Las emisiones de la Liga espa?ola han contribuido a la 'futbolizaci¨®n de la cultura marroqu¨ª'
Desde los m¨¢s conservadores en Marruecos hasta los m¨¢s revolucionarios en Yemen del Sur, todos han so?ado alguna vez con vivir en un pa¨ªs como Egipto y en una sociedad como la descrita en los seriales. Como la televisi¨®n no tiene por qu¨¦ parecerse a la realidad, esa ilusi¨®n entretenida durante d¨¦cadas convirti¨® a la industria cinematogr¨¢fica egipcia para la televisi¨®n en uno de los negocios m¨¢s fabulosos del mundo ¨¢rabe y en un fabricante de mitos tan importante, a escala ¨¢rabe, como Hollywood.Algunos seriales egipcios han tenido tanto ¨¦xito en Marruecos, por ejemplo, que debieron ser programados dos veces. As¨ª ocurri¨® con Aazi fi leil (El m¨²sico y la noche). Gracias a ellos, el dialecto egipcio es comprendido hoy del Magreb a Machrek.
Es verdad tambi¨¦n que nada divirti¨® tanto a los magreb¨ªes, y muy en especial a los marroqu¨ªes, como la Liga espa?ola de F¨²tbol. Con ocasi¨®n de los mejores encuentros se paralizan las actividades administrativas o de servicios, y los empleados y funcionarios acuden a las televisiones de los caf¨¦s para colectivamente vivir el partido.
Cultura espa?ola
A tal punto influye el f¨²tbol en la vida cotidiana, que los soci¨®logos marroqu¨ªes hablan de "futbolizaci¨®n de la cultura marroqu¨ª". A Calvi?o, o tal vez fue Castedo, los marroqu¨ªes no le perdonar¨¢n jam¨¢s el haberles privado, por una m¨ªsera cuesti¨®n cremat¨ªstica, de unos partidos televisados que les mantuvieron m¨¢s unidos a la cultura espa?ola que el Califato de C¨®rdoba o los seis siglos de promiscuidad que siguieron a los siete de dominaci¨®n ¨¢rabe sobre Espa?a.Despu¨¦s de los seriales egipcios y el f¨²tbol espa?ol, las pel¨ªculas y series televisivas estadounidenses constituyen la diversi¨®n m¨¢s apreciada. El ¨¦xito de las series norteamericanas procede del predominio de la acci¨®n. La serie Dallas caus¨® furor hasta en la kasbah de Argel. Debido a la popularidad alcanzada, la serie El fugitivo fue programada dos veces en Marruecos, y el telefilme Flamingo Road alcanz¨® un triunfo inesperado.
En el norte de Marruecos, en la mayor parte de Argelia y en el S¨¢hara occidental, la televisi¨®n espa?ola en toda su programaci¨®n es contemplada a diario, en detrimento de la televisi¨®n nacional, gracias a los repetidores andaluces y de Las Palmas.
El culto a la personalidad predomina, por lo menos en las televisiones marroqu¨ª y tunecina, de una manera m¨¢s acusada que en las de Argelia y Libia. El mundo informativo se reduce muchas veces para los tunecinos a lo que ha ocurrido en el despacho del presidente Habib Burguiba.
En T¨²nez, la Prensa anuncia no s¨®lo los programas nacionales, sino los de la televisi¨®n italiana. En la austera y agitada Libia, los tejados tripolitanos est¨¢n cubiertos de enormes antenas orientadas hacia el repetidor de Sicilia. Uno de los mayores placeres consiste en ejercitarse con los diales de los modernos aparatos a la b¨²squeda de alg¨²n canal pornogr¨¢fico italiano, mientras se vac¨ªa una botella de whisky de contrabando, adquirida por 120 o 150 d¨®lares.
De la misma manera que Garnal Abdel Nasser en el apogeo de su gloria nacionalista preguntaba siempre antes de lanzar un discurso a la naci¨®n si la famosa cantante Oum Kaltsouni cantaba ese d¨ªa por televisi¨®n, o que los aguerridos libaneses interrump¨ªan su guerra civil para escuchar el Behhebak ia Lubnan (Te quiero, L¨ªbano), los dirigentes norteafricanos evitan discursear coincidiendo con los partidos de f¨²tbol. Entre los ¨¢rabes, la televisi¨®n es algo m¨¢s que un divertimiento, y constituye el ¨²nico aporte humano que separa al hombre de la bestia de carga en que se ve convertido cotidianamente.
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