨®n candente, hay que empezar por reconocer que se impon¨ªa imperiosamente un cambio en los viejos usos acartonados de la Bienal, que fue perdiendo paulatinamente inter¨¦s hasta quedarse casi sin justificaci¨®n.
'Grandeur'
Esta necesidad de cambiar la estructura tradicional era compartida por todo el mundo, con lo que, evidentemente, el elemento pol¨¦mico se limita s¨®lo a la elecci¨®n de la f¨®rmula alternativa. Pues bien, se ha optado por una f¨®rmula ecl¨¦ctica, que, en parte, est¨¢ inspirada en los modelos concretos Kassel y Venecia, y, en general, en las grandes exposiciones panor¨¢micas sobre la actualidad art¨ªstica internacional, que est¨¢n proliferando en la presente d¨¦cada. De esta manera, el delegado general de la Bienal, Georges Boudaille, encarg¨® a un comit¨¦ de: expertos internacionales -el italiano Achille Bonito Oliva, el alem¨¢n Kaspar K?ning, la norteamericana Alanna Heiss y los franceses Gerald Gassiot Talabot y Claude-Louis Renard (este ¨²ltimo se retir¨® en seguida de la comisi¨®n)- la selecci¨®n de los participantes y su presentaci¨®n.La envergadura de la. empresa queda reflejada elocuentemente en la inversi¨®n econ¨®mica realizada, cuyo coste estimado es -de 27 millones de francos, unos 500 millones largos de pesetas, la mayor parte de los cuales ha sido sufragada por el Ministerio de Cultura franc¨¦s y el Ayuntamiento de Par¨ªs. Nos encontramos, por consiguiente, ante una promoci¨®n cultural b¨¢sicamente institucional, cuya intenci¨®n ¨²ltima quiz¨¢ sea el deseo de hacer recobrar a Francia su antiguo papel de l¨ªder internacional de las artes, esa ilusi¨®n permanente del grandeur que tanto preocupa a nuestros vecinos no sin s¨®lidas justificaciones hist¨®ricas. No s¨¦ si con todo esto logran recobrar el liderazgo perdido, que, por lo dem¨¢s, ya no consigue detentarlo nadie en exclusiva hoy, pero, en todo caso, no se puede negar espectacularidad y grandeza a la empresa, en cuyos 21.000 metros cuadrados de espacio exhibici¨®n re¨²ne obras de artes pl¨¢sticas, nuevos medios, arquitectura y m¨²sica de varios centenares de artistas de una veintena de pa¨ªses.
Con el tama?o y diversidad de temas, que concurren en la presente edici¨®n de la Bienal, se comprender¨¢ que es imposible ni tan siquiera hacer menci¨®n de todas las cosas interesantes programadas, por lo que, de momento, s¨®lo comentar¨¦ lo que se refiere a las artes pl¨¢sticas. En este campo, basta con conocer qui¨¦nes han sido los componentes de la comisi¨®n organizadora, nombrados anteriormente, y la terror¨ªfica fuerza actual de la alianza entre los barones del mercado y de los museos, para adivinar, de antemano, el escaso espacio de sorpresa. Quiero decir que el contenido de la Bienal, en principio, no ha hecho sino confirmar una buena parte de los t¨®picos en boga.
En ella, efectivamente, nos encontramos con muchas de las figuras internacionales de moda -los norteamericanos Schnabel, Salle, Fischl, Basquiat, Haring, Rotenberg; los italianos Cucchi, Paladino, Longobardi- Chia, Clemente; los alemanes Immendorff, Baselitz, Kiefer, Polke, Richter; los brit¨¢nicos Wooddrow, Hockney, Gilbert and Georges, etc¨¦tera-, pero tambi¨¦n a maestros reconocidos y antiguos santones de la vanguardia remozados. El resultado general es bastante ecl¨¦ctico y un poco tocado por la obviedad.
Nueva cara
Lo que todo esto pueda tener de criticable negativamente no creo que en justicia pueda achacarse a la Bienal y su nueva faz, sino que ha de imputarse a la situaci¨®n actual del mercado art¨ªstico internacional. Por eso mismo, personalmente, no comparto la regular acogida que se le ha dispensado a la Bienal dentro de la cr¨ªtica francesa especializada, pues, tal y como dije al principio, se impon¨ªa un cambio radical de estructuras y el Estado franc¨¦s ha realizado un esfuerzo encomiable y generoso para apoyar esa necesaria transformaci¨®n. Hay que dejar tiempo al tiempo, no s¨®lo para evaluar la posible rentabilidad econ¨®mica y cultural de la edici¨®n actual, sino la marcha futura de las pr¨®ximas, que habr¨¢n de asimilar las experiencias obtenidas en ¨¦sta.Dejar el c¨®modo sill¨®n del pasado hist¨®rico, donde las glorias est¨¢n ordenadas en las estanter¨ªas con su correspondiente ficha pegada al lomo, y atreverse a hurgar en la actualidad, que es por esencia confusi¨®n ruidosa, entra?a riesgos, pero no se ha sabido nunca de nadie: que lograra algo positivo sin atreverse a afrontarlos. La Bienal de Par¨ªs ha jugado valientemente esta baza de la renovaci¨®n y de la actualidad con sus ventajas e inconvenientes. Antes he mencionado el posible lastre negativo de la poderosa alianza entre mercados y museos -habr¨ªa mejor que decir entre ciertos mercados y ciertos museos-, mas no por eso concluye ah¨ª el inter¨¦s de la historia, por que el contenido de esta Bienal tambi¨¦n ha sabido aprovechar, con originalidad, uno de la los dos mensajes elaborados en la pasada Documenta de Kassel y, antes, en New Spirit in Painting: el intento de interconectar los lenguajes que se mantienen vivos de las vanguardias de pasadas d¨¦cadas con lo que se hace en la presente.
Esta convergencia resulta, como en Kassel, extraordinamente estimulante. As¨ª, nos encontramos con Michaux, Czapski, H¨¦lion, Lundquist, Matta, Stupica, Bettencourt o Beuys, como tambi¨¦n aparecen Artschwager, Takis, Merz, Tinguely, T¨¤pies, Rainer, Baldessari o Morley, y, en fin, Erro, Rosenquist, Adami, Raysse, Arro, o, Stella, Buren... hasta llegar a Basquiat, nacido en 1960.
En este complejo panorama, no tiene mucho sentido hacer el recuerdo de ausencias, pues no se trata de un planteamiento historicista, ni se busca la cr¨®nica. Tambi¨¦n ocurre que algunas piezas de determinado autores entusiasman mas de lo previsto o, por el contrario, no satisfacen las expectativas. Si hablamos de los artistas hoy m¨¢s de moda, alabar¨¦ a Kiefer o Kirkeby, pero, en definitiva, hay que dejar estas inclinaciones personales en la presente circunstancia al albur de cada cual.
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