El jurado

El pasado d¨ªa 24 public¨® EL PAIS un art¨ªculo sobre el jurado, y en ¨¦l, aunque no es ¨¦sa su t¨®nica general, vuelve a reflejarse lo que ha venido siendo en nuestra patria rechazable lugar com¨²n en el discurso projuradista: el argumento seg¨²n el cual las reticencias al jurado o a que ¨¦ste adopte la forma de escabinato, si provienen de los jueces, est¨¢n motivadas por su "instinto de conservaci¨®n" (opini¨®n que se atribuye al, se?or L¨®pez Mu?oz), y si se manifiestan por otros, descansan en actitudes poco democr¨¢ticas, que tambi¨¦n, faltar¨ªa m¨¢s, se suponen presentes en los magistrados. Que semejantes opiniones envuelven una descalificaci¨®n y una ofensa respecto a quienes somos contrarios al jurado es algo evidente. Deben, por tanto, rechazarse con gesto en¨¦rgico; quienes participamos de aquellas reticencias nos creemos en el derecho de exigir el m¨¢ximo respeto. Aunque el jurado es en Espa?a de obligatoria implantaci¨®n, los argumentos y las razones para no ser partidarios de la instituci¨®n son tantos y de tanto peso que se bastan y sobran, por s¨ª solos, para justificar una actitud contraria. Y, a mi parecer, es casi una exigencia de honradez y de rigor intelectuales que quienes pueden, por sus conocimientos, exponer a la ciudadan¨ªa los defectos de un instituto tan discutido, lo hagan, aunque sea sin pretensi¨®n alguna de oponerse a lo que es inevitable. Desespero, sin embargo, de que se haga, porque buena parte de los maestros del Derecho, concentrados en escribir en publicaciones de escasa