Keiko Watanabe
Una japonesa residente en Espa?a, dise?adora de vestidos de baile flamenco
"Keiko Watanabe, especialidad en vestuario flamenco". As¨ª se presenta en su tarjeta de visita. Pero cuando se entra en su casa, Keiko, japonesa por los cuatro costados, recibe en t¨ªpico quimono, mientras prueba una creaci¨®n suya de un espl¨¦ndido vestido de bailaora, a Catherine, hija de una norteamericana y un espa?ol. Es, en definitiva, la mejor ilustraci¨®n de la internacionalizaci¨®n del flamenco. Todo ello en la madrile?a calle de Ayala.
"Despu¨¦s de una serie de problemas familiares, una noche o¨ª la voz de mi hermano, que hab¨ªa ya muerto, que me dec¨ªa: ve a Espa?a y haz vestidos de flamenco". As¨ª explica Keiko, de signo Piscis, c¨®mo se decidi¨® a cambiar, hace 10 a?os, su pueblo natal de Himeji-Shi, a unos 100 kil¨®metros al sur de Osaka (Jap¨®n), por el Madrid castizo del que ignoraba todo. "Tan s¨®lo", agrega, "conoc¨ªa las notas del cante jondo (le algunos discos de flamenco y, una vez, vi una bailadora japonesa de flamenco en la televisi¨®n".As¨ª pas¨® Keiko Watanabe de ama de casa a costurera y creadora de vestidos de baile. "Ten¨ªa un amigo japon¨¦s que tomaba clases de baile flamenco, en Madrid, y le llam¨¦ por tel¨¦fono para comunicarle mi decisi¨®n". Lo que m¨¢s impresion¨® a Keiko cuando lleg¨® a Madrid, el 30 de enero de 1974, fue que, por vez primera, ten¨ªa que subir cuatro pisos para llegar hasta la pensi¨®n. "Era una novedad, ya que en Jap¨®n siempre viv¨ª en casas sin escaleras". Gracias, adi¨®s y quiero comer algo eran las ¨²nicas palabras que Keiko sab¨ªa del castellano cuando lleg¨® a Espa?a.
"Al d¨ªa siguiente de mi llegada fui con mi amigo al estudio de la calle Amor de Dios. All¨ª conoc¨ª a Tomy, una mujer que trabajaba de modista para vestidos de danza espa?ola. All¨ª aprend¨ª a coser, aunque lo odiaba. Pero no quer¨ªa trabajar como empleada y, al a?o y medio, instal¨¦ mi propio taller".
Keiko recuerda aquellos primeros a?os como una ¨¦poca de oro del baile flamenco. "Hab¨ªa muchos modistos. Ahora no creo que quedemos m¨¢s de tres o cuatro en Madrid, porque ha bajado el inter¨¦s por el flamenco y ya no hay casi grandes compa?¨ªas". Tambi¨¦n han cambiado las modas en los trajes de baile, incluy¨¦ndose m¨¢s volantes, cinco o seis, en unos vestidos cuyos costes oscilan entre 50.000 y 100.000 pesetas. "Lo m¨¢s dif¨ªcil", explica Keiko, "es darles flexibilidad".
Siete a?os tard¨® Keiko para llegar a unos patrones que ella califica de "satisfactorios" y que alguna de sus clientas, entre las que destaca Blanca del Rey, califica de perfectos y que ella define como unos vestidos "hechos con mucho amor y bien rematados". Keiko reconoce que no sabe nada de la moda japonesa de hoy. "S¨®lo adoro el kimono". Sus colores preferidos son el rojo, el negro, el marr¨®n y el gris. Sus ocios preferidos, "la equitaci¨®n y escuchar m¨²sica country".
Keiko Watanabe no quiere ir a Jap¨®n, donde hay muchos bailadores y tablados de flamenco, junto a fabricantes de guitarras cl¨¢sicas, porque considera que el arte que ha aprendido en Espa?a lo quiere ense?ar aqu¨ª. "Mis amigos espa?oles me han ayudado mucho y mis t¨¦cnicas las quiero ense?ar a chicas espa?olas". Cuando se pregunta a Keiko por alguna an¨¦cdota de su vida en Espa?a s¨®lo recuerda que una vez, tras 78 horas sin dormir para acabar unos vest¨ªdos, se prepar¨® un ba?o, qued¨¢ndose dormida hasta que, con la casa medio inundada, el agua le despert¨®. "Coser es mucho sufrimiento, mucho sufrimiento", concluye Keiko Watanabe, con un espa?ol casi perfecto, pero con gestos y ademanes que mantienen su esencia nipona, en una mezcla de t¨¦cnicas de kimono y vestidos de flamenco, sorbos de finos y sakes.
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