El miedo y el placer
HACE 20 a?os, el doctor Alex Confort llamaba "fabricantes de ansiedad" a los m¨¦dicos que, en el pasado y en su presente, creaban una ansiedad en tomo al placer y especialmente al sexual. Hemos ganado poco. Incluso parece que a cada libertad ganada corresponde una larga y eficaz campa?a de miedo en tomo a esa libertad. Las verdades son a medias, las conclusiones provisionales se convierten en miedo y la ansiedad circula velozmente. Una serie de misterios punitivos planean sobre nuestras sociedades, unas plagas misteriosas castigan los gozos y el terror se difunde, vagamente aliado a las formas cl¨¢sicas de moral. El pecado se paga en el m¨¢s ac¨¢, parecen decimos, por si somos algo esc¨¦pticos con el m¨¢s all¨¢. Alg¨²n refinado decadente puede encontrar un placer duplicado por la suma del miedo, pero la sociedad es m¨¢s natural y encuentra poca gracia en esta conjunci¨®n. Tenemos el sida o la enfermedad del legionario: no se sabe nada, pero se relaciona con la sexualidad, y muy curiosamente, con la que antes se llamaba pervertida, aunque poco a poco se vaya extendiendo a la normal. Produce una autorrepresi¨®n, y las especulaciones en tomo son un auxilio para limitar libertades apenas conseguidas. Con respecto a la p¨ªldora se han difundido informes extraordinarios que, unidos a algunas filosof¨ªas, la est¨¢n proscribiendo y, con ella, las libertades que pudiera allegar. Se ha proclamado otros anticonceptivos, y ya est¨¢ la lucha contra ellos. El diu, En Estados Unidos, aparece condenado por publicaciones cient¨ªficas como causante de da?os irreversibles en la mujer (esterilidad), a excepci¨®n de las mayores de 25 a?os, compa?eras de un solo hombre y que hayan tenido ya al menos un hijo (Washington Post): la coincidencia de este retrato cient¨ªfico con el retrato moral de quienes puedan ser beneficiadas por la permisividad actual de la sociedad es altamente sospechoso.
Aunque la sexualidad sea un blanco favorito de estas informaciones -por lo que supone de rotura con las costumbres y, por tanto, con la organizaci¨®n de la sociedad y su control-, otros placeres aparecen tambi¨¦n te?idos con este aguatinta del miedo. La contaminaci¨®n de la comida es un tema frecuente, representado en Espa?a por otro misterio inagotable, el de la colza. Y la del aire: respirar es altamente peligroso, casi tanto como salir de vacaciones en autom¨®vil o tomar un vuelo charter en Barajas. No basta con recluirse y rechazar la peligros¨ªsima vida: alguien fumar¨¢ junto a nosotros o para nosotros, volar¨¢ sobre nuestra vivienda, se embriagar¨¢ en el piso de arriba. Alguien inventar¨¢ la f¨®rmula de la inseguridad ciudadana. Alguien llamar¨¢ a la puerta: y ser¨¢ un pobre excesivamente feo al que llamaremos patibulario. Y las moscas, en fin, ya se sabe...
La idea de creaci¨®n de una sociedad as¨¦ptica y asexuada es m¨¢s pr¨®xima a la muerte que a la vida. Y vivir en guardia es una angustia. Lo m¨¢s grave de la situaci¨®n psicol¨®gica creada es que, en efecto, el da?o existe, y las bases de la informaci¨®n est¨¢n planteadas. Es aqu¨ª donde entra la parte de responsabilidad que tenemos en los medios de informaci¨®n, donde no siempre se puede discernir lo que es intoxicaci¨®n de lo que es real. Alguna vez se ha descubierto que una cierta campa?a exponiendo el progreso de alguna enfermedad no era m¨¢s que el pr¨®logo al lanzamiento de un espec¨ªfico por una multinacional farmacol¨®gica, o que tras un grupo cient¨ªfico de cuello blando y bata blanca hab¨ªa intereses morales determinados que conduc¨ªan investigaciones hacia fines prefijados. Lo insidioso de toda esta cuesti¨®n es que no se pueden omitir noticias llegadas con muchas garant¨ªas, pero no se puede llegar siempre a un posible falseamiento de medios datos.
Una abundancia demogr¨¢fica, una proliferaci¨®n t¨¦cnica, una mezcla abundant¨ªsima de personas y clases sociales, la conquista de unas libertades individuales y colectivas, han modificado extraordinariamente la vida del hombre, sobre todo en Occidente, y efectivamente le han expuesto a algunos riesgos distintos de los que hab¨ªa; pero el balance general de estas conquistas de la ciencia y de la t¨¦cnica m¨¦dicas y param¨¦dicas est¨¢n en la prolongaci¨®n de la vida humana y en el aumento de su calidad para los m¨¢s -aunque haya disminuido para los menos-; no parece que se deba empa?ar esta realidad con el aumento psipatol¨®gico de la noci¨®n de peligro en cada uno de nuestros actos. La lucha contra la ?o?er¨ªa, dentro de una noci¨®n que ha de ser cada vez m¨¢s clara del riesgo que se pueda correr, parece una de las funciones de las sociedades libres.
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