Los reclusos, como los ni?os, r¨ªen con muy poca cosa

Los presos son como los ni?os: r¨ªen las ca¨ªdas al suelo o las falsas bofetadas. Eso s¨ª, se nota que son adultos en que prefieren los chistes verdes. El otro d¨ªa, los chavales de M¨®stoles les escenifican una pieza teatral de Woody Allen. La primera gran carcajada llega cuando dos personajes vestidos con s¨¢banas blancas, a modo de t¨²nicas griegas, dicen llamarse Hepatitis y Diabetes. La siguiente cuando se empujan y caen al entarimado con gran alharaca.

La entrada en escena de la primera chica provoca una tormenta de aplausos y gritos de "t¨ªa buena". Mirando a la muchacha, Hepatitis le dice a Diabetes: "Creo que me la podr¨¦ tirar". El otro le responde: "?Aqu¨ª, con tanta gente?"; y una voz espont¨¢nea, que sale de la cuarta o quinta fila de este extra?o patio de butacas taleguero, despeja la duda: "Da igual. No somos celosos". M¨¢s adelante, la protagonista dice que es virgen, y se escucha a otro espectador: "S¨ª, de la oreja".

Las risas son incontenibles hacia el final de la representaci¨®n, cuando uno de los actores masculinos hace un streep-tease y se queda en ropa interior femenina negra y calada.

El mensaje de la obra de Woody Allen es acogido con grandes aplausos. "Si hay Dios, yo no soy responsable de mis actos", dice un actor, y con tal sentencia gana la aprobaci¨®n inmediata del respetable.