El secretario del Vicariato castrense argentino admite que conoc¨ªa casos de torturas y desapariciones
Emilio Graselli, secretario del vicariato castrense, fue el martes ante la C¨¢mara Federal de Apelaciones un vivo testimonio de la esquizofrenia moral en que cay¨® buena parte de la sociedad argentina bajo la represi¨®n militar. Comenz¨® testificando que entre los a?os 1976 y 1980 s¨®lo hab¨ªa tenido conocimiento de "algunos casos" de desaparici¨®n de personas; acab¨® confesando, sin que nadie le insistiera, que a¨²n pose¨ªa un fichero con 2.500 casos documentados de desapariciones y que ten¨ªa constancia de que en la Escuela de Mec¨¢nica de la Armada (Esma) funcion¨® un centro clandestino de detenci¨®n y tortura.
Graselli, al contrario que Von Varnich, confesor del general Ram¨®n Camps, recientemente destituido como capell¨¢n de la polic¨ªa bonaerense, no parece un c¨ªnico ni se tiene constancia de que frecuentara los chupaderos para pasearse entre los torturados y llevarles consuelo espiritual. Graselli testific¨® visiblemente afligido; y en algunos pasajes, abiertamente sollozante. "Usted, se?or presidente", dirigi¨¦ndose al de la sala, "est¨¢ recibiendo testimonios de hechos ocurridos ocho a?os atr¨¢s; yo escuchaba esos mismos testimonios horas o d¨ªas despu¨¦s de que ocurrieran, y en esto no puede haber ninguna clase de teatro".Graselli realiz¨® varias gestiones en favor de desaparecidos y fue por ello amenazado blandamente (llamadas telef¨®nicas y carteles intimidatorios en su autom¨®vil), y esencialmente contribuy¨® a la salida del pa¨ªs de montoneros dados la vuelta en la ESMA con pasajes a¨¦reos que pagaba la Marina. A solicitud de los familiares de los desaparecidos, Graselli gestionaba visados para otros pa¨ªses. En carta a un religioso venezolano, que admiti¨® como suya, y le¨ªda ante el tribunal, Graselli relataba en junio de 1978: "Hay quienes permanecen en la clandestinidad y otros han sido reeducados. Mi tarea consiste en salvar muchas vidas".
Aparte de sus gestiones para la expatriaci¨®n de los reeducados, que le convierten moralmente en colaborador colateral de la teor¨ªa y pr¨¢ctica contrainsurgente aplicada por Massera en la ESMA, Graselli no presiono a sus jefes militares o eclesi¨¢sticos, no denunci¨® los horrores de que ten¨ªa constancia y ni siquiera abandon¨® el vicariato castrense para apartarse de todos y de todo y sumirse en una parroquia rural del profundo sur del pa¨ªs.
Por esta y anteriores declaraciones de otros testigos se abre paso la evidencia de que un n¨²mero de desaparecidos permanentes podr¨ªa encontrarse en el exterior del pa¨ªs con nueva identidad. Fueron quebrados, dados la vuelta como un calcet¨ªn, entregaron a sus camaradas y hasta a sus familias y, finalmente, optaron por entrar en el t¨²nel de una segunda desaparici¨®n, esta vez relativamente voluntaria. La confirmaci¨®n de la extensi¨®n de esta categor¨ªa de desaparecidos -s¨®lo se sabe de algunos casos aislados- para nada aliviar¨ªa la responsabilidad de los represores ni cabr¨ªa condenar moralmente a los reeducados, dada la bestialidad del tratamiento reeducativo que padecieron.
Entre otras testificaciones destac¨® en esta jornada la del coronel (retirado) Roberto Rouald¨¦s, quien entre 1976 y 1978 desempe?¨® el puesto de jefe de Estado Mayor del comando de la capital federal del Primer Cuerpo de Ej¨¦rcito, bajo el mando del general Su¨¢rez-Mason (pr¨®fugo). Por no recordar, el coronel hasta tuvo dudas sobre su edad en el interrogatorio preliminar. Afirm¨® que las tropas de su comando, siempre de uniforme, realizaron tareas de polic¨ªa en la capital federal, pero entregando siempre sus presos a las comisar¨ªas de polic¨ªa.
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