3 / Los krausistas
Carlos Cristi¨¢n Federico Krause, contra los neocl¨¢sicos / Juli¨¢n S¨¢enz del R¨ªo, el sentido com¨²n, el anticentralismo (ya) y la libertad / Confesionalidad, teocracia, Restauraci¨®n y amor libre. De c¨®mo Campoamor le tira una dolora a Krause / Men¨¦ndez Pelayo lo combat¨ªa con an¨ªs / Orovio, ministro de Fomento de C¨¢novas, manda al paro a los catedr¨¢ticos krausistas / Giner de los R¨ªos, como Aranguren Instituci¨®n Libre de Ense?anza SA Schelling, Hegel y Lil¨ª Marl¨¦n / Moral, Derecho y ¨¦genero chico / El panente¨ªsmo o una manera de ligar germanas / Krausismo y Autonom¨ªas, igual Leguina / Entre el te¨ªsmo y el pante¨ªsmo / Madrid, krausismo al organillo.
Carlos Cristi¨¢n Federico Krause es un fil¨®sofo alem¨¢n de nota de pie de p¨¢gina. Juli¨¢n Sanz del R¨ªo se trae a Espa?a esa nota de pie de p¨¢gina y se pone a hinchar el perro con Giner de los R¨ªos, Caso, Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo, el Greco (que siempre ha andado entremetido en las cosas espa?olas) y unos cuantos caballeros de la mano al pecho. De una nota de pie de p¨¢gina nace todo el pensamiento moderno y ¨¦tico de Espa?a, hasta que Ortega, tiempo m¨¢s tarde, les quita del vicio. El krausismo, en su modestia decimon¨®nica, prenuncia ya algo del siglo XX, y por eso lo traemos aqu¨ª. Por eso, porque influy¨® en las primeras generaciones noucentistes y porque era la ¨²nica m¨¢quina ideol¨®gica que arrojar a la cabeza de escayola de los neocl¨¢sicos, para partirle a Varela el estilo, a Pereda la "Sotileza" y a Palacio Vald¨¦s la caza de Marta y el culo de Mar¨ªa. El krausismo es el pasadizo ¨¦tico que utiliza el progresismo moral en Espa?a para pasar de siglo a siglo, por debajo del edificio de la Restauraci¨®n y las alcobas de C¨¢novas y Sagasta (con Silvela de hermana tornera).Los anarquistas segu¨ªan llegando de provincias, en vagones de tercera, con una bomba bajo el brazo, para cambiar la legislatura. Entre las bombas de los anarquistas y las pandectas de los krausistas, acabaron por volar el palacio pompor¨¦/mordor¨¦ de la Restauraci¨®n, que, como queda dicho, era un palacete neocl¨¢sico. Juli¨¢n S¨¢enz del R¨ªo hizo saltar la carroza del idilio C¨¢novas/Sagasta, con la bomba krausista, como un siglo m¨¢s tarde saltar¨ªa el coche blindado de Carrero. Pero el krausismo a la espa?ola es poco m¨¢s que el sentido com¨²n de lo que llamaremos las izquierdas burguesas, frente al sentido com¨²n de las derechas y sus met¨¢foras ferroviarias (Balmes). Los krausistas son federalistas, como Leguina, y no aplican ning¨²n tres % porque no tienen poder, pero creen en la Libertad, que para ellos es una se?orita que vive desnuda en la sierra de Gredos. Van mucho a Gredos, por encontrar a la se?orita o por encontrar la Libertad, y Unamuno hasta se quita el chaleco, vuelto al cielo, e increpa a Dios. Unarnuno cre¨ªa que esto de ver a un Rector en camisa iba a turbar mucho a Dios. Ya que no a Dios, Unamuno decide turbar a Blasco Ib¨¢?ez, y se va a verle a Paris, a su piso c¨¦ntrico de los bulevares:
-?Paris, Paris ...! -le dice Blasco, mostr¨¢ndole las luces de la ciudad.
-?Gredos, Gredos! -le responde Unamuno.
No puede decirse que se entendieran. La Restauraci¨®n neocl¨¢sica era confesional y teocr¨¢tica. Al pie del pie de p¨¢gina de Krause se pod¨ªa insinuar el amor libre. Don Ram¨®n de Campoamor y Campoosorio, poeta/gobernador, le tira una dolora/saeta a Krause, entre las hijas de las madres que am¨¦ tanto, pero nada. Men¨¦ndez y Pelayo escribe contra el krausismo desde Fuerza Nueva, pero Men¨¦ndez Pelayo viv¨ªa en el Ateneo de Madrid, o casi, y el Ateneo, entonces, estaba rodeado por los krausistas, como luego estuvo rodeado por los aza?istas, los republicanos, los falangistas y los opusde¨ªstas. El Ateneo es una vieja casona rnadrile?a que siempre est¨¢ rodeada de gente, como los Saldos Arias cuando se queman. (Y a veces se queman saldos ideol¨®gicos en el Ateneo).
Orovio, ministro de C¨¢novas, manda a los catedr¨¢ticos krausistas a la cola del paro, entre ellos Giner de los R¨ªos, que se encuentra en la cola con Aranguren, destituido por Franco, y all¨ª, en la cola, fundan la Espa?a moderna. De esta fundaci¨®n nace la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, que en seguida se llena de surrealistas, como los campanarios de vencejos, y es donde Luis Bu?uel se lleva a Garc¨ªa Lorca al bar, proponi¨¦ndose ser delicado, y le dice con finura aragonesa:
-Federico, ?t¨² eres maric¨®n?
De Alemania, aparte del segund¨®n Krause, nos iban llegando Schelling (a quien Luckas pone a parir en El asalto a la raz¨®n), Hegel y Lil¨ª Marl¨¦n, ya en la guerra del 14. El krausismo llena Espa?a, la Espa?a de entre dos siglos, de Moral, de Derecho y de g¨¦nero chico (esto ¨²ltimo por reacci¨®n castiza y unarnuniana). El panente¨ªsmo de Krause era un pante¨ªsmo con errata. De esa errata nacen Giner de los R¨ªos, Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo, el 98, el Greco y la ¨¦tica regeneracionista de Felipe Gonz¨¢lez. Tambi¨¦n serv¨ªa el panente¨ªsmo para ligar germanas, aunque entonces ven¨ªan pocas.
El krausismo, ya se ha dicho, es un federalismo, en lo pol¨ªtico, y, por tanto, el germen del actual Estado de las Autonom¨ªas y la larva de Leguina. Los neocl¨¢sicos (ver cap¨ªtulo anterior) eran te¨ªstas, y los Krause/bois eran pante¨ªstas. O sea, la ¨²ltima guerra civil (ideol¨®gica) del XIX, o la primera del XX, en Espa?a, con organillos madrile?os y krausistas al fondo, porque el pueblo de don Ram¨®n de la Cruz empezaba a concienciarse e iba los domingos por la ma?ana al Retiro, para o¨ªr al tip¨®grafo Pablo Iglesias (del Retiro le viene al PSOE la furia ecologista), y entre las boinas se ve¨ªa el sombrero de piedra de don Antonio Machado.
Los krausistas espa?oles, ya en esta centuria, iban de busto. Y sus se?oras, de busto izado. A la Instituci¨®n Libre de Ense?anza y a la Residencia de Estudiantes, finales de la calle Pinar, los llam¨® Juan Ram¨®n Jim¨¦nez "la colina de los chopos", creando/recreando siempre su "Madrid posible e imposible". Hay alg¨²n hermoso y sereno poema de Juan Ram¨®n a los institucionistas (cuya influencia, como se ha dicho, llega hasta Felipe Gonz¨¢lez, pasando por la generaci¨®n del 27: jol¨ªn con el mediocre Krause).
Si los modernistas son la fronda del nuevo siglo y la hermosa cabeza de Francisca S¨¢nchez (a quien todav¨ªa conoc¨ª en el Cl¨ªnico, con c¨¢ncer de cara, evocando siempre a su Rub¨¦n), si los neocl¨¢sicos son la pompa, la circunstancia, Maura y La Cierva, que hicieron brillantes carreras pol¨ªticas s¨®lo por meter en n¨®mina a Azor¨ªn, si todo esto es el fragor confuso entre dos siglos, en Espa?a, el krausismo supone la primera infiltraci¨®n europea, desde "el ministro Volteriano conde de Aranda", en el XVIII. Madrid sab¨ªa que Krause era un se?or dif¨ªcil, ya desde el apellido, pero como estaba en Alemania, o se hab¨ªa muerto, hab¨ªa que estar con ¨¦l, porque no lo iba a matar ninguna bomba de mano suelta por Madrid como una gallina clueca y, letal de provincias. El pueblo, con rara intuici¨®n, tocaba el organillo en krausista, s¨ª, esperando que aquellos se?ores tan viajados creasen m¨¢s empleo que C¨¢novas y Sagasta.
Los escritores, esos otros organilleros, tocaron tambi¨¦n todos en krausista, como queda apuntado, menos don Ram¨®n de Campoamor y Campoosorio, que le hac¨ªa dolorosas doloras al teut¨®n, o don Mariano de Cavia, que so?aba period¨ªsticamente el incendio del Museo del Prado y le pegaba a la cerveza, en una cervecer¨ªa de la calle Hileras, sentado a una mesa con Rub¨¦n Dar¨ªo, mientras ambos se pon¨ªan mutuamente a parir. Cuando don Mariano estaba absolutamente' cocido, se lo llevaba a casa su criado. Este criado que digo tuvo un nieto cobrador de Banco, al que todav¨ªa he conocido, y que me contaba muchas cosas del m¨ªtico y mediocre Cavia (era mucho mejor periodista y prosista Mesonero, en el mismo bando). Pero Cavia dio nombre a un premio que fuera importante en el periodismo espa?ol y que sirvi¨® para premiar a muchos escritores que hab¨ªan dicho que Cavia era como una rana, y cosas peores. Men¨¦ndez Pelayo era el ca?¨®n "Berta" del pensamiento conservador, pero le daba a la priva y el alpiste, y Krause se le escapaba un poco, ya que lo suyo era la fiesta nacional, el acoso y derribo de heterodoxos de cinco hierbas. La heterodoxia espa?ola dura ya siglos, y una heterodoxia que dura tanto es como otra ortodoxia. Otra Espa?a. Y esto es lo que no supo ver don Marcelino. Don Marcelino, Cajal y otros hist¨®logos y pol¨ªgrafos se reclinaban a veces en el quicio de las manceb¨ªas, por reposar tanta gloria, viendo venir el XX y sus incertidumbres. En trinidad con Gald¨®s, eran la gallofa bohemia y gloriosa de "la Espa?a que no pudo ser". El organillo castizo y krausista iba trayendo el siglo a manubrio.
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