La chica de Ipanema
Para descubrir una gran voz hace falta talento. Para descubrir una voz peque?a es necesario ser un genio. Quienes pusieron a Astrud Gilberto a, cantar las estrofas en ingl¨¦s de Corcovado y La chica de Ipanema descubrieron uno de los rasgos caracter¨ªsticos de los a?os sesenta. Luego completaron el trabajo los norteamericanos, que se enamoraron de ella, se la llevaron a California y la cubrieron de joyas en forma de arreglos orquestales de orfebres tan renombrados como Marty Paich, Johnny Mandel y hasta el mismo Gil Evans. Astrud Gilberto ha venido a Madrid con un acompa?amiento m¨¢s modestito, pero que, sin hacer especiales maravillas, present¨® un modo refrescante y agradablemente distinto de concebir la secci¨®n r¨ªtmica. Destaquemos a David Saks, un bravo trombonista y un caso extraordinario de identificaci¨®n.
Astrud Gilberto
Colegio mayor San Juan Evangelista. 28 de marzo de 1985.
Astrud, para que se vea que tiene un repertorio variado, se marc¨® un bolerito en, plan Jannette, algunas cosas nuevas del hijo de Jobim. y hasta una composici¨®n propia. Por lo dem¨¢s, se atrevi¨® con la endiablada extensi¨®n de Wave y repas¨® con delicadeza y dignidad cosas dif¨ªciles como Dindi, Ponteio y en general todas esas canciones que disputan con ella el primer puesto del hit parade de la bossa.
Combina una profesionalidad indiscutible con el atractivo de quien canta como si estuviera preparando el desayuno o arregl¨¢ndose para salir. Sigue con la misma carucha entra?able, entre Harriet Andersson y Rita Tushingham. Honr¨® la ocasi¨®n vistiendo un a modo de uniforme de la tuna, aunque con las transparencias convenientes para demostrar que conserva una figura espl¨¦ndida, de aut¨¦ntica chica de Ipanema. Luego resulta que el bajista del grupo, un se?or con toda la barba, es su hijo. Pero eso no le pone a?os a ella, sino, acaso, nos los pone a nosotros.
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