5 / Los del 98
El 98, o los reyes godos de la literatura Miguel de Unamuno era taca?o y no ten¨ªa o¨ªdo po¨¦tico / P¨ªo Baroja, "animal literario" ¨²nico / El anarquismo como manera de ocupar un lugar en el mundo (para destruirlo) / Machado contaba las s¨ªlabas por los dedos / Valle-Incl¨¢n o la "aparici¨®n" de la escritura / Manuel Machado, un modernista de cervecer¨ªa de banderilleros / Benavente apenas alcanzaba la talla de hombre, y no s¨®lo por la estatura / Ramiro de Maeztu, nietzscheano de juventud, s¨®lo hab¨ªa abierto las primeras p¨¢ginas de Zaratustra / Azor¨ªn, de "alba?il" a negro de Maura.
Sencilla tarea la de meter en una p¨¢gina nada menos que la generaci¨®n del 98.Claro que tambi¨¦n podr¨ªa meterla en dos p¨¢ginas o folletones, pero, dado que sobre el 98 ya se ha dicho todo -ese "todo" que nunca es nada-, mejor ser¨¢ optar por la s¨ªntesis, la an¨¦cdota y el apotegma. Quiz¨¢, con distintos recursos/coartada, uno ha ido retrasando esta entrega. Empezamos estas memorias de un hijo del siglo diciendo que el 98 es la ¨²ltima generaci¨®n del XIX. Los del 98 son m¨¢s bien como unos nuevos adustos y reducidos reyes godos -casi todos con barba, como los reyes godos-, que se alzan en el Pirineo hist¨®rico de entre dos siglos, e incluso en el Pirineo pirenaico de la geograf¨ªa, de la Espa?a aislada.Unamuno era taca?o y no ten¨ªa o¨ªdo po¨¦tico. Unamuno tenla caspa y una inmensa capacidad para las ideas/palabra, para las palabras/idea. Unamuno se yergue mucho para evitar la chepa, existencialista de Kierkegaard, y se libra de la chepa, pero no del existencialismo, que es la ¨²ltima avanzada del Romanticismo en el siglo XX. El existencialismo, como el romanticismo, no es sino una idolizaci¨®n desesperada del yo, reforzada por ese deuteragonista eficaz que es Dios o la Nada: o sea, la misma cosa. Unamuno es la paradoja que siempre caza una verdad en su contrajuego, frente a los paradejales que no cazan nada, como Bergam¨ªn, su disc¨ªpulo m¨¢s claro y m¨¢s oscuro, que llegar¨ªa a dejarse llevar, por el juego de palabras, hasta el retru¨¦cano/chiste de revista de La Latina: "Ideas libres/ideas liebres". Unamuno gasta pelo crespo, chalecos negros, de punto, hechos en casa, y zapatones cuadrados y sin brillo, con los que se patea Madrid, cuando viene, fij¨¢ndose en cosas tan raras como una fuente aleg¨®rica y barata, con peces de hormig¨®n, que hay en Hortaleza (hoy seca), haciendo chafl¨¢n, o yendo a rezarle al Cristo de Vel¨¢zquez, al Prado, un largo poema, m¨¢s rico en ideas que en im¨¢genes o m¨²sicas, lo que le valdr¨ªa el que los de Acci¨®n Espa?ola y sucesores definiesen ese poema como hegeliano (quiz¨¢ por su dial¨¦ctica de luz y sombra), pese a su motivaci¨®n cristiana. Los art¨ªculos de Unamuno sobre Madrid (a los grandes hombres se les capta por lo peque?o) son las notas de un provinciano absolutamente genial.
Baroja, como todo el 98, se declara expl¨ªcita o impl¨ªcitamente anarquista. (Su amigo Azor¨ªn lleg¨® a retratarse disfrazado de alba?il, para luego ser un funcionario de Maura y La Cierva, como le reprocha honestamente el propio Baroja). El 98 es una generaci¨®n anarquista por fuera y patriotista por dentro. Baroja lleg¨® a encargarse un ¨¢rbol geneal¨®gico, cosa muy respetable, como cuentan Valle y G¨®mez de la Serna, y confirma el propio Baroja en Juventud, egolatria. Baroja, entonces, en su entra?able ingenuidad de viejo zorro, ignoraba lo de Flaubert: "No le des al mundo armas contra ti mismo, porque las utilizar¨¢". No sab¨ªa ¨¦l c¨®mo las iban a utilizar. Baroja no escribe bien el castellano, y esto es disculpable, porque el Pa¨ªs Vasco es una regi¨®n poco latinizada, y el castellano no es m¨¢s que un lat¨ªn degradado. Pero tiene el instinto impresionista del golpe de color: Debussy/Degas, muy de la ¨¦poca. Lo que uno le perdona menos es que construya sus libros de cualquier manera. Pero como ser humano, como bestia literaria es ¨²nico. Para m¨ª, su mejor libro es el ya citado Juventud, egolatr¨ªa, que le¨ª, robado no s¨¦ d¨®nde, en las pensiones de Arg¨¹elles, primeros sesenta. Hay aqu¨ª un Nietzsche cargado de una soma espa?ola que dif¨ªcilmente podr¨ªa tener Nietzsche. Ya en la vejez avanzada, parece que a don P¨ªo le dio por los dulces, como a casi todos los viejos (descalcificaci¨®n de la edad), y guardaba en un armario las tartas que le llevaban por su santo, tartas que luego, a lo mejor, se olvidaba de comer. Baroja es como un proyecto de inmenso escritor, entre Dostoiewski y Dickens, mucho m¨¢s moderno que Gald¨®s, a quien quiz¨¢ le fall¨® la ¨¦poca como a Valle (aunque vendiese mucho), y todo ese manojo de talentos dispersos lo agavillaba con el cordel de sujetarse los pantalones. Gim¨¦nez-Caballero le hizo la gracia sin gracia de perge?ar un libro barojiano con textos sacados de contexto, Comunistas, jud¨ªos y dem¨¢s ralea, en a?os de fervor militar y patriotista. Baroja es el personaje m¨¢s barojiano de toda su obra. Su sobrino don Julio le explica bien en el bell¨ªsimo libro Los Baroja.
Anarquismo, dec¨ªamos. El anarquismo era la manera novecentista de ser de izquierdas, y hasta un poco catal¨¢n. Unamuno, anarquista de las ideas y las palabras. Baroja, anarquista de la novela o anti/novela (por c¨®mo la destruye). Azor¨ªn. Azor¨ªn debuta de anarquista literario con La Andaluc¨ªa tr¨¢gica, yendo personalmente a preguntar a los braceros cu¨¢ntos reales cobran por una jornada de sol a sol, y cu¨¢nto les cuesta el pan. Pero el peri¨®dico de Madrid corta la serie y Azor¨ªn decide para siempre, salvarse en los cl¨¢sicos, en esa co?a del tiempo, parado en las viejas villas, donde siempre hay una se?orita delusiva que ilusiona su sensualidad nada pervertida, su sexualidad de pez. Como se?or particular, se refugia en Maura y La Cierva, para vivir del presupuesto, que era lo castizo. Tiene un ¨²ltimo, lontano y definitivo gesto bizarro en su vida: es cuando presenta en la Academia a Gabriel Mir¨®, y se retira para siempre porque sale elegido un particular de quien nadie se acuerda hoy. Pero ya nos lo hab¨ªa advertido el nefelibata (es un decir) Rub¨¦n Dar¨ªo: "De las Academias, l¨ªbranos, Se?or". Luego, con el franquismo, Azor¨ªn es el ¨²nico "noventayocho" asimilable (Baroja sigue en su limbo), y una vez que va a inaugurar una exposici¨®n de Bellas Artes, con el discurso en el bolsillo, ve, en habitaci¨®n aparte, un Franco por Zuloaga. Azor¨ªn se mete en aquella habitaci¨®n, adonde en seguida se congrega la masa seguidora, e improvisa un discurso sobre los pueblos y sus conductores a caballo, discurso que alguien calific¨® como "rar¨ªsimo". Azor¨ªn escribe corto porque tiene las ideas cortas, pero es generoso con alguien que le hace la guerra en su terreno -literario y geogr¨¢fico-, Mir¨®, y lo presenta a la Academia con el resultado que hemos visto, y se retira ¨¦l de la Academia, consagrando as¨ª la autenticidad de su propuesta.
De don Antonio Machado ya hemos dicho que era el modernista de los pobres. Muy amigo de Rub¨¦n, quiso aplicar los claros clarines a sus Segovias y sus Sorias mis¨¦rrimas, y en el resultado hay un desajuste entre fondo y forma que nunca he visto subrayado por los estudiosos. Machado se da la f¨®rmula ideal a s¨ª mismo: "Oscura la historia y clara la pena". Eso es poes¨ªa. Pero luego se pone a ser descriptivo, costumbrista en verso o campoamorino a lo metaf¨ªsico. El gran cronista Manuel Bueno le ve contando las s¨ªlabas por los dedos, cuando hace poemas solitarios, en un peque?o caf¨¦ de la plaza de Chamber¨ª. (A Bueno lo fusilaron los republicanos en Barcelona). Esperamos qu no fuese por espiar a Machado. Juan de Mairena, en Hora de Espa?a, a?o 38, plena guerra civil, expone unos apotegmas sobre la guerra como virtud de la paz que hoy hubiera firmado Reagan. Claro que Machado era un poeta "combatiente", y eso le honra. Hay que decir que la Rep¨²blica no se ocup¨® de sacar dignamente de Espa?a a su mayor poeta. Esto no es culpa de nadie, sino de la aceleraci¨®n hist¨®rica, tr¨¢gica, propiciada por Franco.
Valle-Incl¨¢n. Don Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n se llevar¨ªa por s¨ª solo varios de estos folletones, pero tambi¨¦n da como un poco de pereza el plagiarse uno a s¨ª mismo y repetir, de Valle, todo lo que tenemos escrito en libros y art¨ªculos. A m¨ª, con Valle, en la adolescencia, se me apareci¨® la escritura, como a otros se les aparece la Milagrosa. De esa aparici¨®n he vivido casi medio siglo, ojeroso y pueril c¨®mo una Bernadette de Lourdes. As¨ª como Unarnuno/Baroja/Azor¨ªn principian de anarquistas, para acabar de rectores/rentistas/ funcionarios, Valle principia de escritor solo y s¨®lo escritor. Y se hace anarquista precisamente cuando ya tiene la gloria absoluta, en su segunda y ¨²ltima-¨¦poca: esperpentos y El Ruedo Ib¨¦rico. Esta trayectoria me parece muy sensata en el insensato don Ram¨®n. Desde Torres Villarroel y V¨¦lez de Guevara no hab¨ªamos tenido un escritor como ¨¦l, ni volveremos -ay- a tenerlo. Cuando publica las Sonatas, Ortega, con anticipatorio sentido cr¨ªtico, le dice "que se deje de bernardinas". Y se deja. Nadie le hab¨ªa dicho nunca una cosa tan fuerte al fort¨ªsimo don Ram¨®n. Tras La guerra carlista, que es el libro gozne, Valle se lanza a una creaci¨®n que preludia el expresionismo en el teatro, que preludia a Dos Passos y toda la novela "cinematogr¨¢fica" (secuencias breves, pl¨¢sticas y raudas), que preludia la cr¨ªtica l¨²cida del XIX, levantisco, pronunciado y asonado. La bohemia sucia de Valle es una mal t¨®pico romanticoide con el que hay que acabar. Valle lleva la melena limp¨ªsima, las gafas y la barba limp¨ªsimas (no puede decirse de ¨¦l, como de otros, que "almorzamos ¨¦l, yo y su barba") los trajes hechos por un sastre que tiene los patrones del dandismo, y los botines de piqu¨¦ crema o blancos, limp¨ªsimos. Se atuendaba muy bien con su sola mano derecha. Hab¨ªa pasado el tiempo en que ten¨ªa que maullar durante un rato, en la cama, imitando a los gatos, para ahuyentar a las ratas y poder levantarse.
Hay ese momento, de un valleinclanismo barroco, en que Valle se va a vivir a la plaza de Progreso, y acude a las Casas de Socorro para que le cautericen el c¨¢ncer de pr¨®stata, en vivo, como en vivo se dej¨® cortar el brazo izquierdo, mientras se fumaba un puro. Esta indiferencia al dolor f¨ªsico es mucho m¨¢s que militar (precisamente lo militar la exalta y la vende). Es dandismo.
De Machado me parece que he escrito algo a prop¨®sito de los modernistas. Machado es 98 de concepto y modernista de m¨²sica, por andaluz (acaba de decir Torrente Ballester que quienes mejor hablan y escriben el castellano son los andaluces). El otro Machado, don Manuel, es un modernista de cervecer¨ªa de banderilleros, archivero y bohemio, que cimenta mucho su gloria en lustrarse varias veces al d¨ªa los zapatos. Garc¨ªa Nieto le llev¨®, tembloroso, su primer libro de versos, en los 40, y le ech¨® encima una taza de caf¨¦ y se lo tarace¨® en los m¨¢rgenes de quemaduras de cigarro. Benavente es el comedi¨®grafo del 98, pero tiene m¨¢s que ver con Maeterlinck y Rub¨¦n. Salvo en La Malquerida, drama rural, porque el 98 es ruralista. Don Jacinto jugaba al ajedrez en El Gato Negro, y apenas alcanzaba la talla de un hombre, y no s¨®lo por la estatura. Don Ramiro de Maeztu hab¨ªa atravesado a gatas la Puerta del Sol, en un alarde anarquista/circense muy de aquella generaci¨®n, y les hablaba a todos de Nietzsche. Un d¨ªa que estuvieron en su casa, a buscarle, comprobaron, mientras le esperaban, que del Zaratustra s¨®lo hab¨ªa abierto, con la plegadera, las primeras p¨¢ginas. Maeztu, en este orden, es el golfo del 98, o el antigolfo, en el sentido de que en seguida se hace un se?orito vizcaitarra con el cuello de porcelana, redondo, de Filem¨®n (el de Mortadelo), y hasta se pone las mismas gafas que Filem¨®n. Don Quijote, Don Juan y La Celestina es un ensayo pre/orteguiano y malo. Los del 98 no son sino los ¨²ltimos rom¨¢nticos, unos anarcos de Fornos.
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