Europa y la guerra de las galaxias
Europa sufre, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, una crisis de identidad, y s¨®lo la utop¨ªa de convertirse en aut¨¦ntica potencia con una sola voz permitir¨ªa que fuera escuchada frente a las superpotencias. Este objetivo cobra actualidad cuando cuestiones tan vitales como su seguridad se le escapan de las manos al viejo continente.
Resulta dif¨ªcil para cualquiera que se interese por el futuro de Europa permanecer impasible ante la continua p¨¦rdida de posiciones de los pa¨ªses europeos. Europa sufre una crisis de identidad y ha sido incapaz de superar la fase de la Europa de los mercaderes para convertirse en una aut¨¦ntica potencia pol¨ªtica con una sola voz que pueda hacerse o¨ªr en el concierto universal. Ello conlleva que cada vez se encuentre m¨¢s marginada de cuestiones que le son vitales y que afectan incluso de forma decisiva a su seguridad, con el riesgo, como he escrito otras veces, de que un d¨ªa la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos decidan pelearse en nuestra casa sin que los europeos nos enteremos hasta que hayamos sufrido las graves consecuencias.Es posible que muchos consideren irrealizable un cambio de esta situaci¨®n. O simplemente que se encuentren c¨®modamente instalados en ella. O que exista una profunda crisis de liderazgo entre los dirigentes europeos que impide movilizar las energ¨ªas de nuestros pueblos para hacer frente al reto de solidaridad que entra?a la construcci¨®n de la nueva Europa. Tanto m¨¢s, cuanto que estos momentos se producen en un marco en que la reelecci¨®n del presidente Reagan en Estados Unidos y la designaci¨®n de Gorbachov como secretario general del PCUS -aunque deba pasar alg¨²n tiempo para su consolidaci¨®n al frente de la Uni¨®n Sovi¨¦tica- permiten suponer que contamos -por vez primera desde hace a?os- con liderazgos claros en ambas superpotencias.
El tema fundamental de confrontaci¨®n de los dos grandes va a seguir siendo la seguridad, y su principal escenario, las negociaciones; de Ginebra. Las posiciones de los dos protagonistas se han venido decantando desde hace a?os y se presentan actualmente lo suficientemente alejadas como para que sea razonable prever que las conversaciones pueden durar a?os tambi¨¦n.
Ya en abril de 1983, la revista Time public¨® un art¨ªculo en el que se defin¨ªan los ocho principios b¨¢sicos que la Administraci¨®n Reagan parec¨ªa tener sobre control de armarnentos y pol¨ªtica de defensa. Entre esos ocho puntos se destacaban varias afirmaciones que hay que tomar en consideraci¨®n si se quiere entender lo que ha ocurrido desde entonces y cu¨¢l es la situaci¨®n actual. Se estimaba, en primer lugar, que Estados Unidos se encontraba situado detr¨¢s de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y que, por ello, deb¨ªa esforzarse firmemente. En segundo lugar, se consideraba que las conversaciones sobre control de armamentos hab¨ªan contribuido a la inferioridad americana y se urg¨ªa la necesidad de restablecer la igualdad o, mejor, una cierta superioridad para poder reanudar las conversaciones y negociar desde la fortaleza.
La esitrategia de Reagan
La actuaci¨®n norteamericana en el desarrollo de la doble decisi¨®n de la OTAN, de 1979, sobre implantac¨ª¨®n de los euromisiles, venciendo las resistencias sucesivas de los pa¨ªses europeos, y la creciente importancia dada al programa de la guerra en el espacio demuestra claramente que la estrategia norteamericana de la Administraci¨®n Reagan se mantiene, en lo sustancial, fiel a sus planteamientos iniciales.
Para la parte norteamericana, en los inicios de la confrontaci¨®n que van a ser las negociaciones de Ginebra, no parece negociable la renuncia al programa de la guerra de las galaxias, que pretende presentarse -cara a la opini¨®n occidental- como un tema en fase de estudio que tiene la intencionalidad de conseguir seguridad para todos y convertir en obsoletos los actuales arsenales nucleares.
Para la parte sovi¨¦tica, que ha encajado en silencio la implantaci¨®n de los misiles intermedios en Europa, que fue la causa del cese de las conversaciones sobre control de armamentos, el caballo de batalla va a ser -o, mejor dicho, ya lo es- el condicionar los acuerdos a la suspensi¨®n del programa espacial norteamericano. El encumbramiento de Gorbachov al frente de la URSS no debe suponer cambios en esa postura, e incluso cabe esperar mayor firmeza en la posici¨®n sovi¨¦tica, compatible con un cierto pragmatismo. Las primeras afirmaciones del nuevo l¨ªder sovi¨¦tico ante el Comit¨¦ Central del PCUS, el mismo d¨ªa de su elecci¨®n, as¨ª parecen atestiguarlo, al valorar la situaci¨®n internacional como m¨¢s complicada que nunca, resaltar la importancia de mantener la capacidad defensiva sovi¨¦tica a un nivel tal que disuada a sus agresores potenciales y remachar que las fuerzas armadas recibir¨¢n en lo sucesivo todo lo necesario para ello.
Papel secundario
Entre ambas superpotencias, los pa¨ªses europeos occidentales juegan hoy un papel secundario o incluso residual. Para el nuevo nacionalismo norteamericano, Europa occidental es incapaz de resolver su crisis econ¨®mica y enfrentarse al desaf¨ªo tecnol¨®gico de los tiempos actuales, por lo que se considera que inevitablemente ir¨¢ perdiendo contacto con los pa¨ªses de punta -Estados Unidos y Jap¨®n- En no poca medida, perciben a los pa¨ªses europeos como decadentes, por lo que aumenta la definici¨®n norteamericana de sus relaciones con Europa centrada en los temas de seguridad.
Para la URSS, Europa occidental es una de las pocas bazas con que actualmente cuenta para disminuir la dureza norteamericana, como demuestra la intensificaci¨®n de los movimientos diplom¨¢ticos de los ¨²ltimos tiempos.
Ante ambas posiciones cada pa¨ªs est¨¢ respondiendo a la cuesti¨®n de la guerra del espacio en forma diversa, a su aire, e incluso en forma err¨¢tica, en funci¨®n de las presiones que sucesivamente va soportando. Es evidente que en el fondo carecen de suficiente informaci¨®n sobre la realidad del programa norteamericano, como muestra un presunto estudio de los servicios franceses encargados del an¨¢lisis estrat¨¦gico (Le Monde de 16 de marzo), basado en los presupuestos estadounidenses, que concluye en forma de interrogante sobre si la defensa espacial es o no un modo t¨¢ctico de mejorar el arsenal nuclear norteamericano o, dicho de otra forma, si tiene o no verdadero contenido.
Es posible que hoy por hoy sea una utop¨ªa pretender una posici¨®n ¨²nica de los pa¨ªses de Europa occidental de cara a estos temas de seguridad. Pero la certeza de que mientras esa posici¨®n concertada no se alcance se impedir¨¢ que tales pa¨ªses jueguen un papel de relieve en el tema y tendr¨¢n que aceptar inevitablemente la subordinaci¨®n de sus intereses a las decisiones de terceros, es, en cualquier caso, una raz¨®n importante -para m¨ª, por supuesto, no la ¨²nica- para impulsar la institucionalizaci¨®n de Europa de forma que los europeos podamos volver a ocupar el puesto que por nuestra historia y nuestras posibilidades nos corresponde.
es diputado del Centro Democr¨¢tico y Social (CDS).
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