Embargo contra Nicaragua
LAS MEDIDAS que acaba de adoptar la Administraci¨®n norteamericana en relaci¨®n con Nicaragua revisten una gravedad extrema. Se trata, en primer lugar, de un embargo total del intercambio comercial, lo que afectar¨¢ en particular a las empresas privadas, que constituyen el 70% aproximadamente de la econom¨ªa nicarag¨¹ense. A la vez, de la suspensi¨®n de las relaciones a¨¦reas y mar¨ªtimas entre las dos naciones y de la abrogaci¨®n del tratado, existente desde los tiempos de Somoza, que serv¨ªa de marc¨® a las relaciones entre ambos pa¨ªses. El objetivo es obvio: causar el mayor da?o posible a la econom¨ªa de Nicaragua, que atraviesa ya por una crisis angustiosa, y presionar as¨ª sobre el Gobierno sandinista, empujarle a una situaci¨®n insostenible. Ronald Reagan ha declarado p¨²blicamente, hace algunas semanas, que aspiraba a derribar al Gobierno de Managua. El Congreso le ha negado los cr¨¦ditos para el apoyo a los contra. Utiliza ahora medidas econ¨®micas, que constitucionalmente est¨¢n en sus manos, para realizar, con otrosmedios, una injerencia abierta contra un Gobierno legal, miembro de las Naciones Unidas y que mantiene relaciones diplom¨¢ticas normales con todos los Estados del mundo.Ante estas decisiones de la Administraci¨®n de Washington surge inevitable el recuerdo de lo que ocurri¨®, poco despu¨¦s del triunfo de la revoluci¨®n castrista, en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Parece como si en Washington hubiese una ceguera completa ante las lecciones de la historia. Cuando Fidel Castro tom¨® el poder, los posibles caminos del nuevo r¨¦gimen no estaban marcados de antemano. Fue, en gran parte, la prepotencia y brutalidad de la actitud norteamericana la que empuj¨® el proceso hacia una creciente dependencia de La Habana con respecto a Mosc¨². Reaganrepite que no quiere una segunda Cuba en el continente americano, pero est¨¢ actuando precisamente en un sentido que puede fomentar la repetici¨®n de una experiencia del tipo cubano.
Para justificar el embargo, el portavoz de la Casa Blanca ha aducido una serie de argumentos utilizados ya, en diversas ocasiones: el deseo de Estados Unidos es poner fin al apoyo del r¨¦gimen de Managua a grupos rebeldes en otros pa¨ªses centroamericanos; impedir un rearme excesivo de dicho r¨¦gimen; interrumpir sus relaciones militares con la URSS o Cuba; democratizar el pa¨ªs. En realidad, no existe ninguna conexi¨®n l¨®gica entre un embargo comercial, una interrupci¨®n total de relaciones y los objetivos resumidos m¨¢s arriba. Las consecuencias del embargo ser¨¢n, con toda probabilidad, muy diferentes. Es ilusorio creer que el Gobierno sandinista va a desaparecer como consecuencia de la guerra sucia de la CIA o del embargo recientemente decretado. Y ser¨ªa muy conveniente que tal ilusi¨®n desapareciese de las especulaciones pol¨ªticas de Washington. La consecuencia del embargo puede ser, m¨¢s bien, la acentuaci¨®n de un clima de ciudadela asediada en Nicaragua; una mayor dureza en el equipo dirigente; una mayor dificultad,para los procesos de distensi¨®n, amnist¨ªa, democratizaci¨®n, en los que se han dado recientemente pasos sustanciales, como lo demuestra el acuerdo logrado entre el Gobierno sandinista y los representantes de las poblaciones misquitas.
La gravedad de la ¨²ltima decisi¨®n del Gobierno norteamericano aparece mayor si se la sit¨²a en un marco regional; si se recuerda que hace dos semanas los representantes de M¨¦xico, Venezuela, Colombia, Panam¨¢ -o sea, el Grupo de Contadora-, junto con los de los pa¨ªses centroamericanos, han hecho progresos serios para poner en marcha el plan de pacificaci¨®n en la zona, elaborado en los dos ¨²ltimos a?os. En ese marco s¨ª son posibles medidas efectivas, con un control internacional, para reducir las presencias militares extranjeras, las ayudas a grupos rebeldes; para fomentar la reconciliaci¨®n y la democracia. Cuando esa perspectiva se aproxima, es evidente que la pol¨ªtica de Estados Unidos no se enfrenta solamente con el sandinismo; est¨¢ obstaculizando, en la pr¨¢ctica, el proceso de paz de Contadora. Espa?a y el conjunto de los Gobiernos europeos est¨¢n, por el contrario, comprometidos en un apoyo en¨¦rgico a ese camino de estabilidady paz. La pr¨®xima visita de Ronald Reagan a Madrid permitir¨¢ sin duda al Gobierno espa?ol expresarle con toda claridad la posici¨®n de nuestro pa¨ªs en esa cuesti¨®n, que reviste hoy una gran importancia en el plano internacional.
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