Casaroli, en Espa?a
Cuatro d¨ªas completos, con visitas a diversas ciudades, ha durado la estancia en Espa?a del secretario de Estado del Vaticano. Cuatro d¨ªas en los que, a pesar de la calificaci¨®n de "privada y pastoral" que el Vaticano hab¨ªa dado a esta visita, el cardenal Casaroli ha tenido tiempo para mantener contactos abundantes y al m¨¢ximo nivel, tanto con las autoridades del Estado como con las de la Iglesia.. Su ya viejo y extenso conocimiento de las cosas de Espa?a, pa¨ªs donde, seg¨²n sus palabras, se ha encontrado siempre "como en casa propia", se habr¨¢ ampliado y completado con las informaciones directas que, sin duda, le habr¨¢n proporcionado sus altos interlocutores.Pero de entre las muchas cosas que el cardenal ha escuchado a su paso, y sin salirse de los l¨ªmites que el protocolo marcaba a su estancia, ya que ha dado pruebas de su dominio de la diplomacia, de una sola ha querido dejar constancia. Del inter¨¦s y de la insistencia con que unos y otros le han preguntado sobre el tono y la situaci¨®n actual de las relaciones Iglesia-Estado en Espa?a. As¨ª lo manifest¨® en el discurso que pronunci¨® durante la cena que se le ofreci¨® en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Hecha la pregunta que otros muchos le hicieron, el cardenal no tuvo empacho en expresar su propio punto de vista. Un punto de vista, por cierto, matizado y preciso, huyendo, como ¨¦l mismo dijo, de encerrar sus apreciaciones en la dial¨¦ctica simplista del blanco y del negro. No ignora, naturalmente, el jefe de la diplomacia vaticana que el di¨¢logo Iglesia-Estado en Espa?a tiene actualmente dos niveles: uno, el de los principios generales, que se articula directamene con el Vaticano, y otro, m¨¢s puntual y concreto, en el que el Gobierno tiene como interlocutor al episcopado espa?ol.
Salvando la existencia y el tono de esta segunda relaci¨®n, Casaroli ha dejado nota p¨²blica de que las relaciones Iglesia-Estado en Espa?a son un cap¨ªtulo en marcha y abierto. Concretamente, ha dicho que "son din¨¢micas y que est¨¢n todav¨ªa construy¨¦ndose". En alg¨²n otro momento y lugar ha precisado que son "correctas", t¨¦rmino no excesivamente triunfalista, y que la voluntad de mantenerlas a buen nivel no excluye la existencia de ciertos puntos de sombra.
Tan mesuradas apreciaciones no dejan de contrastar con las que el ciudadano espa?ol ha tenido ocasi¨®n de escuchar reiteradamente estos d¨ªas, ya que los m¨¢ximos exponentes del Gobierno no han perdido la ocasi¨®n de manifestar tambi¨¦n sus puntos de vista al hilo de la visita de Casaroli. El propio presidente ha abundado en adjetivos y calificaciones que; bien analizados, tienen acentos muy distintos de los que utiliz¨® el secretario de Estado. Ha dicho Felipe Gonz¨¢lez que las relaciones Iglesia-Estado en Espa?a son poco menos que mod¨¦licas -"de las m¨¢s razonables y positivas que se dan hoy en el mundo", concretamente- y que, a su juicio, no ha habido enfriamiento ninguno en el trato con la Iglesia.
El mensaje que el ciudadano espa?ol ha podido percibir, como consecuencia de las insistentes declaraciones gubernamentales de estos d¨ªas, se cifrar¨ªa en que no existen problemas y en que Iglesia y Estado caminan aqu¨ª en perfecta y estrecha armon¨ªa. Como si el complejo tejido de las relaciones Iglesia-Estado estuviera ya perfectamente rematado.
, 20 de junio
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