Kissinger: "El esc¨¢ndalo de Watergate invalid¨® los acuerdos para un Vietnam del Sur independiente
Diez a?os despu¨¦s de que Estados Unidos evacuara Vietnam y, por primera vez en su corta historia, diera por perdida una guerra, el responsable de la pol¨ªtica exterior de entonces, Henry Kissinger, evoca ante dos periodistas de Los Angeles Times las causas que provocaron aquellos hechos. Al hilo de esta reflexi¨®n, el ex secretario de Estado advierte sobre el riesgo que corre Estados Unidos al plantearse en semejantes t¨¦rminos su posici¨®n ante la situaci¨®n de Nicaragua.
Pregunta. En enero de 1973, usted y Le Duc Tho firmaron en Par¨ªs el acuerdo de alto el fuego en Vietnam que condujo a la retirada de las tropas norteamericanas. Usted ha escrito que pensaba que el acuerdo de Par¨ªs le dar¨ªa un intervalo al Gobierno survietnamita.?Significa el uso de la palabra intervalo que usted pensaba en 1973 que la ca¨ªda de Saig¨®n dos a?os despu¨¦s de la firma del acuerdo de Par¨ªs era inevitable?R. No hay duda de que la cuesti¨®n de por cu¨¢nto tiempo est¨¢ Estados Unidos obligado a defender a cualquier pa¨ªs es bastante compleja. Mis colaboradores y yo cre¨ªamos que con cierta prudencia se podr¨ªa mantener el acuerdo, al menos hasta donde nosotros pod¨ªamos alcanzar en el futuro. En primer lugar, reforzando el Ej¨¦rcito survietnamita, y en segundo lugar, por las cl¨¢usulas del acuerdo, que prohib¨ªan el refuerzo de las fuerzas comunistas del Sur a fin de que los survietnamitas pudieran controlar las violaciones de las fuerzas cuya permanencia en el Sur permit¨ªa el acuerdo. En tercer lugar, porque pens¨¢bamos que China y la Uni¨®n Sovi¨¦tica se contendr¨ªan para mantener las buenas relaciones con nosotros. En cuarto lugar, porque est¨¢bamos decididos a oponernos a violaciones fronterizas por parte de los norvietnamitas, prohibidas por el acuerdo. Y en quinto lugar, porque, si los norvietnamitas respetaban las condiciones, ¨ªbamos a contribuir a la recuperaci¨®n econ¨®mica de Vietnam del Norte.
Todas estas previsiones se vieron sistem¨¢ticamente invalidadas por las divisiones internas de nuestro pa¨ªs y por la p¨¦rdida de autoridad del Ejecutivo como resultado del esc¨¢ndalo Watergate, algo que no pod¨ªamos prever.
Jam¨¢s pensamos que Vietnam se iba a venir abajo. Pensamos que pod¨ªamos contribuir m¨¢s eficazmente a mantener la independencia de Vietnam del Sur mediante un acuerdo de paz que a trav¨¦s de una guerra interminable.
P. Entonces, ?cu¨¢ndo vio por primera vez como inevitable la ca¨ªda de Saig¨®n?
R. A partir de octubre de 1973, nos embarcamos en un proceso continuo de negociaciones en Oriente Pr¨®ximo, nos hab¨ªan cortado los abastecimientos de petr¨®leo y adem¨¢s estaba el esc¨¢ndalo Watergate y ten¨ªamos un nuevo presidente. De manera que hab¨ªa otros problemas y, francamente, a principios de 1975 nos preocupaba principalmente Oriente Pr¨®ximo.
Vi¨¦ndolo en retrospectiva, el acontecimiento que desat¨® todo, fue el ataque de las tropas norvietnamitas a una capital de provincias llamada Phuoc Binh.
Fue una violaci¨®n total del acuerdo. Seg¨²n ¨¦ste, cada uno de los dos lados deb¨ªa mantenerse dentro de las l¨ªneas a las que hab¨ªan llegado al final de la guerra, y si bien hab¨ªa cierta confusi¨®n sobre d¨®nde se hallaba esa l¨ªnea, no hab¨ªa la menor duda acerca de d¨®nde se encontraba la capital de la provincia. Tomaron esta ciudad, y a partir de ese momento, el problema era saber qu¨¦ ¨ªbamos a hacer nosotros. Bueno, result¨® que se aprob¨® la ley de poderes de guerra y que esta ley prohib¨ªa cualquier acci¨®n militar en, por encima o cerca de Indochina.
Atrapados en un dilema
Naturalmente, como ustedes recordar¨¢n, el nuevo Congreso estaba fuertemente influido por McGovern a consecuencia del esc¨¢ndalo Watergate, de manera que cuando hicimos una petici¨®n de fondos suplementarios para Vietnam de 300 millones de d¨®lares se levant¨® un tremendo debate en el Congreso; debi¨® de ser a principios de febrero. Se levant¨® un tremendo debate, y los editoriales de su propio peri¨®dico y el Congreso y todo el mundo se preguntaban si ¨¦sto iba a ser siempre as¨ª. Y la respuesta correcta era que s¨ª, va a ser siempre as¨ª, como ha sucedido en la OTAN, como ha sucedido en Corea, en Israel. Pero entonces la gente dec¨ªa que hab¨ªa que poner fin a la guerra.Est¨¢bamos atrapados en un dilema. Si dec¨ªamos que quer¨ªamos la victoria, nos acusar¨ªan de ser intransigentes. Si dec¨ªamos que quer¨ªamos un estancamiento, nos acusar¨ªan de fomentar una guerra interminable. Entonces surgi¨® la idea -todo esto sucedi¨® en febrero- de concederles una ayuda final. Fue algo muy parecido a lo que sucede ahora en Nicaragua, que se empieza con demasiado poco, se empieza intentando alcanzar acuerdos para conseguir algo y al poco tiempo se olvida uno de lo que se quer¨ªa, y la aprobaci¨®n de la ayuda actual se convierte en lo esencial.
Pero en aquella ¨¦poca hab¨ªa dos espectadores siguiendo lo que suced¨ªa en Washington. Uno eran los survietnamitas y, naturalmente, el otro eran los vietnamitas del Norte. En las memorias del antiguo jefe del Estado Mayor norvietnamita, al parecer cuenta con lo que ¨¦l llama transcripciones literales de sus discusiones, dice que Hanoi lleg¨® a la conclusi¨®n de que los norteamericanos no pod¨ªan ni quer¨ªan hacer absolutamente nada, de manera que decidieron atacar otra capital de provincias, esta vez en las tierras altas centrales.
Esto fue en marzo. Por su parte, los survietnamitas decidieron quedarse en cuclillas hasta despu¨¦s de las elecciones norteamericanas de 1976. Los survietnamitas hab¨ªan cometido muchos errores. La organizaci¨®n de sus fuerzas militares no era la adecuada para situaciones de crisis; todas las divisiones llevaban sus familias consigo, de manera que no ten¨ªan ninguna flexibilidad t¨¢ctica. Eran muy buenos cuando ten¨ªan que defender a sus familias. Pero si se les trasladaba a otra zona, combat¨ªan peor, porque quer¨ªan volver a casa. Era un problema terrible, porque hab¨ªa una frontera muy larga. El Ej¨¦rcito survietnamita estaba siempre disperso, mientras que los norvietnamitas pod¨ªan concentrarse en el punto de ataque. El presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, intent¨® resolver el problema retir¨¢ndose de las tierras altas centrales y estableciendo una l¨ªnea m¨¢s f¨¢cil de defender. Al final, todas las unidades de las tierras altas centrales se desintegraron. Seg¨²n sus propios relatos, todo lo que pensaban hacer los norvietnamitas en 1975 era mejorar sus posiciones para lanzar una gran ofensiva en 1976. Pero, al venirse abajo las fuerzas de las tierras altas centrales y al caer posteriormente Danang, decidieron pasar el Rubic¨®n y enviar literalmente a todo su ej¨¦rcito al Sur. Hab¨ªa comenzado el desastre.
En ese momento me encontraba en Oriente Pr¨®ximo negociando el segundo acuerdo de retirada y durante el camino de regreso me dijeron que Quanj Tri, la capital de la provincia del Norte, hab¨ªa ca¨ªdo. Me di cuenta de que el problema era serio. A finales de marzo comprend¨ª que Vietnam estaba perdido.
El 1 de abril, le dije al presidente que ten¨ªamos que empezar a preparar la evacuaci¨®n. Como el Congreso hab¨ªa cortado la ayuda a Camboya, su ca¨ªda era simplemente una cuesti¨®n de tiempo. El problema, tal como yo lo ve¨ªa, era c¨®mo aguantar este per¨ªodo de la mejor forma para los intereses norteamericanos y para nuestro propio honor, y salvar el m¨¢ximo n¨²mero de vidas de aquellos que hab¨ªan confiado en nosotros. Esto dio lugar a otro horrible debate en Estados Unidos, en el seno del Gobierno, en el Congreso, en los medios de comunicaci¨®n y, hasta cierto punto, con nuestros aliados.
El problema en 1975 era totalmente diferente de la cuesti¨®n primitiva de apoyar a Vietnam del Sur intentando buscar al mismo tiempo un final honorable a la guerra. Cuando le hice la recomendaci¨®n formal al presidente Ford de que deber¨ªamos empezar a pensar en la evacuaci¨®n sab¨ªamos que Vietnam y Camboya iban a caer. Pero para el presidente Ford, y para m¨ª, el problema era si Estados Unidos deb¨ªa acelerar el proceso y, en el ¨²ltimo momento, apu?alar por la espalda a sus aliados, o si deb¨ªamos intentar aguantar el mayor tiempo posible para salvar al mayor n¨²mero de nuestros amigos. Quiz¨¢ pudi¨¦ramos retrasar el proceso lo suficiente para lograr un per¨ªodo de transici¨®n que hiciera todo m¨¢s humano. Pero esto estaba b¨¢sicamente fuera de nuestro control. Todo el mundo pod¨ªa ver perfectamente el ritmo del avance de los norvietnamitas.
Dilatar el m¨¢ximo posible la retirada
Hab¨ªa que tener en cuenta, adem¨¢s, que si segu¨ªamos los consejos de algunos de nuestros colaboradores de Washington, al igual que del Congreso y de los medios de comunicaci¨®n, de hacer las maletas y salir pitando, corr¨ªamos el riesgo de que el Ej¨¦rcito survietnamita, que era a¨²n fuerte en tomo a Saig¨®n, se volviera contra nosotros y nos acusara de haberles traicionado y de que, en lugar de sacar a la gente, acabara todo en una horrible estampida, en la cual tendr¨ªamos que luchar contra nuestros antiguos aliados.La ¨²nica forma que ten¨ªamos de conseguir nuestro objetivo era llevar a cabo la retirada de unos 20.000 norteamericanos a lo largo de un per¨ªodo de tiempo suficientemente extenso como para mantener todo en calma y llevarnos con nosotros buen n¨²mero de nuestros amigos. Las figuras claves eran, tal como recuerdo, las siguientes: el Departamento de Defensa, con la excepci¨®n del subsecretario de Defensa, William C. Clemens, quer¨ªa que nos fu¨¦ramos lo antes posible y, de hecho, estaban realizando vuelos dentro y fuera de Saig¨®n con los aviones vac¨ªos para dejar claro que si quedaba atr¨¢s alg¨²n norteamericano era por mi culpa o por culpa de Ford, pero en cualquier caso no era culpa suya. El embajador en Saig¨®n, Graham Martin, que hab¨ªa perdido un hijo en Vietnam, quer¨ªa resistir el m¨¢ximo posible y lleg¨® a enviar informes que eran probablemente excesivamente optimistas.
El embajador en Camboya hizo todo lo contrario. Ped¨ªa urgentemente que negoci¨¢ramos nuestra retirada. Pero cualquiera que haya negociado con los comunistas indochinos sabe que no fue nada grato negociar con ellos cuando la situaci¨®n estaba estancada. De manera que no ten¨ªan el menor incentivo para negociar cuando todo se estaba viniendo abajo y el Congreso hab¨ªa cortado toda ayuda.
Para nosotros no se trataba en ese momento de una cuesti¨®n de geopol¨ªtica. Era una cuesti¨®n de salvar vidas y de salvar el honor de Estados Unidos y de no salir de Indochina con el deshonor de que a la primera derrota en lo ¨²nico que pens¨¢bamos era en nosotros mismos. Fue quiz¨¢ el momento m¨¢s triste de todo mi per¨ªodo en el Gobierno.
Finalmente, dimos la orden de reducir el n¨²mero de norteamericanos en Saig¨®n a aquellos que pod¨ªan ser evacuados en un d¨ªa a trav¨¦s de un puente a¨¦reo y de quedarnos all¨ª con este riesgo calculado, f¨¢cilmente justificable. De esta forma salvamos tambi¨¦n a unos 150.000 vietnamitas, algo de lo que estoy muy orgulloso, sin perder ninguna vida norteamericana. Pero si esto no hubiera sucedido as¨ª, los culpables habr¨ªamos sido Ford y yo.
P. ?Y qu¨¦ hay de Nicaragua y de este problema de las divisiones pol¨ªticas dentro del Gobierno?
R. Sobre Nicaragua corremos el peligro de repetir un debate nacional semejante. Se ha llegado al punto de una petici¨®n de la Administraci¨®n que es dif¨ªcilmente incompatible con una definici¨®n de nuestros intereses vitales. ?C¨®mo Entrevista con Henry Kissinger puede ser algo de inter¨¦s vital y costar s¨®lo 14 millones de d¨®lares? Adem¨¢s, el Congreso dec¨ªa que hab¨ªa que llegar a una soluci¨®n intermedia. Se puede prestar ayuda para fines no b¨¦licos a la guerrilla. ?Qu¨¦ significa esto? ?Qui¨¦n va a luchar por nuestros intereses vitales? O bien no es un inter¨¦s vital, o vale m¨¢s de 14 millones de d¨®lares, o hay que proporcionar ayuda de tipo b¨¦lico. No quiero entrar en esta entrevista sobre el valor de tal debate, pero la forma en que se est¨¢ desarrollando es muy similar a lo que sucedi¨® con Vietnam. Se relaciona una postura filos¨®fica fija con una ayuda econ¨®mica simb¨®lica, como los 300 millones de d¨®lares para Vietnam o los 14 millones para Nicaragua. En ambos casos, el simbolismo del cierre de la ayuda tiene probablemente m¨¢s importancia que el contenido mismo.
Enfoque caprichoso de la pol¨ªtica exterior
P. Sobre esta cuesti¨®n, usted ha escrito lo siguiente: ?Puede una sociedad pluralista, con sus filtraciones de informaci¨®n, sus divisiones, sus fuertes convicciones morales y unas posturas pol¨ªticas firmemente defendidas, dirigir su pol¨ªtica exterior sobre una base racional?R. La respuesta es contradictoria. En lo que ata?e a Estados Unidos, en los ¨²ltimos 15 a?os no ha sido as¨ª. No podemos cambiar nuestro sistema pol¨ªtico. Tenemos que ser fieles a nosotros mismos, y Estados Unidos no tiene otra alternativa m¨¢s que un sistema pluralista. Es igualmente cierto que en los ¨²ltimos 15 o 20 a?os no hemos tenido una pol¨ªtica exterior seria sobre una base pluralista, al menos en ciertas cuestiones, porque las divisiones han sido enormes.
Si se tienen posturas totalmente incompatibles y se llega a un consenso entre ellas, se tiene por fuerza que acabar con lo peor de ambas y con una especie de enfoque caprichoso de la pol¨ªtica exterior, tal como demuestra todo lo que le he dicho. De manera que no se puede ni siquiera determinar qui¨¦n ten¨ªa raz¨®n o qui¨¦n estaba equivocado en las decisiones puramente t¨¢cticas. No se puede decir que se tiene pol¨ªtica exterior cuando s¨®lo el presidente, el secretario de Estado y el asesor de Seguridad defienden una postura, junto con el subsecretario de Defensa, y el resto se opone a ella. No culpo a nadie; s¨®lo describo una condici¨®n. Pero si esto se mantiene as¨ª durante otros 20 a?os sufriremos por fuerza un gran desgaste de nuestra postura. La soluci¨®n no consiste en tener un dictador en nuestra pol¨ªtica exterior. La soluci¨®n es volver a intentar el consenso entre los dos partidos. Pero esto es m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo.
P. ?Fue Vietnam la causa del desorden nacional que hace que sea tan dif¨ªcil llevar una pol¨ªtica exterior o simplemente intensific¨® tendencias ya existentes?
R. Es una buena pregunta. Creo que incluso sin Vietnam hubi¨¦ramos tenido que reconsiderar la pol¨ªtica exterior del per¨ªodo de posguerra, que se basaba en realidad en el monopolio del armamento at¨®mico y en una enorme superioridad econ¨®mica sobre el resto del mundo. A fina les de los sesenta y principios de los setenta hubi¨¦ramos debido replantear esas premisas, y se dieron se?ales de ello cuando se levant¨® el muro de Berl¨ªn. Vi¨¦ndolo en retrospectiva, yo afirmar¨ªa que el per¨ªodo Kennedy no fue el comienzo de una nueva era, sino el ¨²ltimo florecimiento de una era antigua. De hecho, se podr¨ªa argumentar que Vietnam retras¨® la adaptaci¨®n a las nuevas circunstancias al confundir el debate y centrarlo en un rinc¨®n del globo, al polarizar a nuestro pa¨ªs y destruir de hecho el centro pol¨ªtico. En ese sentido, Vietnam fue un s¨ªntoma, y no una causa, de la re consideraci¨®n de nuestra pol¨ªtica exterior.
P. El secretario de Defensa, Caspar W. Weinberger, parece haber deducido del libro de Harry Summers sobre Vietnam, Sobre estrategia, que uno no se puede jam¨¢s implicar en una acci¨®n militar, a menos que se tenga todo el apoyo del pueblo norteamericano. Al parecer, se trata de una lecci¨®n de Vietnam. ?Es esto v¨¢lido?
R. En cierta manera, se elige a un presidente para que cuide del futuro del pueblo, y el pueblo no le perdona ning¨²n desastre, incluso si el desastre. corresponde a los deseos del propio pueblo. Al fin y al cabo, Chamberlain ten¨ªa al 90% del pueblo de su lado en la ¨¦poca del acuerdo de M¨²nich, y 18 meses despu¨¦s, M¨²nich se hab¨ªa convertido en un ep¨ªteto. ?Qu¨¦ se puede hacer cuando un presidente y sus m¨¢s ¨ªntimos asesores est¨¢n profundamente con vencidos de que algo va aplastantemente en favor del inter¨¦s nacional y no se tiene la aprobaci¨®n del Congreso o de los medios de comunicaci¨®n?. Le crea un terrible problema a sus conciencias si son personas serias.
Las guerras son para ganarlas
Lo que necesitamos claramente es alg¨²n tipo de consenso sobre qu¨¦ es un inter¨¦s vital. Si un inter¨¦s es vital, tenemos que ser capaces de defenderlo. Tenemos que estar dispuestos a hacer frente al hecho de que el reto va a ser con casi total seguridad ambiguo. Ambiguo en este sentido: si se pudiera probar que es un peligro aplastante, todos nos pondr¨ªamos de acuerdo; pero cuando el peligro se vuelve aplastante en nuestra ¨¦poca, es ya demasiado tarde para poder hacer nada. En los cincuenta y en los sesenta domin¨¢bamos de tal manera que pod¨ªamos esperar. Actualmente, con toda probabilidad tendremos que hacer frente a situaciones ambiguas.Pero si nos comprometemos debemos triunfar. No se puede hacer una guerra para hacer tablas. S¨®lo se puede hacer una guerra para conseguir la victoria, y luego se puede ser generoso con las condiciones. Quiz¨¢ se pueda lograr un acuerdo si se est¨¢ camino de la victoria. Pero si se declara que el objetivo es una situaci¨®n de estancamiento, se corre el riesgo de perder o, como m¨ªnimo, de meterse en un conflicto tan prolongado que el pueblo no estar¨¢ dispuesto a apoyarlo.
Lo que no debemos hacer es dejarnos meter en un compromiso militar pensando que es algo limitado para solucionar un problema a corto plazo y luego tener que hacer una escalada de operaciones para salvar el compromiso anterior, y as¨ª sucesivamente. Creo que Weinberger est¨¢ diciendo esto de una forma demasiado simple, demasiado mec¨¢nica. De la forma en que lo dice, nos vamos a tener que volver a replegar al fuerte Estados Unidos.
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