Cuando los hombres juegan
La cat¨¢strofe de Bruselas, en la que perdieron la vida varias decenas de hinchas de f¨²tbol, s¨®lo se explica, seg¨²n la autora de este art¨ªculo, como un resultado del machismo internacional y de la cultura machista, fomentada por los Gobiernos de todo tipo.
Nunca sabr¨¢ Margaret Thatcher el favor que ha hecho -s¨®lo existiendo- al machismo internacional. Entre las muchas interpretaciones que he le¨ªdo y o¨ªdo sobre la masacre de Bruselas, la de un amigo ingl¨¦s, seg¨²n ¨¦l de ideolog¨ªa anarquista, me parece la m¨¢s curiosa. Para ¨¦l, la causa de la causa es Margaret Thatcher, con su pol¨ªtica derechista, que ha llevado al pa¨ªs al paro, a la frustraci¨®n y a la pobreza, impulsando a la violencia a los j¨®venes desesperados que s¨®lo pueden ejercerla en los estadios de f¨²tbol. De nada sirvieron mis intentos de recordarle que la pasi¨®n futbol¨ªstica impuls¨® a los hinchas de diversas nacionalidades a cometer desmanes varios -con sus secuelas de muertos y heridos- en Brasil, M¨¦xico, Italia, Barcelona y muchos otros pa¨ªses, antes de que se vislumbrara en el horizonte hist¨®rico el reinado de la Thatcher. Tampoco le sirvi¨® de reflexi¨®n el evidente hecho de que Margaret Thatcher ocupa el sill¨®n del primer ministro gracias a la voluntad popular, mayoritariamente volcada en entusi¨¢stica elecci¨®n por dos veces consecutivas, sobre todo despu¨¦s de la victoriosa guerra de las Malvinas. Y que parece bastante demostrado que los autores materiales de los vand¨¢licos hechos pertenecen precisamente a la l¨ªnea ideol¨®gica m¨¢s derechista del pa¨ªs, que no manifestaban en B¨¦lgica precisamente su frustraci¨®n izquierdista. Esta extra?a pol¨¦mica se desarrollaba a partir de mi comentario de que los sucesos de Bruselas constitu¨ªan la m¨¢s clara manifestaci¨®n del machismo. Mi interlocutor, a pesar de ser ingl¨¦s, reaccion¨® con, el mismo orgullo herido que otros espa?oles ante mis palabras. Y encontr¨® la m¨¢s feliz respuesta: si la responsable m¨¢xima del pa¨ªs es una mujer, y en consecuencia de los actos de sus s¨²bditos -y pod¨ªa haber a?adido que dos, puesto que la Reina de Inglaterra, de Escocia, del Pa¨ªs de Gales y del Ulster es la cabeza m¨¢xima del Estado-,'?d¨®nde situamos el machismo?
Ninguno de mis opositores -ni otros tantos que han escrito sesudos art¨ªculos sobre la tragedia- ha querido entrar en mayo res honduras. Ninguno de los comentaristas que he le¨ªdo, am¨¦n de criticar a los grupos fascistas que organizaron el ataque, quiere recordar que ellos mismos han sido transmisores de la corriente intelectual que ha decretado hace tiempo la muerte de las ideolog¨ªas de izquierdas. Pragm¨¢ticos de toda la vida, liberales decimon¨®nicos, arrepentidos comunistas y aguados socialistas, est¨¢n todos de acuerdo en rezar el ¨²ltimo responso por las declaraciones de principios, por la ¨¦tica y la educaci¨®n revolucionarias. La revoluci¨®n ha muerto, ?viva la adaptaci¨®n!- La adaptaci¨®n al medio en vez de la lucha contra la caduca pero inmensa fuerza de la inercia. De la inercia de la ignorancia, de la superstici¨®n y del atraso. ?Vivan las cadenas! vuelve a ser un grito popular, pero hoy, ?hel¨¢s!, apoyado por los intelectuales de todo el arco de la izquierda.
Hasta hace algunos a?os, las exigencias morales, la educaci¨®n social, el sacrificio individual por la revoluci¨®n, constitu¨ªan un ideario considerado ejemplar, y los individuos que lo segu¨ªan y lo defend¨ªan merec¨ªan el respeto de los dem¨¢s. Hace 45 a?os se perdi¨® una guerra en Espa?a y se ganaron otras en diversos pa¨ªses, por intentar sustituir el viejo y sangriento orden del ancienne r¨¦gime por el progreso, "esa palabra buena y dulce", como la defin¨ªa Victor Hugo. Despu¨¦s triunf¨® el ¨¦xito capitalista, la competitividad, la iniciativa privada, la televisi¨®n, las hamburguesas, los coches deportivos, el, v¨ªdeo, la novela negra, la pornograf¨ªa, el elogio de la prostituci¨®n y el f¨²tbol. Todo ello para los hombres, por supuesto. Para las mujeres el triunfo se mide en raz¨®n de los kilos de peso, los maquillajes, la estatura y el dinero del marido y el n¨²mero de hijos.Ideales, nazis
Y resulta que, despu¨¦s de tanta guerra, los ideales nazifascistag fueron muy similares. Cocina, hijos e iglesia para las mujeres, y militarismo, hero¨ªsmo y deporte para los hombres. Elevado el f¨²tbol a categor¨ªa de religi¨®n nacional, alentados los j¨®venes y los adultos varones a entusiasmarse, a participar y hasta a matar y morir por el triunfo de los colores patrios, en vez de dedicarse a la funesta man¨ªa de pensar o a la peligrosa participaci¨®n pol¨ªtica en los asuntos del pa¨ªs, no comprendo c¨®mo los Gobiernos se escandalizan y asombran de lo acaecido en el estadio de Bruselas.
Ninguno de esos Gobiernos -ni los anteriores durante varias generaciones- ha aportado un c¨¦ntimo para que los j¨®venes se olvidasen de los nombres de los delanteros y guardametas y aprendiesen los de los fil¨®sofos, los dirigentes sindicales y los escritores que predican la sol¨ªdaridad humana, la igualdad entre el hombre y la mujer, la lucha contra el racismo y la igualdad entre las clases. Franco, Mussolini y Hitler elevaron el deporte a la m¨¢s noble -despu¨¦s de la guerra- de las actividades masculinas; bien pocas mujeres han destacado en deporte alguno durante los imperios fascistas. Aceptando la m¨¢xima de que el pueblo est¨¢ contento con pan y circo, dieron algo de pan y mucho de circo. Se equipar¨® el triunfo de un equipo de f¨²tbol a la victoria sobre el ej¨¦rcito enemigo, y la derrota deb¨ªa convertirse en motivo de luto nacional.
A?os m¨¢s tarde, nadie se atrever¨¢ a corregir tan.sabias disposiciones para mantener entretenidos a los hombres, sin m¨¢s riesgo que para ellos mismos. Dirigentes socialistas y comunistas hay que acudieron a recibir en loor de multitudes a los vencedores de un campeonato de f¨²tbol desatendiendo las entrevistas programadas con los vecinos de la ciudad, que llevaban a?os intentando exponer sus quejas a alguna autoridad competente. Socialistas hay que exhiben como una demostraci¨®n de su fidelidad nacionalista el carn¨¦ del club de f¨²tbol que hace patria. Intelectuales conozco que se avergonzar¨ªan de hacer profesi¨®n de fe anarquista, comunista o feminista, que se burlan de la militancia, que sonr¨ªen con desprecio a los pocos que quedamos en esta solitaria lucha por un mundo mejor y que, en cambio, hacen gala de sus conocimientos en materia futbol¨ªstica.
Ning¨²n padre intentar¨¢ contrarrestar la afici¨®n a la pelota de su hijo, ninguna madre se atreve r¨¢ a oponerse a la semanal asis tencia al partido en la que el pa dre de familia, a veces con los hijos varones, gasta lo que ella ne cesita para comprar la comida de todo el mes. Ninguna escuela se atreve a difundir un discurso me nospreciativo sobre el deporte nacional. Ning¨²n p¨¢rroco predi car¨¢ contra la absurda competi tividad y el gasto de los clubes futbol¨ªsticos, la brutalidad del boxeo, la crueldad de los toros, o la violencia del rugby, mientras se desga?ita clamando contra la inmoralidad del divorcio y del aborto. Ning¨²n Gobierno presu puestar¨¢ m¨¢s dinero para ayuda a bibliotecas, a museos, a teatros, a editoriales y a universidades que al deporte. Miles de millones pagamos todos los ciudadanos a los clubes privados de f¨²tbol por sus p¨¦rdidas anuales, incluso los que como yo lo detestamos, miles de millones que jam¨¢s ir¨¢n a parar a las exhaustas arcas de la asistencia social. En todos los pa¨ªses democr¨¢ticos se ha dispuesto instalar vallas met¨¢licas -y pronto ser¨¢n electrificadas para mayor eficacia-, rejas, alambradas y jaulas para separar a los hinchas de los jugadores y de los contrarios, como si de leones se tratase. Todos han sido un¨¢nimes en achacar la matanza a "las pocas medidas de seguridad" de que dispon¨ªa el campo de Bruselas, y a la escasez de polic¨ªas que actuaran contundentemente. Todo hubiese quedado resuelto si los polic¨ªas hubiesen apaleado, pateado y disparado contra los hinchas. Y como todo el mundo est¨¢ de acuerdo en este punto, ahora pagaremos m¨¢s dinero para instalar vallas met¨¢licas y fosos acu¨¢ticos en los estadios y situar cada d¨ªa de partido milicia especial con equipamientos modernos, botes de humo, mangueras de agua, pelotas de goma, cascos, botas y fusiles. Dinero y m¨¢s dinero para controlar la violencia que previamente han desatado, desde la cuna, los rectores de la sociedad, que han criado complacientemente los maestros, los padres, que han difundido los sacerdotes y que han aprobado todos los poderes: el pol¨ªtico, el religioso, el cultural. Cultura machista, en una palabra, que, como la violencia contra la mujer, la guerra y el deporte, conforman la tr¨ªada de valores masculinos que un hombre que si estime debe desarrollar, potenciar, defender y exaltar. Valores morales
Cuando los valores universales de la moral cotidiana exigen que una mujer sea femenina y un hombre macho -y todav¨ªa muchas mujeres repiten con orgullo esta distinci¨®n entre sus evidentes cualidades como mujer y la execrable opci¨®n feminista-, cuando la educaci¨®n se basa en la distinci¨®n entre las cualidades de la paciencia, la dulzura y la sumisi¨®n que las mujeres deben desarrollar -puesto que son innatas en ellas- desde la cuna, y el valor, la agresividad y la defensa del honor propio y patrio que son distintivas del var¨®n; cuando el entusiasmo de los hombres, desde la ni?ez, se encamina hacia la obsesi¨®n futbol¨ªstica, desvi¨¢ndolos de tentaciones tan peligrosas como la militancia revolucionaria, el estudio de la filosof¨ªa, la lectura de los autores cl¨¢sicos, el cuidado de los animales, la defensa de la ecolog¨ªa, la lucha sindical o el movimiento por la paz; cuando hasta los partidos comunistas organizan festivales rock y punk para atraer a los jovencitos, hastiados de los rollos morales que los carrozas de siempre prodigaron a?os atr¨¢s; cuando el honor nacional exije que los aficionados se re¨²nan para animar a su equipo a lograr la victoria contra su rival, con la misma pasi¨®n que los defensores de la patria frente al invasor, ?a qu¨¦ viene tanto asombro, tanto duelo, tanta hip¨®crita plaftidez ante los sucesos de Bruselas? Y si despu¨¦s de todo se jug¨® en'el m¨¢smo campo todav¨ªa h¨²medo de sangre, estoy segura de que en Italia muchos habr¨¢n pensado que al fin y al cabo val¨ªa la pena, porque ?qu¨¦ importan 41 muertos y cientos de heridos, si se gana el partido?
es ahogada y feminista.
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