Los coros y orquesta del Liceo, int¨¦rpretes de Verdi y Stravinski
Los dos conciertos dados en el Real los d¨ªas 17 y 18 por el coro y la orquesta del teatro del Liceo, bajo la direcci¨®n del maestro Romano Gandolfi, han sido un ¨¦xito total. Una vez m¨¢s, y como tantas otras, Madrid ha reaccionado con fervor ante el arte de buena ley e irresistible comunicabilidad de los conjuntos barceloneses.Para los madrile?os, hu¨¦rfanos de teatro oper¨ªstico desde hace 60 a?os, el Liceo de Barcelona goza de cierto car¨¢cter m¨ªtico. M¨¢s a¨²n s¨ª se tiene en cuenta que se trata de un coliseo que ha sido capaz de autofinanciarse, lo que quiere decir que estamos ante una emanaci¨®n de la sociedad y no frente a una consecuencia de la pol¨ªtica cultural de la Administraci¨®n.
Sin embargo, el Gran Teatro del Liceo, como todo cuerpo vivo, ha conocido momentos muy diversos, ha estado m¨¢s de una vez al borde del precipicio y se ha paseado, durante algunos per¨ªodos, sobre el filo de la navaja. Al fin y a la postre sali¨® adelante de cada encrucijada. De la ¨²ltima crisis, coincidente con la muerte del empresario Panies, emergi¨® lo que, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª, se viene denominando el "nuevo Liceo", m¨¢s a tono con los actuales niveles de exigencia y con sus cuerpos estables, m¨¢s que reformados, recreados. As¨ª, el coro y la orquesta lice¨ªsticos han podido salir triunfadores en dos interpretaciones tan diversas como las que exigen el R¨¦quiem, de Verdi, y Las bodas, de Stravinski, precedidas de Los valses de amor, de Brahms, y La oraci¨®n, de Schubert.
Si en alguna versi¨®n qued¨® puesta en evidencia la sustancial teatralidad de la misa de difuntos para Manzoni, de Verdi, ha sido en ¨¦sta. No en vano los maestros, los conjuntos y el espl¨¦ndido cuarteto solista pertenecen al gran mundo de la ¨®pera. De los cuatro solistas verdianos,'todos ellos estrellas, brill¨® en grado m¨¢ximo la mezzosoprano Hanna Schwarz, una hamburguesa que pasea su arte y luce la belleza de su voz por los primeros escenarios del mundo como int¨¦rprete de Mozart o Strauss, Wagner o Alban Berg.
No hay que encomiar el estrellato de Jos¨¦ Carreras, un mito de la l¨ªrica de nuestro tiempo. Si escucharle es siempre motivo de placer est¨¦tico por el mordente de su voz y la belleza y rigor de su estilo, justo es reconocer que en esta ocasi¨®n, por fatiga pasajera o por cualquier otra raz¨®n, actu¨® por debajo (le lo que es y hace. Lo que en alguna medida sucedi¨® a la soprano h¨²ngara Ilona Tokody, largamente premiada y prestigiada. Su compatriota, el bajo Kolos Kovacs, acert¨® plenamente en su parte. En todo caso, debe entenderse que escuchamos a un cuarteto de primer¨ªsima categor¨ªa. El coro, preparado por Vittorio Sicuri, y la orquesta respondieron con presteza a las ideas y gestos de Gandolfi.
El peligro de reducir a 24 las casi 100 voces del gran coro del Liceo para cantar los lieder corales de Schubert y Brahms era evidente e inesquivable. Los resultados, de todo punto estimables, as¨ª como la intervenci¨®n de Antoni Comas y la soprano Cecilia Fontdevila., quedaron bastante lejanos de los conseguidos en Verdi y Straviriski. Esa genial explotaci¨®n del f¨®lclor ruso, realizada en direcci¨®n casi contraria a la de la Consagraci¨®n de la primavera, fue cantada admirablemente por la masa coral barcelonesa:
El protagonismo del coro volvi¨® a levantar oleadas de entusiasmo, al que fueron acreedores el cuarteto vocal formado por Slavka Taskova, Eleonora Jancovich, Eduardo Gim¨¦nez y Giancarlo Luccardi; los pianistas Massimiliano Bamerini, Enrique Ricci, Ana Mar¨ªa Gorostiaga y Miquel Ortega, y las seis figuras barcelonesas de la percusi¨®n Reig, Guill¨¦n, Jorge, Mestres, Burgos y Armengol.
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