Paralelismos
"Uno de los grandes problemas de la vida", escribi¨® el poeta W. B. Yeats, "es que no podemos tener ninguna emoci¨®n pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta y en nuestro amor algo que nos desagrada". Quiz¨¢ esta observaci¨®n sea atinada en psicolog¨ªa individual, pero desde luego no lo es respecto a la mentalidad partidista en pol¨ªtica: aqu¨ª el mayor problema es precisamente que el faccioso jam¨¢s aprobar¨¢ nada de su adversario ni reconocer¨¢ ninguna m¨¢cula en el campo en que milita, salvo como truco moment¨¢neo para fingir demostar al otro con mayor imparcialidad. A¨²n peor, reprochar¨¢ al enemigo comportamientos que le parecen perfectamente justificados cuando se emplean al servicio de su causa. Todo vale, con tal de ganar en la dial¨¦ctica justificatoria y serenar la m¨¢quina ¨ªntima de componendas que sustituye por lo com¨²n a la vendida conciencia. La imparcialidad no es una oblea tibia, como cree el Se?or de los Ej¨¦rcitos cuando se apresura a vomitarla de su boca, ni consiste en dar siempre una de cal a la derecha y una de arena a la izquierda para echarse fama de equilibrado, sino que se?ala el ¨²nico m¨¦todo decente de aplicar principios netamente determinados. No todo da igual, pero lo que vale, vale para todos en iguales circunstancias, y lo que no vale, no debe valer para ninguno. A esto suelen negarse no los que toman partido, sino los que han sido tomados y pose¨ªdos del todo por un partido: los dem¨¢s parecer¨¢n "cambiar de chaqueta" simplemente porque prefieren la fidelidad a lo esencial a la obediencia a la consigna del d¨ªa. Supongo que habr¨¢ que decir en seguida que, a este respecto, los llamados intelectuales somos peores que casi todos los dem¨¢s.Lo que es verdad aqu¨ª resulta mentira allende los Pirineos, sol¨ªa decirse anta?o. Ahora lo formularemos as¨ª: lo que en el vecino es violaci¨®n de los derechos humanos, en casa es necesidad hist¨®rica para salvaguardar valores eternos; lo que merece en el otro el nombre de tortura, ser¨¢ en mi campo h¨¢bil interrogatorio o arresto revolucionario; los cr¨ªmenes de ellos son nuestras ejecuciones, su agresividad imperialista es nuestra leg¨ªtima defensa, su insolidaridad subversiva y ego¨ªsta resultar¨¢ ser equivalente a nuestra l¨ªcita b¨²squeda de bienestar material, etc¨¦tera... Como todo cambia de color seg¨²n el campo a que se mira, nunca se trazan aut¨¦nticos paralelismos entre situaciones sim¨¦tricas ni mucho menos se sacan las oportunas conclusiones de los efectuados. Y si alguna vez se proclama un paralelo, es siempre con la peor mendacidad partidista y casi nunca por efectivo deseo de establecer aquello en lo que todos los seres racionales, libres y honrados podr¨ªan reconocerse. Para quienes piensan siempre desde el "nosotros o ellos", lo efectivamente igual resulta diferente, y lo que se se?ala como semejante es pura arma arrojadiza, no universalidad del valor.
Consideremos, por ejemplo, el paralelismo entre el asesinato de Santi Brouard en Euskadi y el del padre Popieluzsko en Polonia como ejemplos de cr¨ªmenes de Estado, es decir, cr¨ªmenes cometidos contra personas de relevancia pol¨ªtica y en cuya ejecuci¨®n es razonable suponer implicados -aunque sea a t¨ªtulo particular- a funcionarios gubernamentales. La investigaci¨®n del caso polaco, seguido de la detenci¨®n de los culpables y su proceso, ha sido,ejemplarmente r¨¢pida, p¨²blica y no ha retrocedido ante la revelaci¨®n de altas implicaciones policiales en la fechor¨ªa. En cambio, el asesinato del pol¨ªtico abertzale sigue envuelto en brumas -por decirlo suavemente-, con unos supuestos responsables detenidos en Francia y un fiscal destituido por haber intentado ir demasiado lejos y demasiado deprisa. Nuestro ministro del Interior -cuya principal utilidad es ser el m¨¢s visible s¨ªntoma de c¨®mo est¨¢n las cosas todav¨ªa en este pa¨ªs- abre un proceso surrealista al peri¨®dico cuya informaci¨®n sobre el tema le molesta y sue?a quiz¨¢ con volarlo un d¨ªa, como ya anteriores colegas suyos de mentalidad por lo visto no tan diferente hicieron con el diario Madrid. Por lo dem¨¢s, este insigne funcionario sigue negando que haya tortura, aunque de cuando en cuando alguien muera de una paliza o pierda el bazo tras d¨ªa y medio en una comisar¨ªa (?imag¨ªnense lo que puede uno perder al cabo de 10!). Si contra alguno de los m¨¢s altos cargos a su mando hay testimonios de que fue torturador en el franquismo, Barrionuevo descarta la noticia se?alando que no consta tal cosa en los antecedentes del referido. Excelente argumento, que no se les ha ocurrido todav¨ªa a los militares argentinos, en cuya hoja de servicios tampoco figuran probablemente las desapariciones y torturas por las que se les est¨¢ juzgando. Como no creo ser sospechoso de entusiasmo por los reg¨ªmenes autoritarios de los pa¨ªses del Este, ni mucho menos en particular por el actual de Polonia, me permitir¨¢n que les diga que nuestro presente Ministerio del Interior es un d¨¦bil argumento a favor de las democracias occidentales.
Claro que la negativa al paralelismo racional no es un defecto exclusivo de Barrionuevo, ni mucho menos. En Euskadi, por ejemplo, la renuencia bestial a la universalidad de ciertos valores funciona a tope. Animado por el justiciero inter¨¦s que cund¨ªa entre los grupos radicales de identificar a los asesinos de Santi Brouard, inter¨¦s que comparto por completo, se me ocurri¨® mencionar p¨²blicamente como uno de los pr¨®ximos casos a esclarecer el de un vecino de Pasajes muerto de un tiro en la nuca mientras se tomaba el bocadillo a la puerta de un bar. Nunca lo hubiera hecho: se me repuso acremente que se trataba de un drogadicto y quiz¨¢ algo peor. ?Acab¨¢ramos! Entonces, bien
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muerto est¨¢. Con id¨¦ntico razonamiento, la organizaci¨®n de antiguos deportados franceses a campos de concentraci¨®n nazis ha impedido que un grupo gay rindiera homenaje a los cientos de miles de homosexuales masacrados en esos campos en raz¨®n -mejor, en sinraz¨®n- de su diferencia. El portavoz de los deportados ha proclamado que no es lo mismo un patriota que un homosexual (ni que un drogadicto, ni que...); y yo me he dicho para mi capote: "?Menudo alivio!". A los intelectuales que, sobre los cr¨ªmenes que ocurren en Euskadi o junto a ellos o pese a ellos, que tanto da, suelen hablar de la liberaci¨®n de los pueblos oprimidos les recomiendo especialmente la ¨²ltima ejecuci¨®n de Gald¨¢cano.
Es imposible no contemplar ese suceso con aut¨¦ntica esperanza emancipadora: un padre que pasea de la mano de su hija de cinco a?os, acribillado a tiros y rematado sa?udamente, no debe dejar de traer bienes a Euskadi, a su identidad nacional, a su autogesti¨®n pol¨ªtica y a su cultura popular. S¨®lo un vendido al centralismo o un imb¨¦cil pueden negar evidencia semejante. Y ?qu¨¦ muestra de madurez pol¨ªtica la de los comit¨¦s de empresa y partidos pol¨ªticos que han excusado formular su opini¨®n sobre el asunto hasta recibir ¨®rdenes, digo informaci¨®n! Como es sabido, asesinar a padres que pasean con su hija peque?a por la calle es algo que puede estar bien, regular o mal seg¨²n los casos y la circunstancia: m¨¢s vale no pillarse los dedos con uria condena apresurada de este procedimiento, en s¨ª mismo neutro. Hay muertos buenos y malos: ?c¨®mo saber qui¨¦n es qui¨¦n? El inquisidor c¨¢taro recomendaba matarlos a todos: Dios reconocer¨¢ a los suyos.
Hay un procedimiento discriminatorio m¨¢s sencillo: es malo aquel al que matan los buenos y bueno el que liquidan los malos. ?Ven qu¨¦ f¨¢cil? Si hay alg¨²n error, que se cargue a los da?os inevitables de material...
Cuando se acepta cierto paralelismo entre las situaciones y las fechor¨ªas, suele ser casi siempre para excusar la barberie propia como medida de contrarrestar la ajena. Recuerda esto el chiste de las dos cocottes maduras que se cruzan por la calle: la una dice: "?C¨®mo est¨¢s?", y la otra contesta: "?Pues, anda que t¨²!". El "peor se portan ellos" es la coartada del 90% de las canalladas por raz¨®n de Estado.
Pero en ocasiones las apariencias de imparcialidad funcionan para encubrir el peor partidismo, el que de pronto aplica con maximalismo el principio que considera favorable a su grupo con tal desprecio de las circunstancias hist¨®ricas que ¨¦ste tiene necesariamente que volverse de hecho en contra del ideal postulado. Uno de los casos recientes m¨¢s flagrantes de hipocresia, cinismo o memez -t¨¢chese lo que no interese- en este campo es la carta de diversos intelectuales europeos, algunos de ellos espa?oles o al menos de lo que queda de Espa?a (?y de qu¨¦ Espa?a, se?ores!), rogando a Reagan que tuviera la amabilidad de apoyar a¨²n m¨¢s a los contras antisandinistas en nombre de la democracia liberal y llevando la desfachatez hasta el punto de invocar como precedente la intervenci¨®n de las brigadas internacionales en la guerra civil espa?ola. Reagan, que seg¨²n parece ha dicho quela brigada Lincoln luch¨® en el bando equivocado (?no creer¨¢ Reagan que el propio Lincoln tampoco era demasiado de fiar?), ha debido quedar m¨¢s bien perplejo. Mucho me temo que si Franco viviera hoy y se dispusiera a dar su golpe militar, invocar¨ªa la libertad democr¨¢tica amenazada por la horda marxista republicana y no el camino del imperio hacia Dios: esto lo sabe mucho mejor Reagan que sus espont¨¢neos ayudas de c¨¢mara abajo y bien abajo firmantes. No cabe duda de que las esperanzas de una efectiva democracia en Nicaragua est¨¢n amenazadas y quiz¨¢ dentro de poco se pierdan definitivamente: la culpa habr¨¢ que ech¨¢rsela a quienes han intervenido militarmente en este siglo varias veces contra el pueblo nicarag¨¹ense en defensa de sus derechos de explotaci¨®n, los mismos que apoyaron durante decenios a los dictadores Somoza sin acordarse para nada de la democracia ni la libertad, los mismos que hoy aplican una pol¨ªtica de aut¨¦ntico salvajismo prepotente en Centroam¨¦rica y quieren identificar el respeto necesario a las libertades pol¨ªticas -que ellos mismos han hecho casi imposible- con la protecci¨®n de los intereses burs¨¢tiles americanos.
Nada m¨¢s mendaz que decir "estamos contra la junta sandinista lo mismo que estamos contra la dictadura de Pinochet" al solicitar ayuda a Reagan contra la primera, cuando todo el mundo sabe que es el mejor apoyo de la segunda.
Aqu¨ª el paralelismo finge una imparcialidad elevada para mejor traicionar con su legitimaci¨®n ideol¨®gica el universal ideal pol¨ªtico que reclama y al que de este modo mancha. Discierna ¨¦l lector del mismo modo casos semejantes, que ejemplos no faltan.
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