Gordos y flacos
EN ESTADOS UNIDOS se funden en sudor millones de d¨®lares que se invirtieron en crear la obesidad mediante los productos de sobrealimentaci¨®n infantil. Hay una obsesi¨®n de adelgazamiento, y, como era de esperar, ha llegado a Espa?a en la cl¨¢sica forma de la migraci¨®n: la moda. Las gentes corren, saltan, se retuercen met¨®dicamente, pasan hambre, absorben compuestos qu¨ªmicos. Se arrojan unas a otras las cifras de los kilos y las f¨®rmulas para conseguirlo. Est¨¢n adelgazando.Como principio, no es malo; sobre todo si se tiene en cuenta que la obesidad es una manera de estar enfermo y de llamar a otras enfermedades. T¨¦cnicamente, la obesidad es sobrepasar en 10 kilos por lo menos el peso ideal, que es una f¨®rmula bastante m¨¢s compleja de lo que indican las tablas o los libros traducidos para otros grupos ¨¦tnicos. La relaci¨®n de peso con edad, sexo, actividad, m¨²sculos, esqueleto y complexi¨®n ha hecho pensar a algunos especialistas que cada uno puede tener un peso ¨®ptimo. En la pr¨¢ctica no se puede desmenuzar tanto. La etnia espa?ola est¨¢ fundada sobre el aceite de oliva, las legumbres secas y el admirable ganado porcino. Y el consumo de l¨ªquidos para defenderse del calor. Todo lo cual ha creado una cultura. Entre el garbanzo y la poes¨ªa ar¨¢bigo-andaluza se ha imaginado un tipo de hembra ante la cual el hombre produc¨ªa muy buenos resultados. Esto, en la sociedad de hoy, es, naturalmente, prescindible. Pero hay un tipo ancestral de hombre y mujer muy dificil de convertir a la finura longil¨ªnea o filiforme de anglos, sajones o escandinavos, que son los que dan el modelo a la sociedad dominante en Estados Unidos y que sirven como muestra ostensible de superioridad sobre otras emigraciones; de donde la moda. Por una de esas desgracias t¨ªpicamente espa?olas -la adquisici¨®n de costumbres de otros-, la moda del adelgazamiento ha coincidi,do con la de la gastronom¨ªa. Afortunadamente, la nueva cocina ayuda en esta perplejidad, con sus raciones homeop¨¢ticas y sus alimentos de mercado del d¨ªa, lo cual contribuye a tranquilizar las conciencias de los comilones adelgazantes, al mismo tiempo que proporciona fortunas a los nuevos restauradores.
Mantenerse dentro del peso, y aun por debajo, es bueno; es mejor que la obesidad, naturalmente, o que algunos kilos de m¨¢s. Pero hay unos riesgos graves de los que conviene advertir, sobre todo ante la ola comercial que se ha venido encima. Hay normas m¨¦dicas, sistemas diet¨¦ticos, tablas de ejercicios bastante individualizadas: es decir, hay que dejarse dirigir por un m¨¦dico y no buscar maneras disparatadas. Sobre todo, no hay que caer en la obsesi¨®n. Nadie puede escapar de su esqueleto y de su morfolog¨ªa b¨¢sica; no todo el mundo puede ofrecer la silueta de moda, y los medios brutales de adelgazamiento pueden ser hasta mortales. No se puede caer en la magia comercial, ni correr desenfrenadamente; no se puede pasar hambre de verdad. Entre otras cosas porque llega a crear un s¨ªndrome de abstinencia que perjudica las relaciones humanas. La qu¨ªmica tiene unas prescripciones, y salirse de ellas es peligroso. Y una raza no cambia por motivos externos: cambia -y est¨¢ cambiando de una manera que podr¨ªamos llamar natural- porque var¨ªan el sistema alimenticio, los h¨¢bitos de trabajo, las costumbres. Cada uno puede ayudarse a s¨ª mismo, y seguir una moda de silueta no es malo, ni reprobable; pero convertirlo en ansiedad y en una de las f¨®rmulas modernas de la busca de lo imposible s¨ª puede serlo. Retorcerse al comp¨¢s de una caja ac¨²stica, sumergirse en saunas golpe¨¢ndose fren¨¦ticamente con una rama de enebro, enfundarse en un ch¨¢ndal y tragarse los kil¨®metros, enfundarse en refajos pl¨¢sticos, meterse en el cuerpo compuestos qu¨ªmicos y llegar a odiar su propia y antes querida barriga son cosas que no se pueden hacer sin control de un especialista aut¨¦ntico y con garant¨ªas m¨¦dicas. Los fantasmas t¨¦tricos de los excesivamente adelgazados, los que han llegado a entrar en un proceso irreversible, est¨¢n ya acusando la seriedad del problema de unas clases altas que consumen y desconsumen simult¨¢neamente. Como alucinados.
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