Duarte y la Democracia Cristiana estrenan su hegemon¨ªa en El Salvador
El proceso de institucionalizaci¨®n del r¨¦gimen surgido tras el golpe militar de octubre de 1979 se cierra m?ana formalmente en El Salvador con la constituci¨®n de la Asamblea legislativa. En estos cinco a?os y medio, vividos en medio de una guerra civil, el pa¨ªs ha registrado cambios profundos: la oligarqu¨ªa perdi¨® el control del poder, el Ej¨¦rcito, rompi¨® amarras con la extrema derecha y la Democracia Cristiana se convirti¨®, en la fuerza hegem¨®nica. Jos¨¦ Napole¨®n-Duarte ha sido el protagonista indiscutible de este per¨ªodo, pero nada podr¨ªa explicarse sin una guerrilla que ha tra¨ªdo en jaque a los militares.
Duarte es un visionario equipado con una fe envidiable en s¨ª mismo y en su destino hist¨®rico. Reci¨¦n llegado a San Salvador en 1979, despu¨¦s de siete a?os de exilio en Venezuela, se present¨® al arzobispo ?scar Arnullo Romero con este saludo: "Usted y yo vamos a salvar a este pa¨ªs". La extrema derecha no le dio esa opci¨®n al prelado. El 23 de marzo de 1980 lo mataron a tiros mientras dec¨ªa misa.El l¨ªder democristiano ya era para esas fechas miembro de la junta. A cambio de guardar silencio ante sus desmanes, hab¨ªa restablecido relaciones con los militares, que desconocieron su triunfo electoral de 1972. La izquierda no olvida su complicidad en el trienio negro (19801982), en el que murieron 40.000 salvadore?os, la mayor¨ªa a manos de las fuerzas de seguridad. ?l ha explicado luego que carec¨ªa de poder para evitar la represi¨®n y que s¨®lo su presencia en la junta pod¨ªa garantizar el regreso a la democracia.
Los enemigos le se?alan, sin embargo, como un neur¨®tico del poder. Sin este rasgo no es f¨¢cil entender que se convirtiera en compa?ero de viaje de los militares durante la etapa m¨¢s cruel de la historia salvadore?a.
Hay que reconocer importantes diferencias entre aquella etapa y su gesti¨®n como presidente constitucional, cargo en el que lleva 11 meses. Aun los m¨¢s cr¨ªticos admiten ciertos logros en materia de derechos humanos. Los escuadrones de la muerte siguen intactos, sus dirigentes no han sido llevados ante los tribunales, pero al menos se ha roto su relaci¨®n org¨¢nica con el mando militar, lo que ha reducido dr¨¢sticamente su operatividad.
Cuatro muertos diarios
Cada d¨ªa se asesina a¨²n a cuatro personas, una cifra escalofriante para un pa¨ªs que tiene la poblaci¨®n de Madrid (cuatro millones), pero hace cuatro a?os el promedio diario superaba los 30 muertos. La guerrilla ha denunciado en las ¨²ltimas semanas varios casos de combatientes desaparecidos en las dependencias policiales, lo que revela la supervivencia de m¨¦todos brutales de interrogatorio, pero la mayor¨ªa de los detenidos pasan hoy a las c¨¢rceles, lo que constitu¨ªa una excepci¨®n hasta fechas bien recientes.
En t¨¦rminos generales, en las ciudades han dejado de aplicarse los m¨¦todos m¨¢s brutales aprendidos de las dictaduras del Cono Sur. Es probable que nada de esto tenga que ver con actitudes ¨¦ticas, sino con un convencimiento pragm¨¢tico, inducido por los asesores estadounidenses, de que la violaci¨®n de los derechos humanos es un error en una guerra revolucionaria.
La guerra y los civiles
Analistas m¨¢s esc¨¦pticos opinan que cuatro a?os de terror terminaron simplemente por barrer la resistencia en las ciudades, obligando a los supervivientes a huir a la monta?a.
Hay dos fen¨®menos que permiten sustentar esta tesis. En primer lugar, un aumento de los cr¨ªmenes pol¨ªticos en San Salvador desde comienzos de a?o, coincidiendo con un cierto retorno de la guerrilla a los n¨²cleos urbanos. En segundo t¨¦rmino est¨¢ lo que se ha dado en llamar el terrorismo de guerra, que consiste en la persecuci¨®n de los civiles en zonas de conflicto.
Duarte y el alto mando militar aseguran que est¨¢n haciendo un esfuerzo serio por evitar que la guerra tenga un impacto directo en la poblaci¨®n civil. Muestran al respecto la orden presidencial para que cualquier bombardeo a¨¦reo tenga que ser autorizado expresamente por el jefe del Estado Mayor y s¨®lo cuando se tenga la seguridad de que no va a causar da?os a los civiles. El ministro de Defensa ha dado ¨®rdenes estrictas al respecto, aunque sigue habiendo excesivas denuncias por incumplimiento.
Un presidente fortalecido ahora con la mayor¨ªa absoluta en la Asamblea, donde tiene 33 de los 60 esca?os, no tiene ya excusas para que se sigan cometiendo abusos de poder. Tampoco puede retrasarse una reforma a fondo de la justicia.
Sin unos tribunales eficaces, los escuadrones de la muerte seguir¨¢n manejando el terror a su antojo y cada oficial del Ej¨¦rcito tendr¨¢ la vara de medir el cumplimiento de los derechos humanos. Un a?o atr¨¢s Duarte reconoc¨ªa que s¨®lo tras cerrar este cap¨ªtulo de la violencia institucional estar¨ªa en condiciones de pedir a la guerrilla su retorno a la vida civil. Sin este requisito seguir¨¢ en pie el gran problema: la guerra civil.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.