Toda una actriz
El programa de TVE La huella del crimen -serie que narra algunos cr¨ªmenes ocurridos en Espa?a- comenz¨® el viernes con El caso de las envenenadas de Valencia, telefilme dirigido por Pedro Olea con resultado desigual: junto a cosas excelentes tiene lastres en el enfoque que borran la capacidad de convicci¨®n de esas excelentes escenas.El principal peso muerto del telefilme hay que buscarlo en el embarullado gui¨®n, escrito por el propio Olea, Elena del Amo y Pedro Costa Must¨¦. En ¨¦l, junto a escenas bien dise?adas -las primeras y la ¨²ltima-, aunque pobremente dialogadas, se nota una continua confusi¨®n en los puntos de vista y una valoraci¨®n err¨®nea de las l¨ªneas de atenci¨®n del asunto.
Por ejemplo, y anot¨¦ mentalmente varios hilos sueltos de este grosor, en el momento m¨¢s tenso del filme, cuando se ha celebrado el juicio y el espectador quiere soluciones visuales inaplazables, y precisas como golpes secos, al caso -lo que se llama ir al grano-, a los guionistas se les ocurre que es el momento de meter buena conciencia pol¨ªtica en el asunto y nos sueltan una infumable entrevista -para que nos enteremos de quienes son los malos de la pel¨ªcula, cosa que ya sabemos- entre el abogado defensor y un pol¨ªtico franquista, escena que llega literalmente a impacientar por in¨²til, por sabida.
Olea es un director de talento indiscutible: y sus trabajos van siempre apoyados por un envidiable oficio. Lo demuestra aqu¨ª al sacar relativamente a flote el mediano gui¨®n con una realizaci¨®n directa y una buena ambientaci¨®n de tonos s¨®rdidos. Hay incluso algunos instantes magistrales que son imputables a ¨¦l: Ias escenas del baile, la de la espera en capilla -que se le pod¨ªa haber ido por excesiva, pero que sabe mantener en los l¨ªmites de la mesura- y algunas escenas de calle, sin valor argumental, que Olea sabe orientar de tal manera que contribuyen a la credibilidad visual e hist¨®rica de los ambientes por donde discurre el suceso y a, dar a este autenticidad retrospectiva.
Otra virtud del director es haber sabido dirigir a la actriz Terele: P¨¢vez, que da a su personaje una, sequedad, una violencia sofocada y un punto de horror nada comunes ni nada f¨¢ciles de conseguir. Todo cuanto se ve obligada a hacer la actriz es en buena manera t¨®pico e inimaginativo. Es un personaje mal construido, de una pieza, sin matices -y cuando estos quieren llegar, peor: confunden, como algunos toques sicoanal¨ªticos del di¨¢logo, que no se sostienen-, pero, bien orientada por el director, Terele P¨¢vez consigue neutralizar la inexpresividad del personaje con un aut¨¦ntico derroche de la suya propia, una mezcla de energ¨ªa y de pasividad que merece pasar a la antolog¨ªa de esa peque?a tragedia, tan frecuente en el cine espe?ol, en la que los actores se ven obligados a sacar a flote a personajes que est¨¢n muy por debajo de ellos.
Terele P¨¢vez, en vez de naufragar en el embolado, lo da vida. Hace una interpretaci¨®n en un solo registro, pero con tal energ¨ªa y dominio de la ambig¨¹edad de sus gestos, que da al personaje una trastienda que no tiene sobre el papel. Toda una actriz.
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