Desertizaci¨®n
SOBRE LAS 80 causas de la desertizaci¨®n progresiva de Espa?a planea una general: la desidia. Desde la expulsi¨®n de los moriscos irrigadores y desde el absentismo de los conquistadores abandonando sus enormes latifundios hasta los ¨¢cidos emitidos con bastante libertad por las industrias, pasando por la fogata de la merendola en el bosque, hay una larga y constante falta de respeto por el suelo f¨¦rtil, que puede aparecer tambi¨¦n en otros aspectos de la producci¨®n y del trabajo; como si el espa?ol continuo viviera en una especie de civilizaci¨®n del despilfarro y tuviera una mentalidad de cigarra cantora. El resultado es que Espa?a se va convirtiendo velozmente en este pa¨ªs ocre y pedregoso que el informe de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) pone en la cabeza de aquellos que con m¨¢s velocidad se van desertizando (EL PAIS, 11 de junio).Cierto que la desidia no se explica por s¨ª sola y que no hay un car¨¢cter nacional, ni menos un sentido racial, que sirvan de justificante, y que habr¨ªa que buscar sus ra¨ªces en posibles datos de estructura econ¨®mica y pol¨ªtica de la creaci¨®n de nacionalidad -la dif¨ªcil conversi¨®n del guerrero en agricultor, la falta de est¨ªmulo o de recompensa al trabajo manual, el providencialismo...-, pero lo cierto es que se opone con firmeza, y a veces hasta con ferocidad, a los sucesivos intentos pol¨ªticos de la modernidad por encontrar algunas soluciones. Las sucesivas reformas agrarias se han ido estrellando contra los intereses poderosos o la falta de entendimiento, y las pol¨ªticas hidr¨¢ulicas han sufrido de lo mismo. Pero, a pesar de todo, en los ¨²ltimos 50 a?os -incluyendo los pantanos de Franco, a pesar del posible desacierto de sus emplazamientos o de las picarescas en su construcci¨®n y en la utilizaci¨®n de sus materiales-, se ha progresado considerablemente en estos trabajos.
Sin embargo, los cambios de r¨¦gimen, de Gobierno o simplemente de ministros han roto la continuidad y se han visto, permeabilizados por la oscilaci¨®n de la masa del poder, por los peque?os nacionalismos de la posesi¨®n de las aguas o de las tierras que han de surcar los canales. A los que a veces se ha unido una poes¨ªa buc¨®lica del pueblecillo condenado a la inmersi¨®n que ha reca¨ªdo en ese sentido renacentista que en Espa?a se ha caracterizado por el cultivo de la inutilidad, a cambio de que tuviera un aspecto de lo que se llama lo espiritual; o en defensa a veces de un malentendido y falso ecologismo. Las condiciones naturales de Espa?a -su condici¨®n mediterr¨¢nea, sus alteraciones regionales entre sequ¨ªas y avenidas- son hechos constantes que no se pueden modificar en su propia fuente; es el conjunto de pol¨ªtica hidr¨¢ulica, de obras p¨²blicas y de agricultura el que puede administrar la naturaleza, y parece que somos poco capaces de hacerlo.
El aspecto contempor¨¢neo de la desertizaci¨®n se atribuye al proceso industrial y su falta de cuidado al producir la contaminaci¨®n del aire y del agua. No tenemos tampoco una industria tan poderosa como para que una riqueza ganada por ella compense a la que se pierde. Existe tambi¨¦n un proceso de legislaciones contradictorias para evitar ese da?o, y una vez m¨¢s se tropieza con la desidia, que si unas veces se mezcla con los intereses directos -la carest¨ªa en las depuraciones de detritos-, otras es abandono por parte de quienes deben vigilarla.
En este tema grave, en este mal progresivo, hay un desprecio de energ¨ªas pol¨ªticas en el pa¨ªs, despilfarradas en querellas personales y discusiones de f¨¢bula, en lugar de aplicarse a los grandes temas, y tambi¨¦n otra vez se manifiesta la falta de una continuidad en los planes realizados por t¨¦cnicos, malversados por los cambios pol¨ªticos que se entremezclan. La pol¨ªtica debe estar para velar porque los planes sean realistas y porque no se puedan interferir privilegios de unos o ambiciones locales de otros con lo que es el bien com¨²n, y no para que lo s pol¨ªticos deseen que su nombre aparezca mezclado a grandes proyectos que, apenas iniciados, ser¨¢n destruidos por el ministro siguiente y su nueva ambici¨®n.
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