La Administraci¨®n festiva
HOY ES fiesta en Madrid, y la Administraci¨®n central se para. Es una incongruencia, cuando todo el resto del territorio que administra, salvo esta excepci¨®n de la ciudad que celebra una fiesta local, est¨¢ trabajando. Hace menos de dos semanas, el 2 de mayo, se celebr¨® la fiesta de la autonom¨ªa madrile?a y sucedi¨® lo mismo. La burocracia del Gobierno, que tiene grandes problemas -l¨®gicos- para absorber las relaciones con las autonom¨ªas y lo hace con la gran lentitud que su entendimiento y su suspicacia le permiten, acoge en cambio con prontitud, y con un entusiasmo de los que se definen como dignos de mejor causa, todas las fiestas, y los m¨¢s libres de sus funcionarios las prolongan con los inevitables puentes. Da un gran ejemplo de comprensi¨®n del ocio y la holganza.Existe un calendario, oficial de fiestas. Se equilibr¨® en negociaciones dif¨ªciles, en intercambios de d¨ªas nacionales por d¨ªas auton¨®micos o d¨ªas locales, de forma que hubiera una especie de reparto social considerado y satisfactorio. Lo mejor de ese calendario es que est¨¢ bien dosificado; la cr¨ªtica mayor es la de que es excesivo y, adem¨¢s, que tiende a prolongarse por la absorci¨®n de d¨ªas centrales, enormemente tentadora desde el momento en que la semana queda reducida a cinco d¨ªas por la desecaci¨®n del s¨¢bado, a la que se a?ade una tendencia ociosa del viernes como v¨ªspera y la conocida desgana psicol¨®gica del lunes.
Se ha se?alado ya aqu¨ª mismo uno de los efectos de domin¨® de las fiestas auton¨®micas y locales: el mapa industrial y comercial de Espa?a salta generalmente por encima de las l¨ªneas de demarcaci¨®n auton¨®micas y depende de centros de fabricaci¨®n, distribuci¨®n, almacenamiento y venta que pueden estar en puntos muy distintos, pero estrechamente dependientes entre s¨ª, de manera que una fiesta local repercute inevitablemente en todo el engranaje. Las horas de trabajo realmente perdido parecen exceder en mucho a las contabilizadas estad¨ªsticamente. En otros tiempos, en aquellos de los gremios y las empresas familiares, la fiesta local apenas afectaba m¨¢s que a los voluntariamente incluidos en ella. Ahora, se extiende.
Pero el mayor desparpajo corresponde al talante festivo de la Administraci¨®n central La descentralizaci¨®n no se ha llevado al punto de que la necesidad de los funcionarios radicados en Madrid sea prescindible, y ni siquiera est¨¢ tan difusa dentro de s¨ª misma como para no depender de un superior, su opini¨®n, su autorizaci¨®n y su firma, que suele ser el que con mayor fervor se aplica la fiesta y su cola o puente; y aun cuando este superior exista, su clase le impide muchas veces resolver el problema concreto, en raz¨®n de que los funcionarios menores son los que tienen siempre el secreto del expediente -?el lugar donde est¨¢!-: es un c¨ªrculo vicioso que incluso tiende a extenderse a los d¨ªas llamados laborales.
Este Gobierno comenz¨® con una severa reglamentaci¨®n de los horarios de trabajo y con una exigencia de cumplimiento, lo cual, unido a la vigilancia de las incompatibilidades, daba una sensaci¨®n o una imagen de verdadero cambio. Sin embargo, este laberinto de lo compatible y lo incompatible sigue sin resolverse, los horarios de cumplimiento se van relajando y, adem¨¢s, ha dejado este enorme hueco de la asimilaci¨®n de toda clase de fiestas. Si es encomiable el deseo central de latir de alegr¨ªa al mismo tiempo que ciudades o autonom¨ªas alejadas de su punto de poder y su entusiasmo por participar con todos, deja abierta la sospecha de que lo que predomina es un deseo de dejar el trabajo y huir de la oficina. No tranquiliza. Y puede agudizar la eterna envidia al funcionario.
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