Vida y muerte de Ram¨®n Llull
Parece que sigue de moda traer a los muertos a este mundo. No a los muertos en s¨ª, sino a sus tristes despojos con un inter¨¦s en el que aparecen vagos intentos de investigar su intimidad con pretextos m¨¢s o menos cient¨ªficos que nunca faltan en empe?os tales.Tras aquel indagar si Cayetana de Alba muri¨® o no envenenada, para lo que fue preciso abrir su nicho junto al Manzanares, o el caballero Rodrigo Calder¨®n y su orgullo postrero en el cadalso, parece haberle llegado el turno al mallorqu¨ªn Ram¨®n Llull, es decir, a Raimundo Lulio.
Ahora resulta que el fil¨®sofo y escritor no muri¨® a manos de aquellos mahometanos a los que tantos desvelos dedic¨®, sino en cama, como muchos mortales, tranquilo y en paz, si es que alguien pas¨® a mejor vida de este modo. Mas, reposado o sin sosiego, resulta dificil precisar en su caso qu¨¦ a?adir¨ªa a lo que se sabe de su muerte y de su vida su cad¨¢ver m¨¢s o menos conservado.
Raimundo Lulio, tal como se dice en castellano, fue un obseso de la pluma, como El Tostado de nuestra Castilla. Ambos pasaron a la posteridad por la cantidad de las obras que dejaron, aunque en el caso del mallorqu¨ªn las suyas fueron raras y excepcionales. Su primer libro lo compuso en ¨¢rabe, y si Hermingway en su ¨¦poca de esplendor, cuando cobraba a tanto por palabra, hubiera ten¨ªdo noticias de ¨¦l, habr¨ªa palidecido de envidia, pues el tal libro ten¨ªa m¨¢s de un mill¨®n de ellas, que m¨¢s tarde tradujo el autor al catal¨¢n. Universal en lo grande y en lo chico, tuvo tiempo y ganas de seguir los pasos de las m¨¢s diversas corrientes de su tiempo. Tuvo influencias de la filosofia persa, pero sus versos tambi¨¦n suenan a Galicia, cuando no a san Francisco de As¨ªs.Cuenta Brenan que su vida, m¨¢s propia de aventurero que de poeta, le llev¨® a enfrentarse en Par¨ªs con el mismo Duns Scoto. Dispuesto a tocarlo todo, este hombre original no s¨®lo escrib¨ªa, sino que padec¨ªa ¨¦xtasis y visiones.?Qu¨¦ ver¨ªa en tales horas? ?Quiz¨¢ el triunfo de la amistad entre hombres que le llev¨® a escribir el Libro del amigo y el amado, sembrado de un extra?o misticismo? En sus p¨¢ginas uno pregunta al otro: "?Qui¨¦n es tu amado?", y el compa?ero responde: "Aquel que me hace amar, ansiar, languidecer, llorar, suspirar, sufrir y morir".
Hay algo en ¨¦l que recuerda al Cantar de los cantares, que apunta a san Juan de la Cruz. As¨ª, visionario y poeta -insiste Brenan-, cortesano en el principio de su vida y anacoreta en sus ¨²ltimos d¨ªas, precursor de la actual ecolog¨ªa en su amor a la naturaleza, es dif¨ªcil retratarlo de un solo trazo sin conocer la ¨¦poca en que le toc¨® vivir. Fue europeo en un tiempo en el que en nuestro pa¨ªs todos rniraban hacia el interior de la Pen¨ªnsula, y rebelde cuando la mayor¨ªa de las letras no lo era, apuntando a un triunfo de la raz¨®n que s¨®lo alg¨²n privilegiado pod¨ªa concebir en su siglo.
Ante personaje tan singular es l¨®gico preguntarse qu¨¦ puede a?adir su cad¨¢ver a lo que ya conocemos. ?Que era alto y bien proporcionado? ?Que no muri¨® del modo que se dice? Todo ello ya se sabe, y no es preciso sacar a la luz sus huesos y su calavera. Por conocer incl uso no se ignora su leyenda, que Dos Passos menciona, aquella de un poeta joven, enamorado de una dama de Palma a la que cortejaba en las no-
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Vida y muerte de Ram¨®n Llull
ches de luna. Cierto d¨ªa, la muchacha, compadecida de aquel que acabar¨ªa de ermita?o, y ahora gal¨¢n desesperado, llev¨¢ndose ambas manos al escote de su rico vestido, mostr¨® a Raimundo Lulio sus pechos, por ¨¦l tan deseados: el uno, blanco y firme; el otro, negro, comido por un c¨¢ncer que habr¨ªa de acabar con su belleza.De haberse tratado de un castellano tradicional -apunta Dos Passos-, la vista de tal belleza perdida para siempre, sin duda le habr¨ªa llevado por el camino de la santidad, mas el poeta no ten¨ªa madera de ello; su pasi¨®n era salvar vidas de infieles, ahora que hab¨ªan fracasado las cruzadas, por medio de la raz¨®n, aunque para conseguirlo tuviera que inventar una serie de discos y cuadros m¨®viles, que una vez combinados llevaban a exactas deducciones de un modo que anticipaba ciencias actuales de las que tan orgullosos nos sentimos.
Viajero impenitente, eternamente con sus libros a cuestas y con sus inseparables manuscritos, tal como hab¨ªa vivido amante y cortesano, sinti¨® la llamada de otro amor m¨¢s alto, y convertido en misionero recorri¨® el mar que a su isla rodeaba, y pas¨® m¨¢s tarde a Europa. Dej¨® escritas m¨¢s de 200 obras, alguna al estilo de los libros de caballer¨ªas.
Su Blanquerna, traducida al ingl¨¦s por Allison Peers, narra la historia de un doncel que se lanza al mundo dispuesto a convertir al amor de Dios a todo aquel que halle en su camino. En cierto modo podr¨ªa ser considerada como una novelada autobiografia, pues conoce a una dama y hace carrera en la Iglesia, hasta llegar a papa. M¨¢s tarde, desenga?ado, acabar¨¢ de anacoreta.
A modo de lamento final, de ep¨ªlogo y triste despedida.al ver que sus esfuerzos por convertir en cristianos a los hijos de Mahoma resultaban vanos, compuso El desconsu¨¦lo, raz¨®n ¨²ltima de su estancia en esta tierra.
Hoy, como en aquellos siglos que lo vieron, las letras catalanas pareden hallarse tan lejos de las castellanas como entonces. En la corte es dif¨ªcil encontrar una gram¨¢tica o una historia de la literatura de la lengua de Ram¨®n Llull, tanto como cualquiera de sus obras. Las que una vez se editaron, desaparecieron sin volver a renacer en nuevas ediciones. No se sabe por qu¨¦, pues de ellas no restan ejemplares. Seguramente se deba a falta de inter¨¦s de lectores y editores, pues no toda la culpa ha de echarse sobre el resto del pa¨ªs y su cultura superficial. La falta de una cultura aut¨¦ntica se evidencia quiz¨¢ en esta b¨²squeda de los restos de autores, y no de sus libros, que ignoramos en su mayor¨ªa. El m¨¢s hermoso homenaje ser¨ªa, como siempre, no traer a este mundo sus cenizas olvidadas, sino un tomo de sus obras completas, al alcance de todos.
No queda m¨¢s remedio, como siempre tambi¨¦n, que traer a colaci¨®n a Shakespeare. Su cuerpo se halla donde se le puso, es decir, donde quiso: nadie ha abierto su tumba desde entonces, en parte porque lo dispuso as¨ª y en parte porque aquello que quiso decir de s¨ª mismo lo dijo en vida a trav¨¦s de sus obras.
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