A medio camino
El cine argentino, despu¨¦s de interminables a?os de noche, comienza a despertar. Lo hace con ganas y con la audacia que proporciona la sensaci¨®n de comenzar casi desde cero. Pero, inevitablemente, balbucea. Camila es una de las primeras pel¨ªculas del despertar argentino. Lo mejor de ella es que existe, que est¨¢ ah¨ª. Es una pel¨ªcula muy imperfecta, en la que unas pocas intuiciones con garra acaban ahog¨¢ndose en un relato bienintencionado, pero algo torpe, empantanado, mal enfocado y peor desarrollado.El asunto argumental de Camila es interesante, una cala en los h¨ªgados de la historia argentina del siglo pasado que sit¨²a al relato en el ojo de un hurac¨¢n, o con m¨¢s exactitud de una cloaca ¨ªntima, de puertas adentro, pero que por v¨ªa indirecta contamina la exterioridad de esa misma historia. El hallazgo argumental es bueno: una pura estructura de melodrama subjetivo se convierte, por su capacidad indagadora en la moral de un tiempo de opresi¨®n, en un puro documento objetivo. Por desgracia, los l¨ªmites existentes entre el lado dram¨¢tico y el lado documental -que debieran ser muy n¨ªtidos- son en Camila imprecisos y embarullados, pues no hay en la direcci¨®n del filme, y menos en su gui¨®n, la necesaria delimitaci¨®n de los dos moldes formales sobre los que la an¨¦cdota transcurre.
Camila
Direcci¨®n: Mar¨ªa Luisa Bemberg. Gui¨®n: Mar¨ªa Luisa Bemberg, Beda Docampo Feij¨®o, Juan S. Stagnaro. Int¨¦rpretes: Sus¨² Pecoraro, Imanol Arias, H¨¦ctor Alterio, Elena Tasisto, Carlos Mu?oz, H¨¦ctor Pellegrini, Mona Maris. Coproducci¨®n argentino-espa?ola, 1984.Estreno en Madrid: cine Avenida.
Pasi¨®n y colirio
El cuento sentimental y el fresco hist¨®rico, m¨¢s que discurrir arm¨®nicamente juntos se obstruyen y entorpecen mutuamente. La pel¨ªcula da menos de lo que promete y en las escenas finales, desgarradas y tremendistas, carece de sentido de lo indirecto y da m¨¢s de lo que debiera dar; es decir, se pasa. Empacho despu¨¦s de ayuno.A escenas y situaciones curvas, l¨ªricas, suceden otras rectil¨ªneas, did¨¢cticas, y por falta de l¨ªnea de continuidad unas y otras no encajan rec¨ªprocamente ni de su precipitado surge un relato unitario. El documento se queda corto y el melodrama est¨¢ insuficientemente desarrollado.
Hay escenas por s¨ª solas convincentes, sobre todo por el buen uso del exceso que hace la actriz Sus¨² Pecoraro, que act¨²a con pasi¨®n y sentido del contagio lacrim¨®geno, hasta el punto de que en ocasiones prende la p¨®lvora mojada de un Imanol Arias confiado en exceso en la humedad de colirio de su mirada. Lo que nunca es convincente es el engarce, la l¨ªnea de continuidad de tales escenas.
El melodrama, para ser cre¨ªble, requiere actores que se crean lo que hacen. Sus¨² Pecoraro transmite esta sensaci¨®n. No Arias, y menos a¨²n H¨¦ctor Alterio, que carga con el malo de la pel¨ªcula con desgana y sin otras armas para defender a su personaje que una permanente y rudimentaria mueca de asco que parece producida por alg¨²n problema g¨¢strico del actor. Y cuando en un melodrama el malo no funciona, los buenos pierden gas. No hay en Camila -en cuanto melo de amor loco- un ant¨ªpoda con rostro, un malo visceral, activo y no ap¨¢tico para el sollozante calvario de los enamorados. Y el peregrinaje de ¨¦stos pierde nervio.
Por otro lado, este itinerario sentimental es excesivamente sumario: se desencadena demasiado tarde -hay en Camila exceso de proleg¨®menos- para, a su vez, acabar demasiado pronto. Largos en exceso el planteamiento y el desenlace del filme, dejan entre ambos una zona intermedia a todas luces insuficiente. Si ¨¦sta es la historia de dos transgresores, los que la cuentan lo hacen sin sentido de la transgresi¨®n. El amor loco entre el cura y la muchacha tiene un tratamiento f¨ªlmico demasiado cuerdo, ornamental y epid¨¦rmico.
Esta circunstancia se acent¨²a por el preciosismo de la fotograf¨ªa y el empe?o de la directora en aplastar con tomas sin profundidad de campo, como grabados de ¨¦poca, a las figuras humanas sobre fondos desnudos y un primer t¨¦rmino de velas encendidas con aura de foto-flou. La treta ornamental es elemental, vieja, y se repite tantas veces en Camila que acaba por anular el buen gusto del encuadre y deja paso a un artificio de truco ¨®ptico que a la larga cansa.
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