"M¨¢s corn¨¢s da el hambre"
Manuel era un excelente chico que hizo lo indecible por complacer a todos. Muri¨® en el acto.Pocos toreros han encarnado los t¨®picos de la fiesta nacional como Manuel Garc¨ªa El Espartero. Era pobre, pero por su valor y simpat¨ªa se hizo rico y c¨¦lebre. Muy castigado por los toros, de ¨¦l es la frase "m¨¢s corn¨¢s da el hambre". La adulaci¨®n popular -o tal vez la ambici¨®n o la soberbia- le impuls¨® a dejar su vida en las astas de un toro, precisamente del fat¨ªdico hierro de Miura.
Manuel Prisca de la Sant¨ªsima Trinidad Garc¨ªa naci¨® en Sevilla en 1865, un chico amable y afectuoso a quien todos llamaban Maoliyo. A los 11 a?os entr¨® a trabajar en la profesi¨®n de su padre, espartero, pero "padec¨ªa el virus de la afici¨®n". Con un grupo de amigos recorr¨ªa las capeas, y de noche lidiaba el ganado bravo en las dehesas; tuvo que huir de los tiros de los guardias y pas¨® m¨¢s de una noche en la c¨¢rcel.
Tras varias novilladas con desigual ¨¦xito, Maoliyo, se present¨® en la plaza de Sevilla en junio de 1885 y caus¨® muy buena impresi¨®n. "En sucesivas actuaciones fue aumentando su cartel y su popularidad en Sevilla en t¨¦rminos incre¨ªbles", dice Coss¨ªo. "No fueron s¨®lo las ovaciones de la plaza: su nombre es tema de las conversaciones; su apodo es citado como blas¨®n de la torer¨ªa; la Prensa le encomia como a ning¨²n astro hasta entonces lo hab¨ªa hecho; sus proezas pasan del comentario de los aficionados a los romances callejeros y a las coplas populares; se come a lo Espartero, se fuma a lo Espartero, se anda a lo Espartero, se peina a lo Espartero ..." Dos meses m¨¢s tarde tom¨® la alternativa.
?Por qu¨¦ se entusiasmaron tanto los sevillanos con Espartero? Principalmente, por su desmedido valor -un valor fr¨ªo, impasible, estoico, ciego, temerario, hasta loco. Era basto y le cogieron mucho los toros, pero no se inmutaba: ten¨ªa, en palabras de un historiador de la fiesta, "una especie de torpeza siniestra", y pisaba unos terrenos entonces inveros¨ªmiles. Si a esto a?adimos su simpat¨ªa y personalidad, no ha de extra?ar su ¨¦xito.
Del ¨¦xito pas¨® a la desgracia, en parte por culpa de los sevillanos, pueblo jactancioso y cre¨ªdo, por lo menos en materia taurina. Hac¨ªa d¨¦cadas que Sevilla no ten¨ªa una verdadera figura del toreo, en el universo taurino era un aut¨¦ntico agujero negro. As¨ª que, a los pocos a?os de irrumpir el simp¨¢tico Maoliyo, los sevillanos quisieron enfrentarle con el mism¨ªsimo Guerrita, uno de los mejores toreros de todos los tiempos. En cuantas ocasiones torearon juntos, Guerrita le gan¨® la batalla a nuestro hombre.
Y llega la temporada de 1894, que Maoliyo quiere que sea su ¨²ltima campa?a. Act¨²a varias veces en Madrid -donde nunca ha tenido gran ¨¦xito y a cuyos cr¨ªticos nunca ha convencido- y no est¨¢ bien. El 26 de mayo, tal d¨ªa como hoy hace exactamente 91 a?os, vuelve a la corte para matar Miuras, dispuesto a recuperar el terreno perdido. Lo cont¨® El Liberal;
"Ya en Madrid, y poco antes de las cuatro, tom¨® asiento el Espartero con su cuadrilla en un carruaje, y cuando ¨¦ste sal¨ªa de la calle de la Gorguera para entrar en la de Sevilla, vieron pasar un entierro. Como los toreros son, por lo general, supersticiosos y se fijan hasta en los m¨¢s insignificantes detalles, al ver el f¨²nebre cortejo exclam¨® Antol¨ªn: '?Mala pata!' 'iCa, hombre!' -repuso Juli¨¢n- 'Esto es se?al de buena suerte'. 'All¨¢ veremos'. Maoliyo se fij¨®, como los dem¨¢s, en la f¨²nebre comitiva, oy¨® el di¨¢logo de sus compa?eros, movi¨® ligeramente la cabeza como haciendo un signo de asentimiento a las palabras de Antol¨ªn, y call¨®"...
El primer Miura, Perdig¨®n, llega a la muleta con dificultades. Tras una breve faena a la defensiva, Espartero deja un pinchazo bien se?alado pero es cogido y volteado a gran altura. Se incorpora, da algunos pases m¨¢s y de nuevo entra recto a matar, dejando una entera. De nuevo el toro le coge, esta vez en el vientre. Contin¨²a la narraci¨®n F. Bleu: "Un encontronazo brutal; una cornada seca, instant¨¢nea, apenas vista, nada aparatosa; un estoconazo mortal en el lado contrario, y un lidiador en tierra con el cuerpo contra¨ªdo por el shock traum¨¢tico y con el rostro descompuesto por la muerte".
Los m¨¦dicos afirmaron que el diestro muri¨® a los 20 minutos de ingresar en la enfermer¨ªa, tras recibir "los auxilios de la ciencia", ineficaces, y los ¨²ltimos sacramentos. Pero otro testigo presencial sostuvo que muri¨® en el ruedo y que "lo dem¨¢s son ficciones respetables que precisan la Iglesia o la ley".
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