Sobre el amor y otras historias
JOS? LUIS CANO
2 de agosto de 1951
A veces he llegado a dudar de si realmente el amor ha sido tan importante para Aleixandre como la poes¨ªa. Seguro que ¨¦l se indignar¨ªa si me oyese expresar esa duda. Cu¨¢ntas veces no me ha dicho, recordando momentos de celos terribles, que hubiera dado toda su poes¨ªa por sentirse plenamente amado. Ello no me hace olvidar, sin embargo, que la poes¨ªa es el centro de su vida, y que sin ella no podr¨ªa vivir. Por supuesto, Vicente no ha ignorado nunca la importancia que la poes¨ªa tiene en su existencia, el papel espiritual que ejerce en su vida amorosa. Sin ese poder po¨¦tico, propagador, quiz¨¢ no hubiese tenido algunos de sus amores. Creo que muy pocos sabr¨¢n tanto del amor como Vicente; de sus movimientos y reacciones, de su capacidad destructora -La destrucci¨®n o el amor-. "Si de algo s¨¦ en esta vida", suele decirme, "es del amor". Pero mientras muchos poetas han usado del poder de su poes¨ªa para gozar una aventura m¨¢s o menos ef¨ªmera -Rub¨¦n, por ejemplo-, Vicente ha aspirado siempre al abrasamiento total del Cuerpo y el alma, es decir, la gran pasi¨®n con todas sus consecuencias, incluyendo las m¨¢s destructoras. Nada que no fuera esto -y su coraz¨®n fue capaz de vivir sucesivamente por lo menos tres grandes pasiones, que yo sepa- le bastaba. Cuando no lo ten¨ªa, lo buscaba, lo persegu¨ªa, aun sabiendo perfectamente lo que el amor era siempre para ¨¦l: un fuego que lo devoraba, un pu?al que abr¨ªa en su pecho "la ancha herida mortal", que dir¨ªa B¨¦cquer. Lo buscaba porque s¨®lo se sent¨ªa vivir en el territorio del amor, bebiendo su zumo dulc¨ªsimo o, a veces, su amargu¨ªsima hez. Pero esa vocaci¨®n irrefrenable para el amor nunca supo separarla Vicente de cierta necesidad de un clima amoroso tr¨¢gico. Cuando este clima no exist¨ªa, porque su amante le fuera fiel o las relaciones sosegadas, parec¨ªa como si lo buscase, creando las condiciones necesarias para que ese clima se produjera. Una vez en ¨¦l, respiraba la atm¨®sfera tr¨¢gica que, si le destru¨ªa, tambi¨¦n le exaltaba. A veces me he preguntado si ese clima intenso en la relaci¨®n amorosa lo persegu¨ªa Vicente por una necesidad fatal de inspiraci¨®n po¨¦tica. Siendo el amor y todo lo que esta pasi¨®n lleva consigo el m¨¢s poderoso motor de su poes¨ªa, la fuerza oculta del subconsciente puede quiz¨¢ explicar esa necesidad de la atm¨®sfera tr¨¢gica del amor, cuanto m¨¢s intensa m¨¢s f¨¢cil de transmutarse en gran poes¨ªa. Todo esto que se me ocurre no es incompatible con el hecho de que en plena atm¨®sfera amorosa Vicente sea absolutamente incapaz de escribir un solo verso, pues el sufrimiento o la ansiedad paralizan su pluma, atenazan su esp¨ªritu, impidi¨¦ndole dedicarse a otra cosa que contemplar en s¨ª mismo los efectos exaltadores o destructores de su pasi¨®n. Pero si entonces no escribe una l¨ªnea, aquellos efectos no pasan en balde. Cuando, pasados unos d¨ªas, la relampagueante dicha o el recuerdo del fuego destructor se serenan y vuelve el alma a su soledad, brotan entonces como un torrente esos apasionados poemas de amor que son quiz¨¢ la justificaci¨®n de su existencia.
3 de enero de 1952
En Velintonia. "En el amor", me confiesa Vicente, "he sido siempre muy conservador, hasta un extremo que yo mismo me asombro. No s¨¦ romper un lazo amoroso, y as¨ª me ocurre que arrastro mis amores a trav¨¦s de los a?os, aunque sean ya amores jubilados. Cuando tengo un lazo amoroso, mi instinto trabaja, quiz¨¢ inconscientemente, para que ese lazo no se extinga nunca del todo. Mis amantes, si no han querido ellas romper conmigo, o si el destino no me ha separado de ellas, lo siguen siendo a?o tras a?o, hasta que se hacen viejas, como la pobre Eva, que a sus 60 a?os desde la Alemania castigada me escribe todav¨ªa tiernas cartas, y hasta hace pocos a?os ven¨ªa cada verano a verme en Miraflores y pase¨¢bamos juntos como un matrimonio bien avenido, ya lejano el amor y apagada su brasa".
15 de marzo
En Velintonia. Me pregunta Vicente por la Fiesta de la Poes¨ªa dedicada a la primavera que se prepara en el Ateneo. Afortunadamente, no han contado con Vicente ni conmigo, de lo cual s¨®lo podemos alegrarnos. Habr¨ªa que preguntar a los organizadores oficiales -Ministerio de Informaci¨®n- qu¨¦ clase de poes¨ªa se trata de festejar, pues si es la del se?or Mart¨ªnez Kl¨¦iser y la del se?or Ochaita, firmantes del manifiesto-convocatoria que ha aparecido en la Prensa, aviados estamos. ?Pobre primavera!
21 de marzo
Se celebr¨® en el Ateneo la Fiesta de la Poes¨ªa. Numerosos poetas -y alg¨²n poetastro- leyeron poemas alusivos a la primavera, entre ellos, el inevitable Pem¨¢n, Gerardo Diego.' Garc¨ªa Nieto, Jos¨¦ Javier Aleixandre -sobrino de Vicente- y Luis Fern¨¢ndez Ardav¨ªn, modernista rezagado que cree que el modernismo sigue vivo, y cuya intervenci¨®n estuvo a punto de cargarse la celebraci¨®n primaveral. Sin el menor sentido de la medida, ley¨® durante casi una hora unos poemas, largu¨ªsimos y aburrid¨ªsimos. El p¨²blico aguant¨® la interminable rociada po¨¦tica de Ardav¨ªn, pero al final se mostr¨® impaciente y estuvo a punto de interrumpir al ilustre bardo.
15 de abril
En Velintonia. Indignaci¨®n de Vicente contra P¨¦rez Embid, director general de Informaci¨®n, que ha negado el permiso para que Ortega vuelva a sacar la Revista de Occidente. De nada ha servido el esfuerzo de Pedro La¨ªn para que se autorizara de nuevo su salida. Floro -como le llaman sus amigos- se ha negado en redondo a dar el permiso. No hay -otra explicaci¨®n que su
Pasa a la p¨¢gina 14
Sobre el amor y otras historias
Viene de la p¨¢gina 13
temor a que la revista de Ortega, con su prestigio aut¨¦ntico, se. ponga a la cabeza y acabe con el falso prestigio de Arbor y otras revistas oficiales, algunas manejadas por el Opus, como la misma Arbor. Sin duda el Opus teme que Ortega, con su revista, vuelva a adquirir de nuevo una influencia directa sobre la juventud.
25 de mayo
En Velintonia. Me recibe Vicente en el jard¨ªn, ya soleado, junto al cedro que lo preside. Tiene una noticia que darme, que yo ya s¨¦ y vamos al grano. Le han llegado rumores, que parecen ciertos, de que el nefando Vig¨®n -el enemigo n¨²mero uno de los escritores antifranquistas- ten¨ªa preparado un dossier contra Vicente, denunci¨¢ndole como rojo. Una de las supuestas pruebas que aportaba era un romance pol¨ªtico, El fusilado, publicado por Vicente en la revista El mono azul, dirigida por Alberti durante la guerra civil. Afortunadamente, una mano sensata y amiga ha debido parar el golpe. Me dice Vicente que ¨¦ste s¨®lo le hubiera preocupado por su hermana Conchita y por la Academia. D¨¢maso est¨¢ preocupad¨ªsimo por esos rumores y teme que cualquier d¨ªa Vig¨®n le elegir¨¢ a ¨¦l como blanco de su ofensiva.
27 de septiembre
En Velintonia. Le pregunto c¨®mo lleva su nuevo libro, Historia del coraz¨®n. "Veo este libro m¨ªo"me dice, "como un libro muy vivido, con muchos a?os y mucha vida amorosa en' ¨¦l. Los primeros poemas destacan, como en primer plano, con lente de aumento, las partes o aspectos de la amada: la mano, la piel, el rostro, por ejemplo, Mano entregada y La frontera. Otros poemas refieren a la historia cotidiana del amor y sus vicisitudes: el encuentro, la ruptura -¨²ltimo amor-, la ausencia, un paseo por el bosque con la amada -El bosquecillo-, el despertar despu¨¦s del amor, etc¨¦tera. Finalmente, en una tercera secuencia de poemas yo veo desde el amor, desde la sabidur¨ªa ya serena y madura del amor, otras cosas, como la solidaridad con los dem¨¢s, con las gentes humildes. Me veo ya viejo, mirando el mundo desde la vejez y la madurez del amor. Hay, pues, en esta ¨²ltima serie una intenci¨®n trascendente que no poseen las otras...".
5 de octubre
En Velintonia. Encuentro a Vicente indignado contra la declaraci¨®n que han hecho los obispos espa?oles en la que se niegan a que ciertos art¨ªculos de la ley de Ense?anza Media sean reformados en las Cortes franquistas:
"No soy anticlerical, ya me conoces, y respeto a la Iglesia. Pero que ¨¦sta se permita coaccionar al Estado hasta ese punto de intransigencia me parece intolerable, aunque esas Cortes sean franquistas. La culpa la tiene, naturalmente, Franco, con su lamentable pol¨ªtica religiosa, que ha consistido en dar todo a la Iglesia: lo que pida y lo que no pida. Y claro es, la Iglesia pide m¨¢s y m¨¢s. No se contenta con una tajada: las quiere todas, el pastel completo. Y as¨ª, el negocio de la ense?anza religiosa en Espa?a es fabuloso. Y cuando el Gobierno se ha atrevido a pedir a las congregaciones religiosas que deber¨ªan dar m¨¢s becas a los estudiantes pobres, se han negado en redondo, y han dicho que las becas las d¨¦ el Gobierno. Lo curioso es que con esa pol¨ªtica de concesiones y entrega total a la Iglesia, Franco no ha conseguido a¨²n que el Papa le mire con buenos ojos. En el Congreso Eucar¨ªstico de Barcelona, por ejemplo, el mensaje del Papa hablaba s¨®lo de Catalu?a, sin mencionar para nada a Espa?a ni a Franco". Para terminar, me narra Vicente una historia divertida, probablemente ' inventada, que le han contado sus amigos catalanes. Un obispo yanqui, que asisti¨® al Congreso de Barcelona, llevado de su debilidad hacia su propio sexo, logr¨® conquistar a dos jovenzuelos barceloneses, a los que llev¨® a su habitaci¨®n del hotel, donde hubo toda clase de escenas. Pero uno de los j¨®venes tom¨® fotograf¨ªas e intent¨® hacer chantaje con ellas al obispo, quien, indignado, se atrevi¨® a denunciar el caso a la polic¨ªa. Resultado: que los tres fueron a parar a la comisar¨ªa.
Por otra parte sigue dici¨¦ndome Vicente-, "el Gobierno est¨¢ cayendo en una pol¨ªtica cultural desastrosa. Cuando dos grandes figuras de exiliados, don Claudio S¨¢nchez Albornoz y don Agust¨ªn Millares, han expresado su deseo de regresar a Espa?a para ense?ar en sus c¨¢tedras universitarias, el Gobierno se ha negado a ello. No les impide volver, pero s¨ª que se reintegren, como ser¨ªa justo, a sus c¨¢tedras. ?sta es la pol¨ªtica cultural del Gobierno, que pone por encima los odios, la intolerancia y los resentimientos pol¨ªticos, a costa de los verdaderos intereses culturales de Espa?a".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.