Terapia y poder
En Estados Unidos est¨¢n difund¨ªdas dos formas de implicaci¨®n personal de profesionales con pacientes en las terapias sexuales. Una de ellas es la de proporcionar al sujeto (suele ser un hombre) una compa?era sustitutiva con quien hacer los oportunos ejercicios si carece de pareja. En otros casos, el propio sex¨®logo/a act¨²a como tal compa?ero/a. Hay buenas razones para suponer que ambas situaciones pueden generar mecanismos de dependencia en el paciente o constituir francas manipulaciones. El sujeto puede quedar colgado de la profesional y, de otra parte, no es infrecuente que el sex¨®logo confunda el r¨¢bano con las hojas, es decir, la terapia con su propio deseo.En Espa?a no existe la figura profesional de la compa?era sustitutiva. Al menos, no consta. Ello obedece a razones de muy diversa ¨ªndole. En primer lugar, la mayor¨ªa de los sex¨®logos se dedica exclusivamente al tratamiento de parejas, de modo que es el otro quien act¨²a como coterapeuta s¨ª el problema afecta a uno de sus miembros. Entre los sex¨®logos/as que con buen criterio asumen terapias individuales (trascendiendo as¨ª el estricto papel de remiendamatrimonios) predomina una concepci¨®n claramente hostil al empleo de compa?eros sustitutivos profesionales. Muchos de ellos entienden la sexualidad como una instancia de la vida personal que no puede ser entendida ni mejorada al margen del tratamiento de los problemas generales del sujeto. De ah¨ª que la cuesti¨®n no est¨¦ en si el paciente tiene o no alguien con quien practicar.
Desde mi punto de vista, estrictamente sociol¨®gico, parece evidente el riesgo de manipulaci¨®n que toda relaci¨®n pacienteterapeuta lleva consigo. Adicionalmente, proporcionar una compa?era sustitutiva parece una forma de contribuir a la resoluci¨®n de los problemas de comunicaci¨®n del sujeto o, en otros t¨¦rminos, una contribuci¨®n al mantenimiento de la pereza masculina. Adaptando el viejo proverbio chino: m¨¢s vale ense?arle a un hombre a pescar que regalarle un pez. O que alquil¨¢rselo. Que el pez/sustituta sea mujer deber¨ªa hacernos pensar si no se trata de la reproducci¨®n de viejos modos, pese a la aparente novedad del artificio.
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