Las bases y la OTAN
EL CONTENIDO b¨¢sico de las relaciones entre Espa?a y Estados Unidos ha permanecido inalterado a trav¨¦s de los cambios de r¨¦gimen pol¨ªtico y de las mayor¨ªas parlamentarias. A partir de que la Administraci¨®n Eisenhower apuntalara internacionalmente al r¨¦gimen de Franco en 1953 mediante la firma de un tratado bilateral (que conced¨ªa a Estados Unidos el uso de cuatro importantes bases militares en nuestro suelo sin apenas contrapartidas), las relaciones hispano-norteamericanas han tenido una naturaleza fundamentalmente militar. Hasta la petici¨®n de iniciar una renegociaci¨®n del acuerdo bilateral con Estados Unidos, las c¨¦lebres ambig¨¹edades socialistas en torno a nuestra permanencia en la Alianza hab¨ªan preocupado poco a la Administraci¨®n Reagan, dado que nuestra vinculaci¨®n con la defensa occidental se realiza todav¨ªa a trav¨¦s de las bases, y no de la OTAN. En cambio, las sugerencias del Gobierno Gonz¨¢lez -orientadas a mejorar su presentaci¨®n de la pregunta en el refer¨¦ndum sobre la OTAN- para negociar una reducci¨®n de la presencia militar norteamericana en nuestro territorio han sido escuchadas en Washington con cierta alarma.No es la balanza comercial, sino la balanza militar, desequilibrada enormemente a favor de Washington (debido, sobre todo, a la renovaci¨®n de nuestra Fuerza A¨¦rea con el programa FACA), el dato importante para comprender la situaci¨®n de nuestras relaciones con Estados Unidos. Hasta ahora, los intentos de aliviar este desequilibrio han fracasado. Nuestro comercio con Estados Unidos es notablemente inferior al que realizamos con la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE). En cambio, Espa?a es el quinto receptor mundial de ayuda militar norteamericana, detr¨¢s de Israel, Egipto, Turqu¨ªa y Grecia y por encima de pa¨ªses como Filipinas. En la Embajada espa?ola en Washington hay tantos militares como diplom¨¢ticos. Nuestros oficiales del Ej¨¦rcito del Aire se entrenan en Estados Unidos, y los viajes de los marinos de nuestra Armada son constantes. El peso aplastante de la vinculaci¨®n militar hispano-norteamericana explica seguramente que los aspectos econ¨®micos y comerciales de las relaciones entre ambos pa¨ªses no reciban la atenci¨®n debida. La pretensi¨®n de que en la renegociaci¨®n de las bases militares sea la discusi¨®n sobre el futuro de Centroam¨¦rica eje prioritario del di¨¢logo Madrid-Washington es una idea ingenua o una maniobra diversionista, dirigida a disfrazar una cierta impotencia negociadora. Porque el futuro de nuestras exportaciones de zapatos (amenazadas por medidas proteccionistas) o de acero, el acceso a la tecnolog¨ªa norteamericana (clave para nuestro desarrollo) y los problemas culturales (en Estados Unidos viven 20 millones de hispanohablantes) son bastante m¨¢s importantes para los espa?oles. Estos temas s¨®lo podr¨¢n afrontarse si se desmilitariza la actual vinculaci¨®n bilateral, objetivo que no implica en modo alguno la clausura de los contactos militares con Washington, sino tan s¨®lo una graduaci¨®n m¨¢s adecuada.
Las declaraciones del ministro Mor¨¢n, seg¨²n el cual Espa?a denunciar¨ªa el vigente acuerdo bilateral (que concluye en mayo de 1988) si la Administraci¨®n Reagan no negociaba una reducci¨®n de bases antes del refer¨¦ndum sobre la OTAN produjeron asombro en Washington. Las aguas se tranquilizaron despu¨¦s de que Felipe .Gonz¨¢lez asegurase a Reagan en Madrid que el Gobierno socialista s¨®lo pretende utilizar los mecanismos del acuerdo de 1982 para renegociarlo. La flexibilidad y el pragmatismo de Felipe Gonz¨¢lez le han convertido en un interlocutor apreciado por la Administraci¨®n estadounidense, que le compara favorablemente con el "imprevisible y err¨¢tico" Papandreu. Las conversaciones celebradas en Madrid entre los dos presidentes tuvieron como trasfondo las dificultades de pol¨ªtica interior del Gobierno socialista, cuya promesa de permanecer en la OTAN se contradice con las inciertas perspectivas del refer¨¦ndum y la utilidad, en ese contexto, de que Estados Unidos acepte de buen grado una reducci¨®n de su presencia militar en nuestro suelo.
Si bien las conversaciones exploratorias para renegociar el convenio y el futuro de las bases pueden comenzar en seguida, resulta dif¨ªcil que la Administraci¨®n Reagan acepte el cierre de algunas de sus instalaciones militares en nuestro suelo antes de que Espa?a haya ratificado su decisi¨®n de permanecer en la OTAN. Estados Unidos desea que el Gobierno Gonz¨¢lez defina claramente el papel estrat¨¦gico de Espa?a en Occidente, la naturaleza de su vinculaci¨®n con la Alianza y la relaci¨®n bilateral hispano-norteamericana en ese contexto. Para algunos c¨ªrculos de Washington, las bases militares estadounidenses son complementarias de la OTAN, de forma tal que no existir¨ªan razones para que la permanencia de Espa?a en la Alianza se tradujese en una reducci¨®n de las instalaciones norteamericanas. Y no faltan sectores del Pent¨¢gono que rechazan la idea de marcharse de un pa¨ªs donde permanecen desde hace 32 a?os y que consideran son m¨¢s importantes las bases en nuestro territorio que la presencia de Espa?a en la OTAN. Espa?a sigue siendo una pieza importante en el dispositivo del flanco sur de la Alianza, un pa¨ªs con un vasto territorio y zonas poco pobladas que servir¨ªan de gran almac¨¦n en caso de un conflicto en Centroeuropa.
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